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Hablamos con Sara Baras: «Camarón me dijo que no olvidara de dónde vengo»

La artista, que actúa este fin de semana actúa en Sancti Petri, confiesa que “el taconeo debería ser deporte olímpico” y que es “más fácil mentir hablando que bailando”
Sara Baras actúa este doningo en Concert Music Festival de Sancti Petri con su espectáculo «Momentos»...
© Gonzalo Pérez MataLa Razón

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Las mil revoluciones de su taconeo contrastan con su voz pausada y reflexiva. Es como si los pies y la voz de Sara Baras viajaran a diferente velocidad. Sobre el escenario trasmite energía y revuelo, pura adrenalina, mientras que en las distancias cortas evoca paz. Charlar con ella es como sentarse con un familiar que hace tiempo que no ves, con una gran mesa repleta de comida de por medio, y degustar cada bocado al tiempo que escuchas las historias de su dilatada vida, a la que cada día suma una experiencia nueva. En septiembre regresará a Madrid con sus «Sombras», pero el verano también lo tiene movidito. Este domingo actúa en el Concert Music Festival de Sancti Petri con su espectáculo «Momentos»...
- Aunque para «momentazo», el que estamos viviendo ahora, ¿no?
Desde luego. El espectáculo ya estaba concebido antes de la pandemia y se basaba en los momentos más importantes que han marcado a la compañía durante todos estos años. Pero a raíz de la situación actual lo hemos dado una lectura nueva, con más colorido, esperanza y ganas.
-¿El mejor momento de su vida?
Cuando descubres que tu nombre, tu baile, significa poder ayudar a la gente.
-¿Y el más amargo?
Tiendo a ser positiva, no lo había pensado. Quizá cuando mi padre estaba muy malito, a punto de morir, y yo estaba estrenando Carmen en el Liceu de Barcelona. Me hubiera gustado estar a su lado, pero el trabajo no me lo permitió. Por suerte, mi padre se recuperó, pero aquello que marcó.
-Dicen que es muy exigente sobre el escenario y que el orden y la disciplina es un «must» para trabajar a su lado. ¿En su día a día es tan estricta?
Soy exigente en primer lugar conmigo misma y eso me permite serlo con mi equipo, de los cuales estoy muy orgullosa. Hay que cuidar cada detalle. La improvisación solo me gusta cuando todo está en su sitio. El baile es técnica, una vez tienes eso controlado puedes dejarte llevar por lo que sientes. La emoción y el corazón es fundamental, pero también la técnica. No estar a la altura me parecere una falta de respeto hacía el público.
-¿La disciplina viene por parte de madre (profesora de baile) o de padre (militar)?
Ambos suponen una buena mezcla, uno aportaba la parte más rígida y la otra, la más bohemia. Una buena medida de ambos es perfecta.
-Si en casa hubiera dicho que iba a dedicarse, por ejemplo, a la ingeniería aeroespacial, ¿habría sido un disgusto?
Al contrario. Yo no conozco la vida sin baile, pero antaño era una época diferente. Cuando era pequeña, me decían que estudiara una carrera, pero yo insistía en que mi carrera era el baile. Era un tema complicado, parecía que el dedicarse a bailar no era una profesión.
-Y si no hubiera llegado a poder vivir del baile... ¿qué habría hecho?
Seguro que algo relacionado con la ayuda. Soy una persona muy paciente y tranquila y, aunque no lo parezca, eso me lo ha dado el baile.
-Su zapateo compite con la velocidad de la luz. ¿Ha contado en alguna ocasión el número de golpes por minuto?
(Risas) A veces me han minutado el taconeo, pero ahora no recuerdo la cifra. No es algo en lo que yo me fije.
-¿Debería ser el taconeo un deporte olímpico?
Perfectamente. Es algo que requiere mucha técnica y estudio, no todo es naturaleza. Es un ejercicio muy complejo que no está al alcance de cualquiera. Requiere mucho trabajo e, incluso, después de la práctica hay que ver si realmente haces música con los pies o ruido.
-Sus piernas poco tendrán que envidiar a la de los futbolistas...
Es curioso que los futbolistas que vienen a ver nuestro espectáculo, como Zidane, Sergio Ramos o Raúl, identifican rápidamente el esfuerzo físico tan grande que requiere el taconeo. Alcanzamos grandes velocidades, luego hacemos frenazos y giro... Muchos de los futbolistas que afirman que esto es un deporte en toda regla.
-Parece que la fusión en el arte es algo que cada vez toma más fuerza. Usted lo consuma en el flamenco. ¿Las mezclas son siempre buenas o algunas pueden dejar una mala resaca?
Siempre que haya calidad las mezclas son buenas. Pero nunca se debe olvidar quién eres. La fusión es buena si aporta algo. Quizá luego hay determinadas mezclas que no tienen una identidad marcada... y se hacen un lío.
-Se acaba de inaugurar en su tierra el Museo de Camarón, ¿qué consejos le dio el maestro?
Ya tocaba que la Isla tuviera un centro dedicado a él. Camarón traía a sus niñas a la escuela de baile de mi madre, tuve la suerte de poder compartir muchos momentos con él. Recuerdo que en la Venta de Vargas, en San Fernando, que siempre ha sido un lugar de reunión de artistas, en una ocasión, se estaba hablando sobre que me iba a Madrid. Entonces, Camarón, con esa voz tan dulce que tenía, me dijo: «Niña, tu nueva olvides esto, no te olvides de dónde vienes». Y es algo que siempre tengo presente.
-También ha bebido de Paco de Lucía, Carmen Amaya, Enrique Morente... ¿Guarda algún fetiche suyo?
No se necesita tener nada físico de ellos, lo que llevo presente es su forma de sentir, de expresarse. Todos los maestros están incorporados en lo que hago, es como una brisa que siempre llevo dentro.
-¿De quien espera la crítica con más nerviosismo cuando presenta un nuevo espectáculo?
Solía hacer un preestreno de mis espectáculos para una fundación de personas con síndrome de down. Lo que me transmitían esos chicos era puro. No se guardan nada. Si les gustaba, les gustaba y si no, se aburrían, para mi era muy importante su reacción.
-¿El baile es más sincero que el lenguaje?
Creo que hay gente cuyo lenguaje es el baile, es algo muy sincero porque no puedes dar lo que no tienes. Es más fácil mentir hablando que bailando.
- ¿Cómo es trabajar con la familia? ¿Se llevan los problemas a casa?
Es maravilloso, pero hay que saber poner cada cosa en su sitio, a veces, si pasas esa línea puedes dejar de ser objetivo y es un problema.