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Del fenómeno Carmen Mola al Dante: el año en que los libros batieron récords de venta

Récord Estos meses se han convertido en los mejores para la literatura de la última década con una subida de ventas entre un 15 y un 17%, confirmando la robustez del sector como una industria esencial
Enrique CidonchaLa Razón

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El pesimismo no es un virus letal, pero resulta igual de contagioso y amenazador que el peor de los coronavirus. Cuando la covid dejó de ser una enfermedad asiática para convertirse en una pandemia mundial y entró a formar parte de los perímetros de nuestra inmediata cotidianidad, igual que las mascarillas y el urgente lavado de manos con gel hidroalcohólico, muchos auspiciaron un futuro negro para el libro. El cierre de las librerías y el confinamiento pronosticaban otra edad dorada para las plataformas televisivas y los videojuegos y el apuntalamiento de un temor que para muchos resultaba tan inevitable como el cambio climático: el descenso de los niveles de lectura. Pero si la historia nos ha dejado una lección a lo largo de tantos siglos, que, todo sea mencionado, los hombres jamás tienen presente ni anotan a pesar de su evidente valor, es su gran capacidad para eludir los vaticinios y regatear los cálculos más seguros para salir por la esquina más imprevisible y menos pensada.
Aquellas semanas de encierro domiciliario, durante las cuales muchos ciudadanos aprendieron a reconocer rostros en el gotelé de la pared, lo único que envejeció a una velocidad vertiginosa fue la programación que ofrecían los canales a la carta. Después de una eclosión de entusiasmo por un par de producciones, más entretenidas que inolvidables, todo sea dicho, los hechos revelaron una realidad que muchos se negaban a reconocer: el noventa por ciento de las series son más aburridas que un deshielo. El hombre, que es un animal de escasas lealtades, buscó alrededor un motivo que le evitara destrozar a mordiscos el mobiliario del salón, y lo encontró en ese objeto inesperado y arrinconado, que no necesita recargarse y que no funciona con ninguna actualización ni con luz eléctrica, y que muchos aún llaman libro.
En un momento donde la realidad invitaba a hacer cursos «online» de supervivencia y se rebuscaba en el atlas un país que se gobernara sin necesidad de políticos, ellos nos ofrecieron una ventana inesperada a unos mundos que se habían dejado de lado. Cuando los gobiernos, que jamás han reconocido la cultura como un producto de primera necesidad (de la misma forma que todavía no consideran necesario reforzar la atención primaria), decidieron que las librerías podían abrir sus puertas, docenas de personas acudieron a ellas para reencontrarse con un hábito que, a pesar de lo milenario que es, todavía procura enormes satisfacciones, se revela de una enorme utilidad y que, como extra, aporta cierta conciencia crítica en un mundo donde el individuo es una especie en extinción y el pensamiento cada vez es más grupal. Desde esos meses, las ventas de libros han ido creciendo de manera gradual y paulatina, demostrando que la sed por encontrar historias originales, nuevas, divertidas, aleccionadoras, instructivas, sorprendentes o inesperadas es tan antigua como la misma genética humana.
Todo apuntaba un rebrote de la lectura, pero lo que solo era una tendencia se ha ido consolidándose con firmeza, un paso tras otro, hasta este septiembre, con la inauguración de la esperada Feria del Libro de Madrid, que confirmó que la limitación de foro no iba a detener a los lectores. El Retiro vino a confirmar que los libros gozaban de buena salud, que la historia y la no ficción se consolidaba y ganaba terreno, que la novela seguía distribuyendo ilusiones en la apesadumbrada y atónita ciudadanía y que la poesía, al contrario de los que piensan algunos, no forma parte del pasado, como el mamut lanudo o el león de dientes de sable. Este 2021, contra todo pronóstico, se ha confirmado como uno de los mejores años para el libro de la última década, con un aumento porcentual de las ventas que oscila entre 15 y un 17 por ciento sin contar las ventas de los libros de texto, que suponen un buen tirón para la industria del sector. Un incremento que tiene una traducción numérica, o económica, que es sustanciosa: unos 1.200 millones de euros y alrededor de 25,000 puestos de trabajos. Unos datos que confirman a esta industria como una de las principales del país y un elemento clave de su desarrollo y evolución.
Y esto no ha terminado. La actual campaña navideña promete regalarnos más buenas noticias. Parece que los Reyes Magos están deteniéndose más de lo usual en los escaparates de las librerías y que esta progresión no tiene la volubilidad de un espejismo. La Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAl) ya ha anunciado que subirán las ventas un 20 por ciento en los siguientes días, algo que resulta crucial para las pequeñas y medianas librerías, cuya facturación depende de la caja que hagan en estas fechas (estimada alrededor de un 20 y un 30 por ciento). El optimismo, más que un deseo, se revela así con la misma consistencia que el hormigón armado y los datos avanzan que durante los próximos meses, los libros van a seguir siendo un «Trending Topic» de nuestro consumo.