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Jorge Herralde: «En Cataluña ha habido una dejadez por la cultura que vale la pena»

El editor de Anagrama abre las puertas de su archivo en un libro titulado «Los papeles de Herralde», una invitación a sumergirnos en la historia de un sello clave en nuestro país
MIQUEL GONZALEZ/SHOOTINGMIQUEL GONZALEZ/SHOOTING
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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El editor Jorge Herralde abre las puertas de su archivo en un libro que acaba de publicar Anagrama bajo el cuidado de Jordi Gracia. «Los papeles de Herralde. Una historia de Anagrama 1968-2000» es una oportunidad única para conocer desde dentro uno de los sellos que han marcado la historia de la edición en nuestro país. Es un paseo por la construcción de la editorial a partir de las misivas que el editor ha enviado a autores, agentes literarios, periodistas culturales… Herralde habla de todo eso en la siguiente entrevista.
–¿Este libro es lo más cerca que vamos a estar a leer sus memorias?
–Seguramente. Publiqué un libro, «Un día en la vida de un editor», que ya era como unas memorias singulares, sin vocación de continuidad y tratando temas diversos, pero con una vocación memorística clarísima. Luego he publicado otros libros, como mi favorito, «Por orden alfabético», en el que aparecen retratos de escritores y editores que admiro, un cierto panorama de un cierto mundo de la edición española. Por eso, a su pregunta, esto es lo más parecido a unas memorias. El libro se compone de dos partes. Una es la escrita por Jordi Gracia quien narra la historia de Anagrama con mucho brío, de forma amena y yo, que me la conozco de pe a pa, consigue que me parezca interesante. Luego está la otra parte, que debo decir que fue idea de él, y es lo de las cartas que es lo que más éxito ha tenido. Me gusta escribir cartas y he escrito muchísimas, por lo general breves, a vuela pluma.
–Gracias a estas cartas podemos ver cómo es la cocina de una editorial.
–Sí, algo que no es muy habitual. Me gustan los libros de memorias de editores, algunas de ellas buenísimas como las de Carlos Barral, Jaime Salinas o Josep Maria Castellet, por no hablar de Feltrinelli y tantos otros. Pero esto es otra cosa, más natural, en la que se informa de otros avatares de los que, por lo general, no se informa.
-Muchas veces ignoramos cómo se contrata un libro, cómo se diseña una portada…
–Es la cocina editorial, es cómo se cocina un libro y, sobre todo, cómo se construye un catálogo, algo que es el retrato de la editorial y del editor.
–Gracias a estas cartas sabemos algo más de su relación de amor y odio con…
–¿Doña Carmen?
–Sí, con la agente literaria Carmen Balcells.
–Sí, fue una relación de amor y odio que fue deslizándose hacia el odio a medida que el ego y la falta de escrúpulos de Carmen Balcells iban creciendo.
–En una carta le señala a Balcells que se ha enterado que Marsé no tiene en ese momento editor, así que levanta la mano. En otra, vuelve a preguntarle por Marsé, pero también por Onetti y Juan Madrid para incluirlos en Anagrama. ¿Qué autores se le han escapado?
–Algunos no han podido ser por Carmen Balcells, otras veces han sido por algún gran grupo que ha pagado cantidades enormes que no recuperarán, pero para apuntarse los galones de que ellos también son literarios.
–Hay autores que se fueron de Anagrama a grandes grupos y luego volvieron, como es el caso de Soledad Puértolas o Alfredo Bryce Echenique.
–Soledad se fue y luego regresó por la puerta grande ganando el Premio Anagrama de Ensayo. Desde entonces le hemos publicado veinte novelas. En el caso de Bryce Echenique, era su amigo desde la primera vez que vino a Barcelona. Le publiqué un libro de crónicas en Contraseñas, pero éramos solo amigos porque él estaba enamorado de Carlos Barral. Le diría que Barral y Marlon Brando han sido los dos grandes seductores del siglo XX. Sin embargo, Barral empezó a derrapar y tuvo un final que me dio mucha pena quedando descolgados cuatro o cinco libros de Bryce Echenique. Los recuperamos en Anagrama y publicamos sus nuevas novelas. Ahora hemos publicado la última entrega de sus memorias.
