¿Por qué no gritan las mujeres?
María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda, voces importantes en la literatura latinoamericana actual, reflejan en sus libros la violencia sobre la mujer como último eslabón social
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“¿Por qué no gritas, mamá? ¿Por qué no lo mandas a la puta mierda? ¿Por qué no le envenenas la comida? ¿Por qué no le cortas toda la ropa con las tijeras de jardinero? ¿Por qué no le pides el divorcio, mamá? ¿Por qué no dejas de mimetizarte con el sofá, con las cortinas, con el papel tapiz, camaleón estúpido, y no sales de ahí, de donde sea que estés y lo obligas a mirarte a la cara? ¿Por qué no das alaridos de loca, mamá?”. Esas preguntas se las hace la protagonista de “Silba”, uno de los cuentos que componen “Sacrificios humanos” (Páginas de espuma), de María Fernanda Ampuero. Son cuestiones que el personaje, sin embargo, tan solo hizo en su imaginación. Al igual que son preguntas que, aunque deberíamos, no nos las planteamos. ¿Por qué permitimos la violencia? O, más bien, ¿por qué la ocultan y quién lo hace?
“No conozco a ninguna mujer que no tenga una dosis de violencia”, lamenta la autora, una de las voces más importantes de la literatura latinoamericana actual, a LA RAZÓN. Y esto “hay que hablarlo”, continúa, “hay mucha gente que no quiere ver y se cierra a todo, pero una vez que oyes una historia en primera persona, no puedes seguir mirando hacia otro lado”. Ese daño “del jefe que mete mano a la secretaria, del productor de cine que hace castings sexuales, del que cree que las chiquillas que andan solas por la calle merecen ser violadas… ¿cómo no hablar de eso? ¿Cómo no verlo?”, plantea, emocionada, Ampuero. En su libro, el segundo que publica tras el éxito de “Pelea de gallos” (Páginas de espuma), también de cuentos cortos, la escritora ecuatoriana no pretende hacer una denuncia, sino establecer un espejo respecto a la idea “de que hay personas descartables y personas imprescindibles”, de “cómo alguien, según su raza, su sexo, su apariencia física o inclinación sexual, se convierte en sacrificio humano”. “No para los dioses quizá, pero sí para el dios más importante de nuestros tiempos: el dinero”, puntualiza.
Esta idea de selección egoísta a la carta también se extrae de los cuentos que Mónica Ojeda, otra escritora puntera en Latinoamérica, escribe en “Las voladoras” (Páginas de espuma). A través de lo tétrico y desgarrador, la también ecuatoriana refleja “la violencia que vivimos hoy en día, como son los feminicidios, la violencia intrafamiliar, los tabús sexuales…”. Porque, ¿hay algo peor que la pedofilia? ¿que un padre que viola a su hija? “Hasta se me rompe la voz”, dice Ampuero mientras confiesa que esa forma de violencia es la que “más me obsesiona”, pero que “nunca he sido capaz de abordarlo en mis libros, porque es demasiado para mí, me destruiría por dentro”. No obstante, Ojeda sí que lo aborda, por ejemplo, en otra de sus obras, “Nefando” (Candaya, 2016), así como en “Las voladoras”. “Actualmente vivimos unos tipos de violencia a los que hemos logrado poner nombre, como el feminicidio o el incesto”, continúa Ojeda, “este último lo trabajo en ‘Las voladoras’ desde varias aristas, porque no es lo mismo el incesto de un padre que viola a su hija, que el de dos hermanas que voluntariamente se desean”. Así, a través de un lenguaje tan absorbente como el de Ampuero, pretende plasmar “que hay diferentes tipos de horrores cotidianos”… y de sacrificios humanos.
Botines de guerra
Ambas escritoas pretenden, en palabras de Ojeda, “conocer el fondo de lo humano, que también es el fondo de lo animal”. De hecho, a lo largo de sus cuentos aplica paralelismos entre personas y fauna, como por ejemplo en estas líneas: “El perro solo le babeaba los talones y, si se alejaba un poco, si le daba por pasear y orinarse encima de otros pies, siempre regresaba con el hocico limpio a casa”. Pretende “entender de dónde proviene lo inentendible de la violencia, lo cual es paradójico”, al igual que Ampuero analiza el sacrificio humano como un sistema repleto de eslabones. Es el caso de “los emigrantes, que son el sacrificio contemporáneo por excelencia”, continúa la de “Pelea de gallos”, que subraya que “yo he sido emigrante 20 años de mi vida”. Esas personas que lo dejan todo para buscar una vida “mejor” “son personas que, pese a que son de las más importantes de su propia comunidad, porque son valientes, para los países de recepción, con muchas comillas, son descartables”. “Y de todos esos eslabones de gente puteada, el trabajador extranjero de Europa del este, marruecos, china, india, de todos esos eslabones que van a menos, que tienen que ver con la raza o con la religión, los últimos en la fila son las mujeres. Siempre”, añade Ampuero. “Son botín de guerra”, a lo que Ojeda añade que “la única forma de que el miedo vaya a menos es que dejemos de vivir en sociedad tremendamente hostiles”.
Criaturas que se suben a los tejados y alzan el vuelo, la historia de una mujer que, aunque sufrió una violencia sexual brutal, se convirtió en un circo mediático, una chica incapaz de separarse de la dentadura de su padre, una adolescente apasionada por la sangre, una extranjera que encuentra en un cajón varios pasaportes de mujeres perdidas… Historias que desgarran, sobrecogen, que duelen y enamoran en su narrativa, se entrelazan en los libros de estas dos escritoras que, a pesar de ser testigo de la dureza de la realidad y sin esperar que el lector comulgue con sus ideas, sí son capaces de hacerse determinadas preguntas.