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El viaje iniciático de un infante que quiso servir al Papa

Los historiadores Cristina de la Puente y José Ramón Urquijo publican «Viaje al Cercano Oriente en 1868», el periplo por Constantinopla, Suez, Egipto y Palestina de Alfonso de Borbón y Austria-Este, un testimonio del final de los grandes imperios
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La Razón

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A finales del siglo XVIII y durante todo el XIX, se puso de moda entre los aristócratas europeos hacer el «grand tour», un viaje turístico a Oriente que realizaban al cumplir los 18 años como celebración de su llegada a la madurez, o como viaje fin de estudios. Y dentro de este tipo de viajes puede enmarcarse el realizado durante 10 semanas por Alfonso de Borbón y Austria-Este, hijo del infante Juan de Borbón y Braganza y de la archiduquesa Beatriz de Austria-Este, de abril a junio de 1868, acompañado de su tío Francisco V, duque de Módena, que organizó y condujo la expedición, el marqués de Tacoli, el profesor Angelini y un sacerdote jesuita, el padre Buffoli, además de un pequeño número de sirvientes. El joven infante anotó todo lo acontecido en él en cuatro cuadernos que se hallan en el Archivo Histórico Nacional (AHN) con el nombre de «Cuaderno de viaje a Constantinopla, Egipto, Suez, Palestina» y a lo largo de 336 páginas narra con cierta ingenuidad adolescente las emociones que siente en su primera peregrinación a Tierra Santa y su enorme interés por los aspectos materiales y humanos que encuentra. Cristina de la Puente, doctora especialista en estudios islámicos, y el académico José Ramón Urquijo Goitia, especialista en historia del siglo XIX, sobre todo en carlismo y guerras carlista, ambos profesores investigadores del CSIC en su Centro de Ciencias Humanas y Sociales, han unido sus esfuerzos para hacer un estudio crítico y detallado sobre este documento, que acaban de publicar bajo el título «Viaje al Cercano Oriente en 1868» (Prensas de la Universidad de Zaragoza).

Campos de batalla

Alfonso era nieto del infante Carlos María Isidro, conocido como Carlos V, primer pretendiente carlista a la corona española. En 1871 se casó con María de las Nieves de Braganza Borbón, hija de Miguel, rey de Portugal. En 1873, al iniciarse la segunda guerra carlista, su hermano Carlos VII, cabeza de la dinastía, lo nombró general en jefe del Ejército de Cataluña y su mujer quiso acompañarlo durante toda la contienda en los campos de batalla, alcanzando gran popularidad entre los carlistas y dejando escritas sus memorias. Según los autores, este estudio tiene interés desde distintos punto de vista, como la historia del carlismo, las dinastías europeas en la segunda mitad del XIX, los territorios del Cercano Oriente o literatura española de viajes en ese periodo. «El viaje es un testimonio del fin de las monarquías absolutistas europeas, todas están en el exilio y ellos son sus representantes –por una parte los carlistas y por otra su tío, al que Garibaldi ha echado de Módena–, así como de la decadencia del Imperio Otomano y del Austro-Húngaro que va a dejar de ser tras la Primera Guerra Mundial, asisten a los últimos años de los dos grandes imperios europeos», explica Cristina de la Puente. De este periplo de Alfonso de Borbón apenas se sabe porque «hay poca literatura en español de viajes en ese periodo, en otros idiomas hay más, pero en este caso se trata de un viajero muy peculiar, no es uno cualquiera –señala–, es un miembro de la familia real española y austriaca y viaja amparado por privilegios y apoyos de las instituciones y la diplomacia de los países y ciudades que visita».
Sobre la autoría de los cuadernos hubo cierta confusión en un principio, puesto que están catalogados en el AHN como si fueran de ella y esto llamó a la confusión. «Es porque al hacer la donación, en las carpetas ponía María de las Nieves y eso condujo a error. Nuestro interés en su esposa nos llevó a él y cuando comenzamos, enseguida nos dimos cuenta de que eran de Alfonso. Son cuatro cuadernillos escritos en un español con términos en desuso del XIX que hemos trabajado con criterios científicos», significa la historiadora. La primera parte de la obra es el estudio del cuaderno que contextualiza el momento histórico, la situación, los personajes y su posición en el escenario geopolítico europeo y español, así como los complicados árboles dinásticos y genealógicos de las monarquías y todo aquello que llama su atención en los escenarios que visita. La segunda parte se dedica a la edición del texto propiamente dicho, documentos, cuadernos y 30 cartas escritas a su madre, minuciosamente comentados con multitud de notas aclaratorias.

