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“El necio”: así es la canción de Silvio Rodríguez con la que Pablo Iglesias dice adiós a la política

El secretario general de Podemos se sirvió de una estrofa de la composición del cantante cubano para despedirse tras la derrota en la Comunidad de Madrid

Pablo Iglesias durante el acto de cierre de campaña del partido en el anfiteatro "Lourdes y Mariano" del parque de la Cuña Verde de Vicálvaro
Pablo Iglesias durante el acto de cierre de campaña del partido en el anfiteatro "Lourdes y Mariano" del parque de la Cuña Verde de VicálvaroIsabel InfantesEuropa Press

Se barruntaba una noche plagada de sinsabores para la izquierda en Madrid. Ni el espejismo ilusorio que por la mañana generaban los elevados índices de participación -llegando a convertirse en el más alto de la historia de la comunidad con un 76,25 %-, ni las colas kilométricas en los colegios electorales de las zonas del Sur, de los barrios eminentemente obreros, ni el ejercicio esperanzado de consignarse al clásico “que hable la mayoría”, ni tampoco los tres escaños ganados con respecto a los resultados de hace dos años dentro de Unidas Podemos. Nada ha evitado que Pablo Iglesias se despida para siempre del tablero de la política sin dejarse ninguna ficha en la mesa. Se va sin titubeos, sin maniobras, sin la extravagancia del volantazo, con la honestidad anticipada de quien se sabe perdedor antes de empezar a jugar, opacando el “hasta luego” con un rotundo “hasta siempre”, se va reconociéndose estorbo para su partido, se va con cuatro balas en un sobre y siete años de liderazgo como secretario general de un partido llamado Podemos a sus espaldas.

Tras proclamarse la victoria de Ayuso en estas elecciones del 4 de mayo, Iglesias cogió el micro en el interior de la sede de Unidas Podemos para anunciar una noticia que a pocos ha pillado por sorpresa: “Hemos fracasado. Hemos estado muy lejos de conseguir una mayoría suficiente para armar un gobierno decente, un gobierno de izquierdas en la Comunidad de Madrid. Ser útil para Unidas Podemos es mi mayor aspiración. Pero más allá del afecto y el cariño que me han transmitido los compañeros y compañeras, creo que es evidente que a día de hoy, y estos resultados lo dejan claro, que no contribuyo a sumar y no soy una figura política que pueda contribuir a que, en los próximos años, nuestra fuerza política consolide su peso institucional. Dejo todos mis cargos. Dejo la política entendida como política de partido e institucional”, señaló en un momento concreto de esa crónica de un adiós anunciado que planeaba desde hace meses sobre su futuro.

“Seguiré comprometido con mi país, pero no voy a ser un tapón para la renovación de liderazgos que se tiene que producir en nuestra fuerza política. No soy una figura que pueda contribuir a que Unidas Podemos consolide peso institucional dentro de dos años en Madrid. Es el resultado de que te hayan convertido en un chivo expiatorio que moviliza lo peor de quien odia la democracia. Por eso he tomado esa decisión. Cuando uno deja de ser útil tiene que saber retirarse. He puesto toda mi inteligencia y toda mi pasión, no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui. Hasta siempre”, remataba Iglesias. Precisamente esas últimas palabras con las que el ahora ex líder encaraba el último baile, pertenecen a un tema del cantautor cubano Silvio Rodríguez llamado “El necio”. No parece casual que la composición sea uno de los himnos de la izquierda latinoamericana y que en ella se hablesobre algo parecido a la consecuencia.

 

Compuesta en 1991 en La Habana, en pleno periodo de derrumbe de la Unión Soviética y con el proceso de incertidumbre cubana dentro de un contexto global orbitando, el autor reconoció que escribió la letra pensando en Fidel Castro y también en sí mismo. Fue un hecho puntual en cambio, un episodio del infinito anecdotario de un músico de su talla que le ocurrió en el aeropuerto de Miami mientras hacía escala camino a Puerto Rico, lo que le inspiró para componerla. “Me rompieron una guitarra. Fueron cubanos que trabajaban en el aeropuerto quienes le saltaron encima. Culpa mía creo yo, porque tenía una pegatina de Fidel y una bandera cubana, y no me dio la gana de quitarlas. Digamos que me lo busqué. Cuando llegué a Puerto Rico, escuché en la radio un programa desde Miami donde decían que la contrarrevolución estaba muy decaída porque habían pasado los revolucionarios ‘fulano’ y ‘mengano’, entre ellos yo, por Miami y en otra época nos hubieran arrastrado, hubieran limpiado las calles con nosotros”, reconoció el músico en una entrevista.

“Yo tenía noticias de que a veces había manifestaciones de agresividad, lo había leído, me lo habían contado; pero en mis huesos, en mi carne, nunca había sufrido una amenaza pública de esa envergadura. ¿Cómo puede uno provocar tanto odio por hacer canciones que no hablan del odio?”, se cuestionó Rodríguez. Pablo Iglesias no tiene la barba de Fidel Castro, tampoco la sonrisa revolucionaria de Silvio, pero la letra de la composición que nos ocupa define su paseo por la democracia, describe las costuras de su trayectoria, perfila las consecuencias de su despedida como si estuviera hecha a medida. Y si no, juzguen ustedes mismos.

“El necio”

Para no hacer de mi icono pedazos,
para salvarme entre únicos e impares,
para cederme un lugar en su parnaso,
para darme un rinconcito en sus altares.
Me vienen a convidar a arrepentirme;
me vienen a convidar a que no pierda;
me vienen a convidar a indefinirme;
me vienen a convidar a tanta mierda.

Yo no sé lo que es el destino,
caminando fui lo que fui.
Allá Dios, que será divino,
yo me muero como viví.
Yo quiero seguir jugando a lo perdido;
yo quiero ser a la zurda más que diestro
yo quiero hacer un congreso del unido:
yo quiero rezar a fondo un hijo nuestro.

Dirán que pasó de moda la locura;
dirán que la gente es mala y no merece
mas yo partiré soñando travesuras....
acaso multiplicar panes y peces.
Dicen que me arrastrarán por sobre rocas;
cuando la revolución se venga abajo
que machacarán mis manos y mi boca,
que me arrancarán los ojos y el badajo.
Será que la necedad parió conmigo;
la necedad de lo que hoy resulta necio;
la necedad de asumir al enemigo;
la necedad de vivir sin tener precio.

Silvio Rodríguez