Travis Birds: “El disco es una lucha contra mis demonios y mis obsesiones”
La artista, conocida por la serie “El Embarcadero”, publica tras algunas vicisitudes su esperado nuevo trabajo, “La costa de los mosquitos”
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Durante una temporada, el misterio rodeaba a la figura de Travis Birds. No se sabía quién estaba detrás de la enigmática voz, quién era la autora de canciones íntimas y temperamentales. Saltó al gran público con “Coyotes”, la canción que fue elegida para la presentación de la exitosa serie de Movistar + “El Embarcadero”, pero nadie había oído hablar de ella. Después, su aparición en disco de homenaje a Sabina confirmó su talento especial. Ahora, al cabo de algunas vicisitudes, de las que hablamos, presenta su esperado disco, “La costa de los mosquitos” (Calaverita Records), que presentará en directo en Madrid el 22 de abril en el Nuevo Teatro Alcalá.
-Llega, por fin el trabajo, precedido de cierta expectación, ¿la ha sentido?
-La verdad es que vivo un poco ajena a la realidad, nunca me termino de creer las cosas hasta que han pasado y las asimilo. Pero me lo están diciendo bastante y bueno, se agradece mucho que alguien haya estado esperando, porque esto ha sido un parto doloroso y complicado.
-¿En qué sentido ha sido complicado?
-Por un lado, del lado compositivo, surge de conocer a una persona dentro de mí que no conocía. Fue un proceso que sucedió cuando me fui de casa de mis padres y que empecé a ver la vida de otra manera y me sumergí en una cierta oscuridad. Eso le dio el concepto al disco, las obsesiones llevadas como vehículo a la locura. No es que me haya vuelto loca, pero sí que me he encontrado con mi parte más animal. Y también me pasó que firmé con una discográfica con la que dejé de estar a gusto pronto y no quería sacar el disco estando ahí y fue súper complicado resolverlo. Me llevó mucho tiempo y mucho dinero. Cuando estaba casi resuelto, llegó la pandemia y lo retrasó otro año más. No me creo que haya llegado el momento.
-Las obsesiones emergen con el tiempo. La psicología humana es así, uno se genera sus demonios.
-Totalmente. Esa, demonios, es la palabra perfecta. Y aunque haya experimentado sensaciones desagradables, esos demonios son un elemento transformador. La verdad es que en algunos momentos fue muy tóxico, por distintas situaciones, pero he sabido canalizarlo en la música y sacarle la belleza que tiene. Para mí, desprenderse de todo y volver a la parte más animal, es decir, quitar lo que te convierte en individuo social como la cultura y la educación, fue un viaje muy interesante.
-¿Tuvo que ver con la presión social y el desafío de ganarse la vida?
-Sin duda hay algo de eso hay por ahí. Empecé a componer de forma libre porque no había pretensión, pero las cosas se fueron profesionalizando y las exigencias empezaron a ser mayores y sin duda ahí hay un demonio que me estaba exigiendo algo. Y esa es una temática. Pierdes la perspectiva de lo que es importante y lo que no. Trato de recordármelo cada día porque no me gusta la presión de la carrera y de pensar que esta es la forma de ganarme la vida, porque eso me quita mucha inspiración.
-Es contraproducente ganarse la vida con el arte.
-Claro, es que cuando profesionalizas la carrera, surge un conflicto. Creo que el dinero genera un conflicto de intereses. Arte y dinero son como el agua y el aceite, no deben mezclarse.
-Dice que el desencadenante fue salir de casa de sus padres. ¿La soledad fue otro factor?
-Sin duda. Cuando me fui, comencé a sentir la ansiedad de la vida. Cuando eres más pequeño y estás a la espalda de tus padres hay algo a lo que no te enfrentas. El universo se expande cuando sales. Demasiada responsabilidad.
-Decía que una discográfica no le hizo sentir a gusto. Se dice el pecado pero no el pecador, ¿qué pasó?
-Teníamos distintas formas de trabajar y de entender hacia dónde y cómo quiero llevar mi carrera. No se metían en lo artístico, de eso ya estaba segura, pero bueno, no me gustaba cómo trabajaban y al final estábamos más tiempo discutiendo. Y no quería trabajar así. Si surgían demasiadas discrepancias es como que no valía la pena, no me sentía respaldada. No teníamos la misma dinámica, nada más.
-¿El disco estaba en proceso o terminado?
-Iba a haber salido en 2019, pero empezaron las discrepancias y decidí que no entregaba el disco, que no lo quería sacar con ellos. Y me metí en una vorágine de abogados y de cosas para intentar llegar a una acuerdo y resolver la relación. Y luego llegó la pandemia y se entorpeció todo.
-Las canciones tienen un concepto muy unitario.
-Para mí es todo un viaje al interior de uno mismo, y a reencontrase con esta parte a través de las obsesiones que represento con los mosquitos y por eso tiene ese título. Es ese sitio adonde llega uno dentro de su ser y su subconsciente perdido por sus obsesiones y sus demonios. Ahí es donde tiene que aprender a vivir con esa naturaleza hostil y preciosa que todos tenemos dentro. El disco está basado en una isla que en la que un individuo lucha por sobrevivir como un animal, con esa parte más impulsiva y salvaje.
-Los mosquitos son una metáfora perfecta de la naturaleza asfixiante.
-Exacto, y son algo frágil, que está ahí como un zumbido constante y que te chupa la sangre en cuanto menos te lo esperas. Apagas la luz, te echas a dormir y te joden la noche (ríe).
-Es una experiencia terrorífica, da igual cuánto te tapes con la sábana.
-Completamente. Cuando lo oyes, dices: “me va a dar la noche”... Y comienza la lucha encarnizada a buscarle y a evitar el infierno de las picaduras durante dos semanas.