París recupera el esplendor artístico de los años 20
A raíz del Brexit, las galerías descartan Londres y ven a la capital francesa como una perfecta candidata para ser el nuevo epicentro del mercado del arte europeo
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¿Y si el Brexit funcionase como una máquina del tiempo que reconvirtiese a París en aquella ciudad de vanguardias de los años veinte? Al igual que el éxodo empresarial desde Reino Unido ha impulsado a Ámsterdam como la nueva City de los negocios en suelo europeo, París aspira a potenciar su oferta artística ante esta coyuntura y hay varios indicios que apuntan a ello. Paseando por la exclusiva avenida Matignon, incluso en los tristes tiempos de confinamiento, se palpa cierto optimismo artístico. Son múltiples las galerías que se han ido instalando en los últimos tiempos en esta zona adyacente a los Campos Elíseos en la que el metro cuadrado sobrepasa los 14.000 euros y que representa, como pocos lugares en el mundo, la intersección entre arte, moda y lujo, un vector fundamental para las industrias culturales en tiempos en los que las instituciones públicas escasean de liquidez.
Algo de «déjà vu» tiene el tema, ya que esta avenida fue en aquellos años 20 el lugar elegido por prestigiosas galerías como Bernheim-Jeune, que acogía en sus filas nombres como los de Henri Matisse, Georges Seurat o Paul Cézanne. Un siglo después, el arte contemporáneo ha desembarcado con fuerza en esta arteria de oro parisina con nombres como White Cube, Kamel Mennour, Lelong o Almine Rech, que representa al mundialmente conocido Jeff Koons, cuya estatua de 13 metros de altura de un ramo de tulipanes coloridos, un obsequio a la ciudad como homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas del 2015, se ha instalado a las puertas del Petit Palais, en la misma milla de oro del arte contemporáneo. A lo largo de este 2021 será el turno del galerista Emmanuel Perrotin, quien ultima la apertura de un espacio de cinco plantas en asociación con Tom-David Bastok y Dylan Lessely. Ya en 2023 la casa de subastas Sotheby’s piensa instalar también allí su nueva sede.
El boom de la incertidumbre
Este boom parisiense está relacionado con la necesidad de tener un centro fuerte del mercado del arte dentro de la Unión Europea y viene catapultado por la incertidumbre que deja el Brexit. Su entrada en vigor favorece los intereses de la capital francesa frente a los de Londres, que hasta 2019 acumulaba más del 60% de las transacciones comerciales en el sector del arte en Europa. Desde el 1 de enero, sin embargo, galeristas y coleccionistas se encuentran con nuevos obstáculos fiscales para realizar cualquier importación o exportación. Los controles en la frontera inglesa encarecen y retrasan los envíos de las obras. En este contexto, las galerías internacionales refuerzan su presencia en París. El otro enclave predilecto, junto a la avenida Matignon, es el barrio del Marais, más hacia el este de la capital. Allí se han ido multiplicando pequeñas galerías en la última década con nombres tan conocidos como el del alemán David Zwirner, siempre situado en las primeras posiciones de las listas de personalidades más poderosas del mundo del arte.
El apogeo artístico del Marais, antiguo barrio judío, también ha ido de la mano de una explosión de precio del metro cuadrado. Aquí el arte ha encontrado un escenario distinto al de la milla de oro de Matignon, ya que el barrio es reconocido por haber conservado casi intacto su patrimonio arquitectónico, procedente en su mayor parte de los siglos XVI y XVII. Sus calles estrechas, llenas de tiendas típicas, a veces insólitas o curiosas, sus magníficos palacetes y su ambiente único, hacen que sea una de las zonas más agradables para dejarse llevar y donde también se observan las consecuencias del Brexit. Muchos galeristas que han cerrado en el Soho o Shoreditch, han mantenido sus sucursales en el Marais parisino. El Monopoly del arte contemporáneo a orillas del Sena ha reforzado la cotización de estas ubicaciones tras la ruptura entre Londres y Bruselas.
Brotes verdes
«Hay una convergencia de factores que dan pie a ese optimismo», nos señala la curadora Kantuta Quiroz, dejando entrever que, pese al contexto de pandemia, el horizonte muestra síntomas vibrantes para la escena de la capital francesa. A ello no solo han contribuido las consecuencias del Brexit, también las grandes renovaciones inminentes que van a experimentar algunos de los epicentros culturales de la ciudad como el centro Pompidou o el Grand Palais.
En otoño de 2023, el Centro Pompidou echará el cierre durante tres años para emprender una renovación total de su edificio, dotada en 200 millones de euros, que le permitirá encarar este futuro radiante con buen lavado de cara. Todo estará listo para que deslumbre de nuevo en 2027, coincidiendo con su 50º aniversario. El Grand Palais también acaba de iniciar un largo proceso de renovación que terminará en 2024, coincidiendo con los Juegos Olímpicos que también acogerá París, y que cuenta con un presupuesto de 466 millones de euros. Ambos proyectos han ido siendo revisados por el Ministerio de Cultura francés, especialmente el Grand Palais, para hacer sus renovaciones menos faraónicas, más ecorresponsables, y, sobre todo, más adecuadas a estos tiempos en los que la sostenibilidad ya no es solo una opción. A estas renovaciones de impacto, que marcarán la agenda cultural en Francia durante los próximos años, se les añade la inauguración de la Colección Pinault, que ocupará la antigua Bolsa de Comercio, tras la intervención del arquitecto japonés Tadao Ando. El edificio exhibirá parte de un conjunto de 10.000 obras pertenecientes al multimillonario François Pinault, dueño de firmas como Yves Saint Laurent, uno de los grandes coleccionistas del planeta. El lujo, con sus fundaciones, también acelera el paso en esa simbiosis con el arte de cara a mostrar todo su esplendor a tiempo para la cita olímpica de 2024, es el caso de Cartier que se dispone a abrir una segunda sede junto al Museo del Louvre.
Pero, ¿por qué todo impulso de terreno y metros cuadrados cuando la pandemia ha propiciado ese gran salto en la cultura y el arte digital? «A pesar de que las ventas online de arte están funcionando muy bien, necesitamos mostrar lo que hacemos», dice Cécile Verdier, presidenta de la sucursal francesa de Christie’s, a «Le Monde». La vitrina y el contacto con la obra y el artista se harán aún más plebiscitados en el mundo de la post pandemia, y París quiere aprovechar al máximo ese contexto. «Lo digital ayuda, pero la confrontación cara a cara con la obra real es insustituible», afirma Emmanuel Kasarhérou, presidente del museo Quai Branly a la revista Beaux Arts. Esas dos realidades que dibujan el futuro a corto plazo, la postpandémica y la postBrexit configuran ese efecto rebote con el que París pretende volver a ser aquella brillante ciudad de los años 20, una especie de túnel del tiempo que enlace al siglo XX con el XXI para hacer de la capital francesa, cien años después, el epicentro europeo del arte.