Luis María Cazorla: “La libertad se defiende votando y aprendiendo”
El escritor, gran conocedor de la Historia, ilumina algunos hechos del trascendente primer tercio del siglo XX en España, como lo acontecido en el Protectorado marroquí y el Desastre de Annual, del que ahora se cumplen cien años
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Unos lo conocen por ser catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos y otros por ser miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, pero el público general comienza también a reconocer a Luis María Cazorla por sus estudios históricos y sus incursiones literarias. Al prestigio de su trayectoria profesional suma ahora una serie de libros que van descubriendo su nombre a los lectores. Venía de éxitos como «La ciudad del Lucus», «El general Silvestre y la sombra del Raisuni» y «Las semillas de Annual». Pero ahora ha añadido una obra breve, pero enjundiosa, «Así nació la legión. Antecedentes históricos y jurídicos», y una novela, «La Bahía de Venus», que se enmarca en una trilogía con la Segunda República como telón de fondo. Dos títulos que nos ofrecen su mirada sobre el primer tercio del siglo XX de nuestro país. Sus libros irradian un conocimiento de esa época, pero sobre todo del Protectorado español de Marruecos hasta el desastre de Annual, del que ahora se cumplen cien años.
–En julio se cumplen cien años del Desastre de Annual. ¿Cómo afectó a la autoestima de los españoles comunes?
–Afectó mucho. Fue un golpe tremendo. Se derrumbó la imagen que tenía la gente de su propio país en el concierto de naciones. Lo peor fue la muerte de casi 11.000 españoles, la mayoría soldados de reemplazo, que impactó a la sociedad. Era la mayor derrota de un ejército colonial en el mundo contemporáneo. Hubo antes fracasos importantes de Italia en Libia, del Reino Unido en Sudán, pero nada como aquello. Fue un latigazo brutal a la conciencia nacional, aunque no fue algo solo militar.
–¿Se refiere a la corrupción en las colonias?
–Claro. Fue importante también cómo se llegó a aquello. Son lo que llamo «las semillas de Annual». La gente sabía que había una profunda corrupción en las colonias que afectaba a los suministros del ejército. A esto se sumó la falta de criterio en materia de política colonial, que variaba y no era firme. De ahí las equivocaciones en la designación de los militares responsables, quizá por indicación de Alfonso XIII. Ese amiguismo fue desastroso. Berenguer y Silvestre, quien llevó a los españoles al Desastre de Annual, eran contrapuestos.
–La Legión se fundó a finales de 1920 ¿Si hubiera estado en pleno rendimiento se podría haber evitado el Desastre?
–La Legión se constituyó como una fuerza profesional y especializada en la guerra sobre ese terreno. Se hubiera paliado el Desastre porque habrían suplido con eficacia a los soldados de reemplazo. Pero la Legión comenzó la recluta en octubre de 1920, y aunque hizo grandes desplazamientos por el territorio, y había hecho ya sus primeras acciones de guerra, no llegó a tiempo. Cuando los legionarios entraron en Melilla en aquellos días fue la primera vez luz que vieron sus habitantes, amenazados, que pensaban que las huestes de Abd el-Krim, el jefe de los rifeños, iba a entrar en la ciudad.
–Hubo traición de las tropas indígenas, los regulares, que habían asegurado su lealtad a España.
–Eso ya se sabía. Se dijo con mucha antelación. Los indígenas procedían de las kábilas y se iban a volver contra los españoles. La Legión hubiera suplido estas carencias, ya que era una tropa profesional e instruida para esa guerra.
–¿El Desastre de Annual se utilizó para desprestigiar la monarquía de Alfonso XIII?
–Sin lugar a dudas. Alfonso XIII, que era llamado «el rey africano» por su interés en la presencia española en ese continente, se involucró mucho en el asunto. Era quien animaba a continuar la guerra. Alfonso XIII animó a Berenguer y a Silvestre a la acción militar en África, y arrastró a la monarquía con él.
–Los republicanos y los socialistas no desaprovecharon la ocasión.
–La oposición, los republicanos y los socialistas, utilizaron el Desastre para atacar al Rey, la monarquía y al régimen de la Constitución de 1876. Lo hicieron desde la tribuna de las Cortes y en la prensa de sus partidos. Era un ataque constante al sistema, que las muertes en Annual parecía darles la razón. Eran contrarios a la acción militar en África y encontraron un motivo muy poderoso para atacar al Rey.
–Hay quien vincula el Desastre de Annual con la dictadura de Primo de Rivera.
