El fracaso que iluminó a Sorolla
Hasta el 9 de enero, el Museo Sorolla acoge la exposición «Sorolla. Tormento y devoción», que muestra, a partir de 46 obras, su trabajo más desconocido e inédito
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Joaquín Sorolla evolucionó con la luz. Sus soleadas playas y paisajes veraniegos que protagonizan la mayoría de su obra artística más conocida, no fueron más que el resultado de su aprendizaje. Un recorrido peculiar que entraña obras que bien podrían contener reminiscencias goyescas o de Velázquez. Estos inicios, específicamente su creación pictórica entre 1880 a 1902, se recogen desde hoy hasta el 9 de enero en la exposición «Sorolla. Tormento y devoción».
El museo madrileño que tiene su nombre acoge una muestra que, a partir de 46 obras –de las cuales 30 son préstamos de colecciones particulares y entidades eclesiásticas–, refleja el trabajo más desconocido e inédito de Sorolla: la pintura religiosa. Y, como decíamos, retrata su crecimiento artístico bajo el hilo conductor de la luz: desde que, casi veinteañero, practicaba con las sombras en rostros o túnicas blancas, también probó con fogonazos de pincelada gruesa en velas y candelas, hasta llegar a la iluminación natural, que comenzó a ensayar con los horizontes.
En este sentido, destaca una de las obras más interesantes de esta exposición. Una pintura a pedazos, que se exhibe por primera vez desde la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887 y que es fundamental para entender tanto los inicios del pintor como el devenir de su carrera. Se trata de «El entierro de Cristo» (1885-1887), obra que supuso el mayor tormento de Sorolla y que tuvo tan poco éxito que constituyó un punto de inflexión. Lo que rodea a esta pintura es polémica y misterio: se conservan tres piezas y, tras un complejo proceso de restauración y «a partir de una fotografía, hemos hecho un montaje museográfico para que el espectador se haga partícipe de cómo era», explica Luis Alberto Pérez Velarde, comisario de la exposición. Si bien hay muchas teorías, no se sabe qué pasó con el resto de la obra: «Intuimos que Sorolla abandonó este cuadro. Es bastante dramático y le preocupaba lo que dijeran los críticos. Hay una carta que le manda a su maestro Francisco de Pradilla expresando ese temor», dice el experto, y, efectivamente, «se le tachó como un cuadro que tenía falta de luz». Esto supuso, por tanto, un fracaso para Sorolla, que provocó que su carrera artística se iluminara con nuevos enfoques.
Sol mediterráneo
Y, tras vivir en Roma, Asís y Madrid, llegamos al Mediterráneo. La exposición continúa con obras donde ya se comienzan a ver los primeros paisajes marítimos y marineros. Pinturas que buscan en la anécdota la excusa para representar escenas costumbristas, con «luz solar» y con las que comenzó a cosechar sus primeros éxitos internacionales. «A finales de los 80, las escenas de las costumbres religiosas causaban furor entre los artistas españoles», dice el comisario, y «ahí Sorolla encuentra un remanso de paz». Así, tras el tormento de sus inicios, la muestra plasma cómo comienza a refinar su pincel produciendo escenas cotidianas con un talento retratístico impecable y una inconfundible devoción por la luz marinera.