Fernand Léger, desde el cubismo a un nuevo orden
La Fundación Canal Isabel II acoge, hasta el 5 de septiembre, una exposición dedicada a los grabados del cubista que mejor entendió la concepción popular del arte
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Para entender por qué los cuerpos que pintaba Fernand Léger (1881-1955) se tuercen, se dejan imbuir por los pensamientos casi mecánicos del autor y están invadidos por un color vibrante, pese a ser, en el fondo, reflexiones de un calado más bien político y apagado pesimismo, hay que entender primero quién era. Con aura de niño prodigio y pintas de bonanza rural, el artista fue a estudiar a París a principios del siglo pasado con un extremo cuidado por lo académico, por esa pintura de concepción clásica que, sin saberlo, estaba a punto de hacer saltar por los aires.
Hechizado por la ciudad y por ese caos citadino que solo pudo concebir como «espectáculo sin orden», pronto fue atrapado por las corrientes picassianas, los trabajos de Braque y, de lleno ya en el «hereje» cubismo de la época, se hará amigo de Man Ray y discutirá sobre la culpa judía y la cristiana con Marc Chagall, con el que llegó a convivir. La búsqueda de orden en esa entropía de la ciudad moderna, ahora justo que hablamos tanto de qué demonios es vivir a la madrileña, es objeto de la nueva exposición de la Fundación Isabel Canal II, que se podrá visitar desde hoy y hasta el próximo 5 de septiembre.
Abrazando el arte contemporáneo como cultura popular, con mucho más éxito que otras pinacotecas y salas de exposición que consideran todavía el «gatekeeping» como un arma de gestión cultural válida en pleno 2021, la muestra comisariada por Lola Durán Úcar intenta bajar a Léger de ese cielo bohemio en el que él se inscribió junto a Toulouse-Lautrec mientras añoraba a un Baudelaire, maldito, del que se consideró heredero (lo llegó a plasmar en varios cuadros). Así, a través de 78 grabados, se trata de explicar «la búsqueda del artista de un lenguaje plástico acorde a una cambiante realidad», según Durán. Uno de los puntos fuertes de la muestra, además de la exquisita organización curatorial que nos traslada, de sala en sala, a través de tres espacios expositivos («Du cubisme», «Les Illuminations» y «Cirque»), es la proyección de «Ballet Mécanique» (ballet mecánico). La película, de apenas 19 minutos de duración, fue escrita y dirigida por Léger con ayuda de Ray y Dudley Murphy, guionista fantasma de los primeros filmes pornográficos de la historia y una de esas leyendas ocultas de la cinematografía por su polarizador legado.
Curiosidades históricas aparte, la selección de la Fundación Canal, que ha preparado la muestra en colaboración con The Art Company y cuya entrada es gratuita, se entiende como un acercamiento en clave «pop» al cubismo más canónico, ese que intentaba ordenar lo fugaz y encajar la genialidad dentro de unos cánones que permitieran su estudio, como si, en efecto, se le pudieran poner puertas al campo. Del mismo modo, la sala de exposiciones pretende acercar ese muchas veces abrumador ejercicio a lo llano y a lo, por qué no decirlo, meramente disfrutable. No en vano, Léger dejó escrito en su «Funciones de la pintura», de 1914: «Desde que los impresionistas la liberaron de lo académico (...), la pintura ha de ser usada como sujeto, como mero fin plástico para alcanzar la comodidad estética o política».