James Nunn: “El cine de acción patriótico y frívolo ha dejado de tener sentido”
El director estadounidense, que ha curtido una carrera inmaculada entre tiros y explosiones, estrena esta semana “One Shot (Misión de rescate)” de la mano de Scott Adkins
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Quizá por influencia del cine de tarde, quizá por una cuestión ontológica de lo que esperamos en nuestro reposo, el concepto de “feel good movie”, ese tipo de película en la que el entretenimiento se lleva todo el peso, está desapareciendo. O peor aún, se está reservando a un nicho de sexo y género en el que los ajenos no están cómodos. Por eso, encontrarse en la taquilla películas como “One Shot (Misión de rescate)” es una buena noticia. ¿Puede una película que simula un gran plano secuencia, llena de tiros y explosiones y con la temática tan amable de los crímenes de guerra ser una “feel good movie”? James Nunn, director de la película más entretenida que se estrena este fin de semana, lo demuestra.
El realizador estadounidense, curtido en mil batallas que van desde los estrenos directos a DVD a los cortometrajes alabados en circuitos independientes, pasando por una pequeña carrera como actor, se las arregla para contar un espectacular asedio en tiempo real. “One Shot (Misión de rescate)” es un gran ballet de 95 minutos en el que, junto a Scott Adkins, Ryan Phillippe (”Crueles intenciones”) y Ashley Greene (”Crepúsculo”), el director se las apaña para hacer una crítica de las operaciones encubiertas, dotar de carisma a sus personajes y, encima, no permitir que nos aburramos desde la tercera persona omnisciente, en una película que no solo adopta, sino que se deja poseer por las herramientas narrativas de los videojuegos. Nunn habló con LA RAZÓN, por videoconferencia, sobre las dificultades de un rodaje que imita el plano secuencia (de ahí el “One Shot”, “una toma” en español), su pasado dirigiendo a luchadores de WWE o la influencia en su cine de la “1917″ de Sam Mendes.
-Hablemos de “One Shot (Misión de rescate)”, ¿cómo llegó a la película? ¿Cómo se unió al proyecto?
-Buena pregunta, porque es un proyecto verdaderamente personal. Lo planteé y lo escribí hace ya seis años. Y fue algo que, más o menos, pusimos en práctica en mi anterior película, “Eliminators”. Era un plano secuencia de unos cinco minutos, y nos gustó mucho el resultado. Me gustó mucho la experiencia, y me pregunté cómo sería hacer una película de acción entera así. Cómo se complicaría la trama, cómo tendrían que evolucionar los físicos y los desarrollos de los personajes en sí. Cuando vimos que el proyecto cogía forma, fue cuando fui realmente consciente de lo complicado que es tener a un equipo de artes marciales contigo todo el rato, ensayar durante horas… Todo eso mientras los actores intentan hacer un trabajo dramático. Todo el mundo me llamó loco, hasta que salió “1917″ de Sam Mendes. Mostró que había cierto apetito entre el público por eso tipo de locuras técnicas y dramáticas, y supongo que así también se convencieron mis productores.
-¿Cómo de importante era el desafío de hacer que la película ocurriera en tiempo real?
-Había muchos desafíos, pero todos parten de ese. Tradicionalmente, tienes tiempo y recursos para crear algo más elaborado. Plano, contraplano o plano medio no son simples cortes, son también formas de contar la historia. Si limitas tu acción, como nosotros, a la cámara al hombro, tienes que ser más ingenioso todavía para poder contar lo que quieres. La clave era la confianza que me dio la producción y la que pusieron en mí los actores, para que todo funcionara como un reloj.
Otra cosa que fue muy difícil de controlar fue el tiempo. Rodamos en Inglaterra, y eran días de nubes y claros que complicaban mucho la fotografía. En un rodaje normal podemos esperar, podemos iluminar de manera artificial incluso, pero aquí la luz debía ser natural para no romper la ilusión del plano secuencia y, sobre todo, no molestar en las escenas de acción con sus cables y generadores. Hay cortes, en el plano secuencia falseado, con lo cual todo se complicó.
-Cuando hablamos de este tipo de planos secuencia, aunque no sean exactamente así, se habla de “ballet” y de “coreografía”. ¿Lo definiría usted también así?
-Totalmente, y la analogía es exacta. Es un ballet en el que todo tiene que funcionar a las mil maravillas. Hay mil cosas que pueden salir mal, por eso ensayamos tanto. Incluso aunque lo hagas todo bien, y lo planifiques hasta el último detalle, uno de los extras puede perderse andando o actuar de manera extraña en el fondo de la escena y esa toma de 10, 15 minutos, ya no sirve. Tuvimos incluso explosiones pequeñas que se retrasaban unos segundos y que tuvimos que arreglar en edición. Habrá decenas de pequeños fallos, pero intentamos pulir la sensación de tiempo real hasta el último detalle.
