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Kirmen Uribe: “Putin tiene una visión del pasado de Rusia que ni los rusos quieren”

El autor evoca la figura olvidada de una de las primeras pacifistas en su novela «La vida anterior de los delfines»
ENRIQUE CIDONCHALa Razón

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Kirmen Uribe buscaba una historia y la encontró en una desconocida: Rosika Schwimmer. Ella se convirtió en esa figura olvidada del pasado que anhelan tantos autores. En un mundo de hombres, y presidido por el horror de la Primera Guerra Mundial, ella levantó la voz, protestó y abogó por el pacifismo en un medio de un conflicto que le estaba costando la vida a las generaciones de jóvenes más prometedoras de Europa. Sus ideales se convirtieron en una lucha, la lucha en una de las mayores manifestaciones de su época y ahora, cuando el Viejo Continente vuelve a estar sacudido por las bombas y el horror sacude de nuevo las conciencias, el escritor desempolva a este personaje olvidado en su novela «La vida anterior de los defilnes» (Seix Barral)
¿Qué pensaría Rosika Schwimmer de lo de Ucrania?
Ella estaría en contra de la invasión y de atacar otro país. Ella solicitaría paralizar la guerra ya. Pensaría que cada vida que se pierde es una tragedia para la familia y el mundo. Hablaría de las pérdidas humanas para la sociedad ucraniana, pero también de esos soldados que son obligados a ir al frente, a los rusos, que son soldados de reemplazo. En sus discursos decía que sentía las muertes no solo de su país, sino las de aquellos que están en contra de Hungría. Eso es un gesto de generosidad y de humanidad extraordinaria.
¿Nada más?
Defendería que hay que buscar la paz y entendimiento entre los países y que la violencia no hay que usarse nunca. Ella, además, de esta posición, tenía su visión profundamente igualitaria de la sociedad, donde los hombres y las mujeres deben tener mismas oportunidades. A ella le gustaban todos los países y no se sentía nacionalista. Era húngara, hablaba húngaro, pero le atraían todas las culturas.
Ella vio cómo muchos chicos fueron cantando al frente
Esos son soldados se dieron cuenta de lo que fue la guerra después. Fue una carnicería total. Robert Graves cuenta en sus memorias, «Adiós a todo eso», cómo fue la guerra y qué es la guerra. Es la destrucción total. Nosotros nunca deberíamos olvidar eso. Esas apelaciones que se hacen a la nación, al orgullo... yo no me siento identificado con ellas. Soy un hombre, que quiere huir del rol establecido. A aquellos jóvenes de la Primera Guerra Mundial se les pedía ser valientes, como superhombres, héroes, pero esas palabras...
¿Sí?
Las palabras son importantes. No hay que callarse. Hay que hablar, aunque uno piense como Rosika. Trató de parar la guerra y no lo logró, pero sus palabras están vivas ahora mismo, prevalecen. El escritor, nunca trata de convencer a nadie. No es un político. Solo trata de que se vean las cosas desde otra perspectiva, cómo siente la otra persona. Enseña a ponerte en la piel de otra persona. Eso es revolucionario. Escribir es aprender a ponerse en la piel de otras personas. Es lo que deberían hacer otros gobernantes, aunque tengamos ideologías diferentes. Hay que respetar esa diversidad.
Ahora las palabras se emplean como arietes en la política.
Son peligrosas esas palabras. A mí lo que realmente más me preocupa es el mensaje de odio. Sobre todo lo ves en política. No puedes odiar al adversario que tienes enfrente. Lo tienes que escuchar, respetar, lo debes tratar desde el respeto. Ahora leemos esas palabras de odio en las redes... eso es algo que me preocupa bastante. Cada persona tiene que respetar lo que piensas, porque somos diferentes y las vivencias son distintas. No es lo mismo nacer rico en Madrid que pobre en Extremadura. Cada uno tiene sus experiencias vitales y el otro debe respetarte. Tiene derecho a discrepar, pero sin odiar al otro, porque el odio lleva a la deshumanización y de ahí viene la violencia. Eso me da miedo.
El hombre repite los errores.
El ser humano trata de olvidar lo que sucedió antes. No logramos cerrar bien los episodios de la Historia y cometemos los mismos errores que las generaciones anteriores. Costó mucho cerrar la paz en Europa, que la democracia se asentara y, de repente, reaparece otra vez la guerra, como si deseáramos vivir lo de nuestros abuelos de primera mano. Es curioso o irónico que cada generación quiera vivir la historia a su manera, como si no supiéramos nada de lo que aconteció durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Ve a Putin como un rescoldo de un mundo pasado?
Completamente. Está mirando a un pasado que no existe. Es una visión idealizada del pasado, nostálgica de Rusia que incluso los rusos no quieren. El mundo ya está interconectado a través de internet y con las nuevas tecnologías. Estas visiones de Putin están muy anticuadas. La gente de diferentes países tiene mucha información de aquí allá. Eso es lo que nos ha enriquecido en los últimos años. Tratar de solucionar los problemas con una guerra no parece del siglo XXI, y mucho menos después de lo que sucedió en el XX.