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Gabriel de Castilla, contra la Leyenda Negra

En su nuevo libro, Felipe Debasa reivindica la figura del explorador español y su descubrimiento de la Antártida en 1603

La expedición de Magallanes es una de las grandes epopeyas marinas de la Humanidad
La expedición de Magallanes es una de las grandes epopeyas marinas de la Humanidad.La Razón

La curiosidad no solo «mató al gato», según el refrán, sino que también ha movido el mundo desde sus primeros días. Es con ese sano fisgoneo con el que se puede explicar la historia que Felipe Debasa rescata en «Vida y fortuna de Gabriel de Castilla» (Sílex Ediciones). Fue el quinto centenario de la ruta Magallanes-Elcano lo que puso a este profesor de la Universidad Rey Juan Carlos en la senda del personaje castellano.

Durante la indagación en la primera circunnavegación de la Historia, Debasa fue a parar a Ushuaia para «estudiar el estrecho de Magallanes», asegura. Fue allí donde coincidió con el «Hespérides» –buque de investigación del CSIC– y donde le contaron «el día a día de España en la Antártida». De aquellas charlas sobre el terreno surgió un nombre, el de Gabriel de Castilla: «Me dijeron que no había nada de él y, entonces, empecé a buscar información».

Fue el inicio de un proyecto que se topó de golpe con la pandemia y con un obligado encierro que, sin embargo, ayudó al profesor a concentrarse aún más en su protagonista. «Me puse a mirar archivos digitalizados y, de repente, en el de Indias di con un documento que por lo que sea no llevaba mucho tiempo digitalizado. Así que aquí mi misión se convierte en sacar a la luz ese descubrimiento para que otros historiadores expertos en el tema le puedan meter mano», explica Debasa del inicio de un ensayo que, resume, «pretende empoderar a un personaje interesante por todos los costados: estrategia militar, aventura, utilización de recursos... Admite mil lecturas».

En el centro del debate sobre Gabriel de Castilla, un punto clave: demostrar que fue el primero en reconocer la Antártida y no James Cook. En esa línea arranca el libro desde el prefacio de Ramón Tamames. «Castilla zarpó de Valparaíso, Chile, en marzo de 1603 al mando de tres naves, en expedición encomendada por el virrey del Perú, don Luis de Velasco y Castilla (del que era familia), para reprimir las incursiones de corsarios holandeses en los mares al sur de Chile», escribe el economista y ex diputado.

Según el relato del marinero holandés Laurenz Claesz en 1607, aquella flota alcanzó los 64° de latitud sur. Declaró haber «navegado bajo el Almirante don Gabriel de Castilla con tres barcos a lo largo de las costas de Chile hacia Valparaíso, y desde allí hacia el estrecho, en el año de 1603; y estuvo en marzo en los 64 grados y allí tuvieron mucha nieve. En el siguiente mes de abril regresaron de nuevo a las costas de Chile».

Otras fuentes apuntan a que Castilla partió con un solo navío, el «Buena Nueva», y en el verano austral de 1603 superó los 60º de latitud sur, observando entonces «tierras montañosas cubiertas de nieve». Las coordenadas de sus descubrimientos indican que reconoció las actualmente llamadas islas Shetland del Sur, en la parte septentrional de la península Antártica. Por su parte, Rogelio Pérez-Bustamante, miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, también apunta en el libro la importancia de este trabajo para hacer justicia con «la verdadera gloria», pues la «mercadotecnia inglesa», en palabras de Debasa, ha terminado por dar fama a James Cook, quien llegaría a la Antártida 170 años más tarde en nombre de la poderosa Royal Society.

«Los británicos han construido un relato de sus hazañas eclipsando el de las gestas españolas, por eso –reconoce el autor–, cuantos más estudios haya, mejor, y creo que a partir de este libro pueden surgir muchísimas biografías de Gabriel de Castilla». Se rompe así con otro episodio de la Leyenda Negra, donde Debasa se apoya en unas palabras de Emilia Pardo Bazán, en las que se refirió a «recuperar el orgullo de la historia propia», para recuperar a su vez «el interés por muchos personajes y navegantes desconocidos».

El protagonista de esta historia murió en Lima el 20 de marzo de 1620, y la actual base antártica española, situada en la isla Decepción (islas Shetlands del Sur), lleva su nombre. Fundada en 1989-1990, opera desde entonces, todos los veranos, en un área de la Antártida donde se registran las temperaturas más bajas del planeta: el 21 de julio de 1983 se alcanzaron los -89º.

LA DESCONOCIDA TIERRA DEL SUR

La «Terra Australis Ignota» –la desconocida tierra del sur–, en donde se sitúa la Antártida, cogió su nombre de una referencia a Aristóteles, quien en su tratado «Meteorología», fundamentado en los cuatro elementos de los que se compone toda la tierra terrestre –el fuego, el aire, el agua y la tierra–, daba nombre a aquella incierta. Un lugar hasta el que descendió Felipe Debasa para la construcción de su libro y que, mucho antes, llegaría a aparecer ante los ojos de los hombres cuando en 1603 Gabriel de Castilla, un castellano al servicio de la Monarquía Hispánica, nacido en Palencia y habitante de la América hispana, llegaba a la latitud 64º avistando la Antártida como responsable de la Armada del Mar del Sur que rodeaba los territorios del virreinato de Chile.