Personalidades y monumentos

El trabajo de los investigadores ha consistido en traducir, interpretar, explicar y contextualizar los relatos, las expresiones, las palabras en árabe, en alemán, en italiano o en un castellano algo defectuoso, donde llegan a corregir hasta en 737 ocasiones pequeños errores de ortografía o barbarismos, fruto de que el español no era su lengua materna, a pesar del amor que profesaba a nuestro idioma y a todo lo español. «Hemos localizado los personajes mencionados, topónimos, monumentos, acontecimientos históricos de los que habla, realizado anotaciones lingüísticas para que su español peculiar sea legible, pero además se conserve el texto tal y como lo escribió», explica De la Puente, que señala que «hay algo que puede resultar gracioso al lector, y es que cuando no se sabe una palabra en español se la inventa en italiano. Esas las hemos puesto en cursiva y anotado a pie de página».
Por otro lado, «las cartas a su madre las publicamos traducidas, pero el lector puede acceder a ellas en su italiano original con un enlace que aportamos en el libro con un código QR. En ellas cuenta cosas más personales y emotivas, describe sentimientos que experimenta que complementan las descripciones y opiniones de los cuadernos», afirma. Además del «grand tour» turístico que hacían muchos aristócratas, el viaje tuvo otros objetivos, como aprovechar para visitar Tierra Santa, porque Alfonso quiere entrar en los de zuavos pontificios del papa Pío IX, una especie de viaje religioso iniciático para preparar su ingreso, que llevan en secreto porque pone al Papa en una situación muy difícil con España –explica la historiadora–, no deja de ser la familia en el exilio y Pío IX no quiere quedar mal con los borbones. Alfonso quiere presentarse ante él como cristiano piadoso que ha visitado los santos lugares, pero también se interesa mucho por todo lo islámico, tanto en Constantinopla como en Egipto, y por visitar las obras del Canal de Suez», afirma. Para don Alfonso, que tenía 18 años, aquel viaje le sirvió para madurar y consolidar su personalidad, afianzar sus motivaciones religiosas y ensanchar conocimientos, además de ser determinante para ponerse al servicio del Papa. «Sus creencias religiosas las tenía muy afianzadas, de ahí que la mayoría de visitas y comentarios que recogen los cuadernos son de orden religioso, toda su familia carlista era muy religiosa y conservadora, eran ultra católicos», afirma.
De la Puente significa que fue un viaje muy rico para él, «conoce otras culturas y religiones –no solo el Islam–, muchas cosas que no conocía y eso le llama la atención grandemente, las grandes novedades de ingeniería que se hicieron en la construcción del Canal –inaugurado al año siguiente 1869–, y la gran inversión de dinero del emperador de Francia Napoleón III. Además, ilustra las descripciones con una serie de cuarenta dibujos, dragas, maquinaria, todo lo que nunca había visto, vestimenta, arte islámico…hasta un espejismo, emulando con ellos una especie de reportaje fotográfico». Y prosigue: «Se interesa por las técnicas agrícolas y de construcción y encuentra un paisaje que le llama mucho la atención, porque es la primera vez que sale del imperio austro-húngaro –ni siquiera había visitado España– y no estaba acostumbrado a un paisaje tan árido, se fija mucho en las plantas, los cultivos, etc., son las cosas que despiertan su curiosidad». Por otro lado, subraya la historiadora, hace consideraciones de índole social, sobre el empleo y explotación de trabajadores, el tratamiento de la mujer o sobre la higiene y pereza de muchos habitantes. «Hay que considerar que va como Archiduque de Austria representando al Imperio Austro-Húngaro y menciona cosas como las obras de caridad que hace su tío y lo bien que deja a Austria con ello. Él se siente español y esto le sirve para hablar en sus encuentros con sefardíes y con todos los misioneros franciscanos que encuentra, porque más adelante, junto a su esposa María de la Nieves –que habla portugués, alemán y escribe en francés–, el español pasará a ser su lengua vernácula, el idioma vehicular entre el matrimonio y, además –concluye De la Puente-, un español muy castizo con un dominio increíble».
ITINERARIO DEL VIAJE
Aunque don Alfonso tenía ya dieciocho años, fue su tío Francisco, hermano de su madre, quien organizó y condujo la expedición. El recorrido arrancó en la ciudad de Graz hacia Viena, donde tomaron el tren, Basiacs, Rustuk, Rahova, Varna y después el barco para llegar a Constantinopla. Tras visitar la ciudad, vuelven a embarcarse con destino a Alejandría, en Egipto, allí realizan un amplio programa de visitas que continúan después en El Cairo. Tras varios días y múltiples actividades, ponen rumbo hacia Port Said, pero en su camino conocen a los colaboradores de Ferdinand de Lesseps –en Francia en ese momento– y visitan las obras del Canal de Suez, muy avanzadas ya, puesto que se inauguró al año siguiente. Don Alfonso queda fascinado por los avances de la ingeniería por los que se interesa vivamente y dibuja en sus cuadernos, como había hecho antes con los aspectos artísticos, arqueológicos, religiosos, culturales y étnicos que encontraba. Finalmente, tras varias visitas en Port Said y alrededores, embarcan para Tierra Santa. Llegan a Jerusalén, previo desembarco en Jaffa, donde visitan el Santo Sepulcro y demás lugares sagrados de la mano de los frailes franciscanos. Tras su vuelta a Port Said y después de algunos días en la ciudad, vuelven a Alejandría, donde toman un barco que los llevará a Roma tras una breve escala en Mesina y una corta visita a Marsella.