-¿Con qué referencias, que me pueda contar, trabajó para “One Shot (Misión de rescate)”?
-”1917″, por supuesto, fue una referencia inmediata. Pero soy demasiado apasionado, demasiado “friki” quizá del cine de acción como para decirte “mira, es de esta película”, porque posiblemente cada plano de mi película beba directamente de otra que me guste. Michael Mann, claro, es uno de mis directores favoritos, y películas como “Collaterall” o “Heat” están muy presentes en la mía. Sobre todo en el tiroteo casi a campo abierto. “Zero Dark Thirty” y “Salvando al soldado Ryan” también podrían mencionarse. En cuanto a películas de una sola secuencia creo que mi favorita es “Victoria”, de Sebastian Schipper (con Laia Costa). Me inspiró en el sentido de mantener siempre la cámara cerca de los protagonistas. No abrir demasiado el plano.
-La película, aunque de acción, lidia con las operaciones encubiertas de Estados Unidos y los crímenes de guerra. ¿Opina usted que las audiencias están un poco ya desensibilizadas respecto a esa materia?
-Es complicado, y es muy buena pregunta. Creo que siempre habrá apetito por ese tipo de historias, aunque cambie el mensaje y el tono. Hacer una película “anti-terrorista”, como recién ocurrido el 11-S, no tiene ningún sentido porque sería completamente cínico. Anticuado, incluso desde lo más estético y frívolo. El cine de acción patriótico ha dejado de tener sentido. Pero claro, mi película fue escrita hace seis años, entonces tiene mucha imprenta de aquella forma de entender los conflictos internacionales. Quizá, si la escribiera hoy, la narrativa sería distinta, pero el fondo es el mismo: los peligros que implica mantener este tipo de centros fuera de Estados Unidos y, sobre todo, sin ningún tipo de garantía legal para absolutamente nadie. Más allá de eso, creo que mi película usa la política como excusa y no como vía, lo que yo quería hacer era una película de asedio. Si la complicábamos en exceso, íbamos a perder a la audiencia. Por eso me parece genial “1917″, porque se apoyó en el trauma colectivo de la Primera Guerra Mundial para epatar. Nosotros no contábamos con eso, por eso nuestro subtexto debe ser menos denso, más de gatillo fácil. La identificación tiene que nacer de la acción, no del contexto.
-¿Cómo fue el trabajo con Scott Adkins? Ambos ya habían trabajado juntos, pero parece que por fin su carrera está despegando como hombre de acción…
-Sí, le conozco desde hace años y se ha convertido en mi amigo. Es una de las personas más trabajadoras y sacrificadas con las que he coincidido nunca. Es un efecto especial andante. Era un papel muy demandante, muy exigente físicamente, y él cumplió siempre. Se arrastró por el barro, corrió y fue disparado mejor que nadie. Ojalá Hollywood le empiece a reconocer más.
-Le tengo que preguntar. Usted ha trabajado en la saga de “The Marine”, que comenzó John Cena y que continuó Mike Mizanin, otro luchador de WWE. ¿Cómo recuerda la experiencia? ¿Cómo es “The Miz” en la distancia corta y como actor?
-”The Miz” es la leche. Y su esposa Maryse también, son encantadores. Fue una experiencia muy grata, porque el tipo es un profesional actuando y, encima, está preparado para llevarse toda clase de golpes. Sabe encajar mejor que nadie y eso como director te ayuda en el propio rodaje de secuencias de acción. Hemos entablado una relación de amigos desde entonces. Y aprendí una lección tremendamente importante sobre los luchadores de “wrestling”, en especial los de WWE, y es que tienen que ser ellos todo el tiempo. Cuando van a luchar y cuando dan ruedas de prensa o entrevistas, pero también cuando salen del hotel o cuando se encuentran con algún fan de camino al rodaje. “The Miz” era “The Miz” todo el tiempo hasta que gritábamos acción, porque es un tipo impresionante. Tiene que ser agotador, pero solo tengo respeto por él.
-Como director, y también como persona de la industria que ha vivido estrenos en multisalas y películas directas a DVD, ¿cree que el paradigma anterior a la pandemia ha muerto para siempre?
-Es muy difícil, porque la percepción viene marcada por la persona. Personalmente, creo que sí, pero de una manera muy sutil y también muy volátil. La gente se ha acostumbrado a ver películas en su casa, y aunque no siempre es así, hay quien tiene auténticos cines en el salón. ¿Sustituye eso la experiencia compartida? No, pero ahora mismo el riesgo sigue pesando en la mente de la gente. Y es paradójico, porque cuando piensas en una entrada de cine, lo estás haciendo en un quinto o en un octavo del precio de una entrada de un concierto, o en la mitad del teatro. Y a esos espectáculos la gente sí se está animando. Las salas no van a morir, ese es el único mensaje que nos puede dar la pandemia. ¿No serán las mismas y no estarán abiertas a los mismos estrenos? Probablemente.