José Miguel Pérez-Sierra: “Los teatros son más seguros que el fútbol”
El maestro tiene doble tarea en el Real: “Don Fernando, el emplazado”, de Zubiaurre, y “Viva la mamma”, de Donizetti
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Pillamos a José Miguel Pérez-Sierra en el camerino de la sala de orquesta del Real. Un lugar al que se va a acostumbrar durante estas semanas porque, a falta de una, tiene dos citas seguidas: “Don Fernando, el emplazado” (15 y 17 de mayo) y “Viva la mamma” (del 2 al 13 de junio). Un doblete que se suma a su reciente paso por la Zarzuela con “Benamor” para completar así un triplete que viene al pelo con su afición futbolera. Pero ahora es tiempo de centrarse en “el mejor teatro del mundo”.
–Casi nada...
–Y, encima, es el de mi ciudad, así que el orgullo es triple por ser madrileño, por estar aquí y por ser “el mejor”. Para muchos ya lo era en el corazón, pero ahora es de verdad y, además, me ha pillado siendo partícipe en este momento.
–Y por partida doble.
–Así es. En general, he tenido suerte con las reprogramaciones. En 2021 se me ha juntado una temporada y media, pero estoy feliz de estar tan atareado. Especialmente por el reconocimiento de mi propia ciudad, que no es fácil ser profeta en mi tierra.
–¿Qué es “Don Fernando”?
–Una ópera que va a sorprender. Podríamos decir que Zubiaurre tiene mucho para ser considerado el Verdi español. Puede sonar demasiado grande porque Verdi es inalcanzable, pero en esa época había muchos compositores intentando ser Verdi y, probablemente, la aproximación de Zubiaurre es la mejor. Tiene su propia originalidad, pero también hay un perfume verdiano constantemente y una vena melódica muy personal que lo hace más respetable. Zubiaurre fue maestro de capilla del Palacio Real y se dedicó a la música sacra, y quizá por eso, por no tener más producción, no fue más importante. En esa época, en España se demandaba más zarzuela y, al revés que Chapí y otros, no estaba dispuesto a ceder en su lenguaje.
–La muerte de “Don Fernando” (Fernando IV de Castilla) es una incógnita, ¿a qué teoría se apunta usted?
–La última noticia que tengo por un amigo que es profesor de Historia es que hay constancia de que los hermanos Carvajal fueron ejecutados un mes antes de la muerte del Rey Fernando de Castilla... La ópera se basa en la historia de Bretón de los Herreros, que hace una interpretación libre. Aquí está novelado. Hay una trama política falsa y entra la cuestión amorosa que no es histórica porque el rey estaba casado.
–Eso no siempre ha sido un impedimento para los reyes.
–(Risas) También es verdad. No sabemos si Constanza de Portugal estaba escondida por algún lado del palacio.
–¿Cuál es la dificultad de esta historia en versión concierto?
–Ocurre lo mismo que con el “Don Carlo”, pero Schiller trata temas más universales que te pueden llevar a otro contexto. Aquí no, el castillo tiene que ser un castillo y el monje un monje. Es la primera vez de esta ópera y hay que ponérsela al público tal y como es. De otra forma requeriría una escenografía enorme y creo que son buenas este tipo de recuperaciones.
–Pues todos centrados en la música.
–Efectivamente. Aunque llevamos años estudiando la partitura y cada uno trae sus ideas. Se empezó a hablar de este proyecto en 2016. Son sanas este tipo de recuperaciones con una versión en concierto para concentrarnos solo en la música, pero sí esperamos que tenga vida más allá. Aunque eso ya es otro proyecto y todavía no hemos hablado de ello.
–¿Y de “Viva la mamma” qué me cuenta? Dicen que va a ser un despiporre.
–Donizetti fue un grandísimo productor de ópera, pero ninguna tan alocada y desternillante como esta. Hay que ver a Luis Cansino y Carlos Álvarez en el papel de Ágata, están inmensos. Hay veces que hay que mirar la portada de la partitura para comprobar que pone Donizetti y no Rossini. Se asemeja más al Rossini bufo de la primera época.
–Más de un año después del parón pandémico, ¿qué balance hace?
–En España hemos tenido la inmensa suerte de que, a nivel gubernamental, a los teatros no se les han metido en el mismo saco de otros sectores. La cultura es segura y los teatros son como un quirófano. Tenemos medidas constantes y estamos permanentemente controlados con test. Somos más seguros que el fútbol. Aunque reconozco que aprender a convivir con la mascarilla mientras dirijo ha sido lo más duro, pero creo que lo tenemos controlado.
–¿Molesta mucho la mampara?
–Bueno, cada teatro elige su nivel de tortura (risas).
–¿Susto o muerte?
–Prefiero la mascarilla para no tener esa barrera que, además, crea reflejos con las mamparas de los vientos.