–¿Es su despedida?
–Sí, así lo ha anunciado.
–¿Qué es más difícil: encontrar nuevos talentos literarios o conservar los que uno tiene en su catálogo ante los cantos de sirena de otras editoriales?
–Nada es fácil. Cuando lanzamos la colección Narrativas Hispánicas hicimos una política muy deliberada de premio en la que solamente tuviéramos en cuenta la calidad literaria. El mismo Álvaro Pombo, que es buenísimo estaba completamente desdeñado por los editores porque nadie lo quería publicar. En los primeros siete u ocho premios publicamos tanto al ganador como a tres o cuatro finalistas, muchas veces desconocidos, otra vez latinoamericanos cuya venta podía ser difícil en España y viceversa. Es decir, en unos pocos años se construyó una escudería Anagrama con jóvenes, como un jovencísimo Vila-Matas, un jovencísimo Martínez de Pisón y otros.
–En el libro se intuye cómo ha sido la relación de Anagrama con el superagente literario Andrew Wylie. Gracias a él pudo publicar a Sebald.
–Para mí ese fue un acto que dijo mucho de Wylie, alguien a quien conocí cuando estaba empezando en su despacho de Nueva York, no sé si siendo un día especial porque él mismo me abrió la puerta. Siempre hemos tenido una relación muy buena, muy cómplice, con muchas risas. Ha sido un poco como con Carmen Balcells, pero más sutil y sin broncas. Hizo una cosa que lo cualifica como agente. Sebald estaba entonces mal traducido en todo el mundo. Así que dijo cuáles son las cinco mejores editoriales literarias del mundo: Gallimard, Hanser, Adelphi, Companhia das Letras y la misma Anagrama. No era un anticipo regalado, pero tampoco tenía nada que ver con las cantidades estratosféricas y grotescas que pedía Balcells.
–Wylie representa a Roberto Bolaño, un autor que ya no está en Anagrama.
–La marcha de Bolaño se debió a que la viuda del escritor le dijo que si quería llevar los derechos tenía que quitárselos a Herralde. Y tuvo que hacerlo. Pero hemos seguido siendo amigos con Wylie. Somos compinches. Ha sido con sus rivales con los que no ha tenido piedad.
–«Los papeles de Herralde» toma como base su archivo muy deseado por numerosas instituciones. ¿Ha decidido a dónde irá?
–Ya veremos. Hoy no sacará la exclusiva. Están interesados en Barcelona y en Madrid. La directora de la Biblioteca Nacional es una persona estupenda que guarda archivos importantes. Pero también está interesado Carlo Feltrinelli a quien le gustan mucho los archivos, algo que ya empezó su padre. Hace poco estrenó un espléndido edificio en Milán donde están todos los archivos de la editorial. Entre las pandemias y unas cosas y otras todo está, podemos decirlo así, en «stand by». El libro acaba en el año 2000, pero aún queda mucho material.
–Es innegable que en los últimos años se han ido numerosos archivos de Cataluña.
–Ha habido una gran dejadez en Cataluña. Es bestial. En cambio, en Madrid, en la Biblioteca Nacional hace tiempo que se vienen realizando un trabajo serio y metódico. Dejémonos de metáforas, ha habido una falta de interés auténtica por la cultura en Cataluña. Es tan simple como eso.
–¿Por la cultura en general o por un tipo de cultura?
–Por la cultura que merece la pena.
–El libro contiene alguna carta de rechazo. ¿Se arrepiente de haber dicho que no a algún libro?
–Déjeme pensar. Queda muy presuntuoso, pero debo decir que si hemos rechazado algún libro es porque considerábamos que era de calidad insuficiente o que, por sus características, no encajaba con Anagrama. Otra cosa es que hay autores que nos hubiera gustado publicar, como pueden ser Eduardo Mendoza, Juan Marsé y otros.