El «más difícil todavía» del circo para sobrevivir
La falta de reconocimiento institucional en pro de los nuevos espectáculos de teatro unido a la asfixia legislativa, abocan a estos espectáculos a su desaparición: «Creen que con 20.000 euros al año nos ayudan, pero eso no cubre más de una semana de gastos», lamenta Nacho, del Circo Quirós
Vicente Quirós ha cumplido esta semana 105 años. «Toda su vida dedicado al circo y nunca ha recibido un Premio Nacional”» espeta Nacho Pederro, el actual gestor de este espectáculo circense, uno de los más antiguos del panorama español y que levantó su primera carpa en 1916. Lo dice con rabia e indignación.
Todavía colea la polémica por el destinatario del prestigioso galardón del Ministerio de Cultura –dotado con 30.000 euros–, que este año ha ido a parar al artista Manolo Alcántara. «Se lo dan a una persona que hace malabares en la calle. Yo no digo que todas las disciplinas no merezcan respeto y reconocimiento, pero el circo es lo que indica en el diccionario: “Un espectáculo con carpa, animales, payasos, pista, trapecistas….” Los inventos modernos no tienen que ver nada con esto», añade mientras nos hace un recorrido por el «backstage» del Circo Quirós.
Mientras Luis, el adiestrador, cuida de los ocho camellos, la llama y los dos caballos que descansan en el exterior y varios operarios comprueban luces y sonido, Nacho lamenta el olvido institucional en el que se encuentran inmersos. Ya no solo por no recibir reconocimientos públicos, sino por el asedio legislativo y ausencia de subvenciones que arrastran en los últimos años.
«Desde que Podemos llegó a los ayuntamientos, allá por 2015, nuestra situación ha ido a peor, se están cargando una profesión, nos asfixian. Sin contar con las manifestaciones que nos han montado en las puertas de nuestro trabajo», argumenta al tiempo que señala lo «veleta» que ha sido el PSOE en todos estos años. «Fíjate, en 2011, los socialistas aprobaron la Ley General del Circo, donde se incluían los animales como parte del espectáculo. Ahora, desde que están con Podemos, todo son prohibiciones. También es cierto que gracias a ellos se incluyó la figura del profesor para los niños del circo, pero ahora parece que están cambiando», explica este madrileño que desde pequeño soñó con trabajar bajo una carpa circense y hace siete años lo consiguió. También apunta a los vaivenes de Ciudadanos,» que vota las normativas privativas a favor o en contra según les convenga, pero sin principios claros».
Año y medio sin trabajo
Tras 18 meses de parón por la pandemia, el Quirós volvió a abrir sus puertas hace tres semanas: «Ha sido muy duro, nosotros somos nómadas, así que estar encerrados en casa fue una tortura, estábamos deseando salir», cuenta Felom, la trapecista, mientras calienta para la sesión que comenzará en unas horas. «Y hemos estado sin trabajar ni cobrar. Ni una ayuda hemos recibido», añade. Una protesta que también hace suya Nacho: «Todas las subvenciones han desaparecido, tan solo nos dan unos 20.000 euros al año, que es lo que gastamos, aproximadamente en una semana, es irrisorio. Además, penalizan a los espectáculos que tienen animales. Es un sinsentido».
El Quirós es uno de los 43 circos que hoy en día siguen en activo en España, «el resto han ido desapareciendo, antes había muchos más, pero es complicado sobrevivir según está la situación y la tendencia que lleva», puntualiza el gestor. «He tenido compañeros que han sobrevivido este tiempo gracias a las ayudas de Cáritas o Cruz Roja. Hay días que no sabían si iban a comer. Mientras el presidente Sánchez, este verano, se dedicaba a cambiar las cortinas del Palacio de Doñana, aquí había gente que no podía cenar», apostilla con enfado.
Otro de los aspectos más «hirientes» para él es la eliminación de las ayudas que recibían a la hora de alquilar el suelo donde plantar sus instalaciones: «Eso depende de cada Ayuntamiento, pero es una cantidad media que nos exigen pueden estar alrededor de los 6.000-7.000 euros. Antes se nos echaba un cable, ahora nada. Y aquí trabajamos 103 personas. Hay familias, niños, muchos gastos. Gracias a que a la gente le sigue gustando el circo y casi siempre estamos llenos, sino, este arte habría desaparecido».
Felom, antes de despedirse para ir a buscar a sus hijos que están en clase junto a los otros 10 menores de esta gran familia, coincide en las vicisitudes que atraviesa su oficio. Ella se crió en ambiente circense, y antes de conocer a Luis, su marido y el adiestrador de animales, trabajaba en «la competencia»: «Nuestra vida es así, nos costaría reinventarnos. Es una forma de cultura y de vida».
Es más, los trabajadores de este arte reivindican que, mientras que en el resto de Europa se habla de «los señores del circo», aquí, las autoridades se dirigen a ellos como «los del circo». «No estamos valorados. Da envidia cómo se trata al sector en países como Alemania, Francia e Italia, donde, por cierto, trabajan con animales. Parece que los políticos no se dan cuenta que esto es un espacio que mueve millones de espectadores y que da de comer a más de 2.500 familias. Nos tienen completamente apartados», añade Nacho.
Aunque el gestor se resiste a darnos datos concretos sobre gastos e ingresos de su negocio, apunta que las inversiones que se hacen para montar un circo «son millonarias». Eso sin contar que, tan solo para ponerlo en pie tardan tres días. Un trabajo titánico.
Iceta, en el punto de mira
Si tuvieran al ministro de Cultura, Miquel Iceta, delante, ¿qué le pedirían? «Eso ya sería un buen comienzo, que se sentaran a escucharnos supondría un logro. A partir de ahí, pues que mejore las ayudas al sector, porque son mínimas y que también nos otorgaran premios, claro que sí».
De las cosas que más indignan a los trabajadores circenses es la penalización por tener animales en su «show». «Lo terrible es que, encima, no tienen ni siquiera un plan para ellos y es un grave problema. En México, cuando prohibieron el uso de animales en circos, tampoco desarrollaron un plan alternativo para ellos y la consecuencia es que el 80% ha muerto y a los que han sobrevivido parece que les van a dejar de nuevo volver al espectáculo», cuenta Nacho mientras acaricia a Aladín, uno de los camellos estrella que hace las delicias de los más pequeños cuando sale al escenario.
«Y sin hablar, por ejemplo, de las descabelladas propuestas de acabar con los delfinarios. ¿Dónde los van a meter? ¿En La Moncloa? ¿En Galapagar», pregunta de manera retórica. Para los circenses, la solución no pasa por la prohibición sino «por el diálogo y la libertad». «Aquí, en Madrid, tenemos la suerte de tener a una presidenta como Isabel Díaz Ayuso y un alcalde como José Luis Martínez-Almeida. No sé si a ellos les gustará o si vendrán al circo, pero al menos nos apoyan y respetan», dice sin tapujos el responsable del Circo Quirós.
Luis regresa al «establo portátil» para dar la recompensa a los animales tras haber realizado un ensayo previo al espectáculo, mientras los costureros apuran a pie de pista las ultimas puntadas del vestuario. El espectáculo comenzará en unas horas y el silencio que ahora impera entre las gradas pronto se llenará de risas y adrenalina: «Costará que esto siga en pie años, el porvenir es muy negro, y no porque el público deje de venir. Pero los que trabajamos en el circo estamos acostumbrados al ‘’más difícil todavía’', sabemos caminar con la cuerda floja haciendo malabares», sentencia Nacho.