Mario Vargas Llosa: «En la literatura de Galdós no cabría un monstruo como Putin»
El escritor publica «La mirada quieta», un ensayo que condensa sus reflexiones sobre el autor de los «Episodios nacionales»
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Mario Vargas Llosa regresa al ensayo literario, un género que ha frecuentado muy a menudo, y donde ha abordado las figuras de Flaubert, García Márquez y Onetti, para reflexionar sobre la obra novelística y teatral de Benito Pérez Galdós. «La mirada quieta» (Alfaguara) refleja la minuciosa lectura que emprendió del autor canario al inicio de la actual pandemia, cuando todavía se creía que duraría solo unas pocas semanas o meses, y él decidió acometer una anhelada revisión, mil veces aplazada, de sus principales títulos.
Un trabajo que ha rebasado la idea inicial de la tarea y que ha desembocado en este volumen, donde el escritor de «La ciudad y los perros» o «La casa verde» se detiene a examinar tanto a los narradores que vertebran sus libros como a analizar los abundantes tipos humanos que pueblan sus páginas. «En la literatura de Pérez Galdós no cabría un monstruo como Putin. Él no tenía una imaginación perversa, equivalente a la de un gran caudillo político capaz de organizar matanzas. Estaba más allá de él imaginar semejantes monstruos. Su mundo es el de las familias de la clase media, que es la que acabaría imponiéndose en España y en Europa. Aunque también aparecen numerosos nobles y pobres en sus novelas. Pero, en realidad, se siente cómodo con gentes que están más o menos conformes con su suerte y que actúan de la manera que se espera de ellos».
Vargas Llosa subrayó la diferencia, en este crucial asunto, con el que Galdós trata, por ejemplo, a «los fracasados», que «son personas que no están reconocidas por el autor y que observa con cierta conmiseración, en contraste con aquellos que viven de acuerdo a su estatus y la conformidad social. Sus prototipos no eran claramente los grandes aventureros. No eran interesantes para él».
Mario Vargas Llosa, que presentó su obra en un sitio realmente galdosiano, el Ateneo de Madrid, recordó la controversia, casi incomprensible, de la posible concesión del Premio Nobel de Literatura al autor canario, cuando, junto a las numerosas firmas que solicitaban este reconocimiento para él, se produjo un movimiento por parte de sus enemigos, adversarios, enemistades y rivales, algo, desde luego, que solo puede suceder en un país tan cainita y vertebrado por la envidia como el nuestro, que rogaban a esta misma institución que no prestara atención a estas reclamaciones y que se le negara el galardón al novelista. «La Academia no se lo entregó al final y muchos años después un periodista averiguó qué había ocurrido. En Suecia le enseñaron una abundancia de cartas firmadas que se oponían a que se lo dieran. Es difícil figurarnos esto hoy en día».
Vargas Llosa aporta una explicación: «En su época, sus novelas despertaban cierta polémica, porque muchos no lo consideraban un gran escritor. Le acusaban de ser un autor vulgar, nada refinado... Es curioso cómo en la actualidad es esa vulgaridad la que nos resulta más atractiva».
¿Un gran escritor?
Vargas Llosa recordó que nuestra apreciación sobre Galdós ha evolucionado desde entonces y que la opinión que hoy mantenemos de él está bastante lejos de la que sostenían sus contemporáneos, que no lo miraban como el gigante de las letras que ahora consideramos que es: «Galdós, en un primer momento, no era considerado un gran escritor, ni mucho menos. Se le miraba como el autor de una obra entretenida, que llegaba a un público muy amplio, pero no pertenecía al sector de esos escritores estilistas, refinados, cuidadosos con su prosa». Sobre la controvertida pregunta de si se merecía o no el Nobel, aseguró que «siempre hay posiciones contradictorias acerca de qué escritores son merecedores de él y quiénes no. La Academia sueca funciona de una manera bastante coherente y da al Nobel a personas que han tenido influencia y están consagrados por su popularidad, aunque algunas veces se puede haber equivocado y sobrestimado o subestimado alguna realidad. Creo que el conjunto de la obra de Galdós es muy importante y de una gran significación».
Para él, de hecho, «Misericordia» es, como apuntó, «una de las grandes novelas que se han escrito en España. Es una novela sobre la pobreza, sobre la miseria y las diferencias que existían entre una minoría privilegiada y el grueso de la población pobre. Las escenas de esta obra son terribles, pero al mismo tiempo contagiadas de una tremenda humanidad que él manifiesta al describir lo que hay detrás de esa pobreza. Es el logro de este texto, que obedece a una realidad, a esa miseria extrema y extendida que sufre la mayoría de los madrileños, pero, al tiempo, no regatea la alegría de vivir de esas gentes, huérfanas de tantas cosas y que pueden pasar un buen rato riéndose o contando chistes entre ellas. Sin duda, es una de las obras más excelentes en nuestra lengua».
Vargas Llosa comentó los esfuerzos de Galdós en los «Episodios nacionales». No solo por el titánico trabajo que supuso llevar adelante este proyecto, que no remató por poco, solo porque, al final de su vida, el novelista se sintió tentado por el teatro, donde triunfó y que le reportó entonces unas generosas cantidades de dinero que hasta entonces él nunca había percibido por su prosa. «Quería presentar de una manera ligera, moderna y simpática los grandes episodios del siglo XIX que habían sucedido en España para que sus compatriotas tuvieran acceso a estos sucesos en los que realmente se fija lo que sería el sentido histórico de este país hasta la época moderna».
Vargas Llosa incide en un aspecto que en demasiadas ocasiones ha quedado de lado o se ha ignorado. «Es importante el esfuerzo de objetividad que hizo al escribirlos, porque él tenía sus propias ideas políticas, aunque no se preocupara mayormente de la política, pero en su afán de imprimir verosimilitud a los “Episodios nacionales” respecto a los hechos históricos que narra, desterró sus convicciones políticas para ser objetivo y fiel a los hechos históricos. Para mí, uno de los más logrados, es el de la aparición de las guerrillas. Otro, el del asesinato de Prim». Pero como no existe alabanza sin crítica, Vargas Llosa sí le reprende a Galdós en dos sentidos: su despreocupación por corregir los textos, lo que, en ocasiones, lo convierte en un novelista de altibajos, irregular, y por no escuchar las innovaciones que traía la novela de su época, sobre todo la revolución que trajo consigo Flaubert.