–Efectivamente. Una de las razones del advenimiento de la dictadura de Primo de Rivera fue tratar de detener la investigación parlamentaria del llamado «Expediente Picasso», que señalaba al Rey y a los altos mandos militares en el Desastre. En dicho expediente hay acusaciones de responsabilidad directa de Alfonso XIII. Eso animó el golpe de Primo de Rivera, cuya dictadura remató a la monarquía.
–Hoy se dice que España era republicana en 1931. ¿Aquel 14 de abril, España se acostó monárquica y se despertó republicana?
–España era todavía republicana en el mundo rural, y republicana en las ciudades, donde estaba la gente más liberal y reformista. Los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 no dicen que la mayoría fuera republicana.
–Entonces, ¿por qué cayó la monarquía?
–La Dictadura dañó enormemente a la monarquía, y nutrió el republicanismo. El problema estuvo en que las clases pensantes, la élite cultural, los intelectuales, escritores y periodistas, se apartaron del Rey y de la monarquía. Alfonso XIII quedó esos días de abril desasistido incluso de los monárquicos. Eso aumentó el sentimiento republicano entre la gente común. Pero fue algo lógico porque el sistema de la Restauración estaba roto.
–¿Quiere decir que el republicanismo creció a costa de la crisis de los partidos políticos monárquicos?
–Los partidos estaban muy fraccionados. Las pugnas entre los partidos del turno y los gobiernos efímeros daban muy mala imagen. El sistema estaba ya desfasado. Al otro lado estaban los republicanos y los socialistas, en la prensa, las calles y las Cortes, denunciando las carencias del régimen. El desplome de la Dictadura y los errores de ese momento mostraron que no había actores políticos capaces de resucitar la monarquía constitucional.
–¿Falló la República desde un punto de vista jurídico?
–La Segunda República tuvo grandes aportaciones jurídicas. La Constitución de 1931 fue un texto muy avanzado respecto a la Constitución de 1876. A su amparo se introdujeron cosas de sentido común como el voto de la mujer o la incorporación de los partidos de las clases obreras. También la reforma militar, aunque no salió bien. El fallo fue la continua declaración de los estados de alarma, excepción y guerra que impidieron un normal desarrollo jurídico.
–¿Y las autonomías? Porque el nacionalismo catalán creó muchos problemas.
–Las autonomías, por ejemplo, fueron un intento valiente de resolver el problema catalán y vasco que desgraciadamente salió mal. Esa posibilidad que abría la Constitución era jurídicamente avanzada. Hay que reconocer que fue un paso adelante en la integración.
–Los dirigentes políticos no ayudaron tampoco
–El gran defecto de la Segunda República fue político. La incapacidad para integrar a todos en el sistema. No quisieron construir una República de todos, ni la izquierda ni la derecha. Cuando alcanzaron el poder se esforzaron para excluir de la vida política a sus adversarios.
–¿Por qué la izquierda idealiza hoy la Segunda República?
–La izquierda solo quiere ver el lado bueno de la Segunda República. Utilizan ese episodio como arma contra ciertos aspectos de la Transición y de la Constitución de 1978. No se trata de una visión histórica, sino de un instrumento político para atacar un gran logro en el desarrollo de España.
–En su última novela habla de la isla de Fernando Poo. ¿Cree que los «millennials» saben que fue colonia española?
–No. Esta generación sabe muchísima menos historia que las precedentes. Clama al cielo su ignorancia. No han oído hablar de muchas cosas, casi ni de la Transición o de Adolfo Suárez. No todo es culpa suya.
–¿Quiere decir que hay un interés político en que no sepan Historia?
–Por supuesto. Mantener a las nuevas generaciones en la ignorancia es un elemento de idiotización de la juventud. Si no conocen lo que ha pasado, carecen de un elemento básico. No quieren que tengan criterio propio. El estudio de la historia permite evaluar el mundo en el que vivimos. Si no se estudia, es fácil que esa juventud se deje llevar.
–Reivindicar el estudio de la Historia no está de moda.
–Estudiar historia es fundamental por dos razones. Una, más general, es conocer de dónde se viene, cómo vivían tus antecesores, cuáles son tus raíces. La historia es una escuela de vida. Hay otra razón más concreta. La juventud piensa que lo normal es vivir en democracia, que los derechos y la libertad es algo consustancial a vivir en sociedad, y no es así. No saben el logro que fue la Transición, con una constitución democrática, conseguido hace poco, que hay que defender.
–Eso mismo decía Hayek, que si la gente da la libertad por segura y no se defiende de sus enemigos, la pierde.
–La libertad se defiende votando y aprendiendo, cultivando el criterio propio. Solamente así se puede distinguir a los que quieren repetir errores del pasado. Hay que conocer la importancia de la democracia en la que vivimos para que no se pierda. Es importante, porque la sangre del sistema democrático se puede coagular.