Adiós a García Márquez
García Márquez y Vargas Llosa: eterna enemistad
El Premio Nobel de Literatura en 1982 se ha dirigido implícitamente al peruano a través de su cuenta de Twitter con el mensaje “Cuentas iguales”.
Cuesta imaginar que el escritor de los mundos incognoscibles y el de las realidades tangibles un día fueran mucho más que amigos; el marxista utópico y el militante liberal... El eterno metafórico poblado de sinestesias y aquel que considera la crítica política no sólo palanca creativa sino la más alta función del intelectual. Sólo mediaba un dictamen de la Academia Sueca para igualarles... Pero desde ayer, esa vara de medir, también les ha equilibrado.
El colombiano, Nobel desde 1982, y con quien mantiene fuertes disputas ideológicas y literarias, se ha dirigido implícitamente al creador peruano a través de su cuenta de Twitter y le ha dejado el siguiente mensaje: «Cuentas iguales». Ergo: la literatura gana y el noble oficio de escribidor equilibra balanzas a fuerza de talento.
El milenarista, comprometido con dioses y ancestros, preservando sus secretos en una hornacina privativa de magia y cristal, ya tiene un compañero de premio, que no ha parado de descender a la arena política, proponerse como candidato electoral en su Perú natal, que se deja ver como jurado en concursos de belleza femeninos y lleva tiempo afanado en investigar las iniquidades de la época de la explotación de caucho en el Congo y la Amazonia, para su próxima novela.
Los dos integrantes del lejano boom latinoamericano tuvieron un día un lejano proyecto común: escribir a cuatro manos dos libros que, en palabras del peruano, hubieran sido del todo inviables: «Hablábamos de ello, cambiábamos ideas. Se trataba de una guerra fantochesca entre Perú y Colombia por un pedazo de la Amazonía, pero era más divertido hablarlo que realizarlo».
La otra idea que amasaron entre cafés, cigarros y risas, partía de Carlos Fuentes y pasaba por implicar a un grupo de escritores latinoamericanos para acometer relatos sobre sus dictadores predilectos. Nada llegó a ningún puerto. Uno y otro tomaron muy distintos derroteros, pero comparten algo en común: «Ambos son hombres dignos de los que estar en desacuerdo». La de Gabo y Mario fue la amistad más profunda de cuantas se tejieron durante el llamado boom latinoamericano, ya que ambos, de forma paralela fundaron territorios míticos. De mano de uno y otro, conocimos ancestros, fantasmas, catedrales, tías julias y las amasamos en nuestro imaginario.
El cuadrilátero de la hostilidad
Pero el idilio amistoso y creativo se fue al traste con un «crochet» en el ojo del colombiano durante un estreno cinematográfico. Los dos silencian. Pero treinta años después, sigue cada uno en su esquina del cuadrilátero de la eterna hostilidad, con los brazos cada vez menos firmes para el derechazo y con menos argumentos para levantarlos. El indicio del visceral desencuentro tendría como punto de partida las desavenencias entre Vargas Llosa y su segunda esposa –su prima Patricia–.
Según el fotógrafo que retrató el ojo morado de Gabo, «mientras ambas parejas vivían en París, los Márquez habían tratado de mediar en los disturbios conyugales» del autor peruano y su mujer, acogiendo las confidencias de ésta. Cuando el matrimonio se reconcilió no llevó bien que sus secretos se hubieran aireado y Mario se sintió «ofendido» hasta alzar los puños contra Márquez.
Toda esta historia sólo es carne para la brasa del anecdotario popular. Lo realmente importante, es que uno y otro han escrito una página de la historia, que es la novela de los hechos.... y sus novelas, son la historia de los sentimientos en los que reflejarnos todos y cada uno de nosotros.
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