José Álvarez Junco: “Quien ve el pasado en términos de buenos y malos tiende a ser un intolerante”
Aborda el peso que dejan los pasados traumáticos y las heridas de la historia en el ensayo “Qué hacer con el pasado sucio”
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A veces un concepto proviene de la acertada reunión de dos palabras. Unos términos que por separado disfrutan de su significado propio, pero que juntas alumbran un concepto original y proponen un territorio nuevo al pensamiento. El historiador José Álvarez Junco ha acuñado la expresión «pasado sucio», que promete disfrutar de recorrido y que apenas necesita explicación por su evidente expresividad intelectual. Alude a esas épocas polémicas de la historia que nunca acaban por quedar atrás y permanecen vigentes en la memoria por el daño y el dolor que han causado, como, por ejemplo, el nazismo, en el contexto europeo, o la Guerra Civil española. «Sí es cierto –asegura José Álvarez Junco– que influye en la convivencia diaria, pero no de una manera inmediata y visible, aunque sigue estando ahí y resurge de vez en cuando. Se identifica cuando se desencadenan protestas. Ahí es cuando se nota si existen rencores en una sociedad. Se puede decir que este «pasado sucio» es una perturbación no inmediata, que está en las causas de otros problemas que son más visibles y que debido a él resulta más complejo de resolver de lo que debería».
¿Perjudica «perpetuar pasados agravios y glorias»?
Claro, tanto los agravios como las glorias, porque quedan anquilosadas, nunca terminan por resolverse y tienden a convertirnos en intolerantes. Todo el que tenga una visión del pasado en términos maniqueos de buenos o malos, porque cree que él está del lado correcto, tiende a ser un poco intolerante; el que tenga una visión contraria, será más permisivo, aunque deberá estar atento porque se puede volver a cruzar una situación de peligro como se han dado en el pasado y tiene que estar atento a las fuerzas perversas.
¿La leyenda negra ha influido para que España sea más pesimista con su pasado?
No esencialmente. En otros sitios también creen que en el exterior tienen una visión muy negativa. Es algo común. No creo que en España sea tan fuerte ese elemento. Es cierto que el imperio de los Habsburgo tuvo muy mala prensa, pero como todas las grandes potencias. Provino de los tiempos del protestantismo, cuando la propaganda política comenzaba en la historia europea, pero tampoco ha sido superior al de otros imperios.
¿Ucrania va a dejar un «pasado sucio»?
Por supuesto. Muchos elementos de la guerra de Ucrania son repeticiones del pasado. Lo que sucede cuando el ejército de un país entra en otro es que ese conflicto se enseñará en el futuro en términos nacionalistas. Eso simplifica el asunto y hará más fácil integrar a los niños ucranianos. Dentro de diez años, se les explicará a esos chavales que Ucrania fue un país heroico, que, casi desnudos de armas, se enfrentaron a uno de los grandes ejércitos del mundo. En definitiva, se les enseñará a ser nacionalistas y complacientes. Hay ucranianos en ambos bandos, pero se suprimirá diciendo que eran cuatro traidores.
¿El nacionalismo vuelve a ser algo peligroso para Europa?
Naturalmente. El nacionalismo nace en el siglo XIX y en la primera mitad del XX desembocó en dos guerras mundiales terroríficas y con la destrucción de Europa, el lugar más civilizado y rico que había en el mundo. Era una situación compleja, pero uno de los elementos fueron las rivalidades nacionalistas.
Dice que «el respeto de los derechos y las libertades es la base de la convivencia». Pues parece que se están resquebrajando...
Depende de los países y las situaciones. En el caso español, tenemos más libertades que hace cincuenta años. No enseñamos bien las libertades y no las explicamos de manera adecuada. Y si no las enseñamos en la práctica durante la educación, los alumnos no sabrán ejercerlas y pueden acabar seducidos por cualquier dictador populista y simpático que aspire a imponer su régimen.
¿Cómo limpiar la historia si es parte del discurso político?
Ejerciendo la labor pedagógica y facultativa que ofrecen los profesores. Los historiadores ven el pasado y explican los hechos, y eso puede ayudar a contradecir la propaganda que se difunde y a esos políticos que difunden un pasado de una manera interesada.
Pero la historia se está reduciendo poco a poco de los planes de estudios.
La historia es formativa y si la eliminamos los elementos de juicio serán inferiores. La tarea educativa consiste en enseñar a pensar, reflexionar, no tanto a dar información. Hay que explicar a los estudiantes que hubo una revolución el 2 de mayo de 1808, pero lo importante es aclararles que fue una situación compleja, con unos españoles que estaban a favor de Fernando VII y otros, de José Bonaparte.
¿Teme el atrincheramiento de ideas que hay hoy?
Claro que me da miedo, es lo que tratamos de evitar en España. En Estados Unidos, desde Trump, existe y es un país dividido, donde no pueden entenderse. En Francia lo hemos visto en las elecciones presidenciales. Es preocupante.