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Los libros de la semana: de los veraneos en la antigua Roma a la amistad tutelada por Hitler entre Zweig y Strauss

Las novedades editoriales también incluyen el poemario de la escritora y crítica literaria de LA RAZÓN, Ángeles López, que reflexiona sobre los accidentes de la vida y nuestras resistencias y lo nuevo de Gonzalo Celorio, que publica un libro rico en anécdotas en el que recuerda a autores con los que coincidió como Borges
Zweig fue un cronista de la cultura y los totalitarismos de su tiempo
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“Hotel Roma”: los romanos también eran turistas como nosotros

★★★★
David Hernández de la Fuente
Una villa de lujo en la Campania con una nutrida biblioteca de papiros filosóficos, una bodega rebosante de vino y la mejor compañía, un crucero por el Nilo para disfrutar de las maravillas de Egipto, un tour por la Grecia clásica y sus legendarios monumentos, una búsqueda mitómana de los héroes de Homero, una ruta por los santuarios curativos del Oriente del Mediterráneo o, ya en época cristiana, un viaje a Tierra Santa siguiendo un itinerario fijo con postas y posadas…, todo con tal de alejarse de lo cotidiano. Los romanos también pensaban en escapar –quienes podían– de su a ciudad, de casi un millón de habitantes y con un bullicio tremendo, contaminación de todo tipo y una agitada lucha por la supervivencia del día a día. ¡Cuánto nos parecemos a los romanos y qué familiaridad descubrimos en su cultura precursora! También podemos imaginar ahora el turismo en la antigua Roma, obviamente al alcance de no todos, y así nos ayuda a evocarlo un magnífico y entretenido ensayo, «Hotel Roma», de Fernando Lillo Redonet.
Lo refinado y lo exótico
Doctor en filología clásica y catedrático de clásicas en instituto, gran divulgador –pero de la mejor divulgación– del mundo antiguo, Lillo vuelve a sorprendernos con una obra amena y erudita, escrita de forma accesible e ilustrada con fotografías. «Hotel Roma» nos propone un viaje por los escenarios que anhelaban visitar los romanos en sus travesías turísticas. Encontraremos sorprendentes parecidos con las costumbres actuales en cuanto a la búsqueda de lo refinado y lo exótico, pero también en la mitomanía que llevó a los viajeros de la antigüedad a seguir los pasos de escritores, héroes legendarios o países de ensueño. Por no hablar de historias extraordinarias sobre peregrinaciones a lugares marcados por lo mitológico, lo divino o lo curativo: oráculos, santuarios, balnearios…. Y los protagonistas de estos viajes serán muy variados: desde emperadores filohelenos a monjas hispanas, de senadores a filósofos. En fin, no se pierdan este nuevo libro que les hará sentirse como aquellos antiguos turistas con toga.
▲ Lo mejor
La combinación entre introspección psicológica y entrañable ironía
▼ Lo peor
Nada a reseñar en una novela de clásica prosa y perfecta configuración argumental

“Las ocho y carne”: una reivindicación de la materia frente al olvido

★★★★
Toni Montesinos
Es el otro, el amado, siempre el ser observado, el protagonista de unos versos que a la vez son espejo del sujeto poético que habla. «Repito tu nombre de sonido abrasador», dice para empezar, y en el siguiente poema: «Cocino con esmero heridas de otros / tiempos en los que jamás estuve». Ángeles López es la salvaje sumisa, un cuerpo que se duele, dueña de unos miembros que protestan, la enamorada con ecos del Silvio Rodríguez –«El silencio también es una geografía (…) y no ayuda a comprender por qué no te me quitas de las ganas»– de «Te doy una canción». «Las ocho y carne», el tercer libro de poesía tras «Iscariote» (prologado por Antonio Colinas) y «Congrios y cormoranes», ambos en Huerga & Fierro, de esta exitosa novelista, tiene una nota inicial de Ricardo Menéndez Salmón, que dice que «la poeta dispara sin reparos, sin vergüenza y sin indulgencia. Quizá porque «el amor no es lo que pensamos: siempre es otra cosa».
Algo dañino e impuro, cierto, pero irrenunciable». Y qué mejor hacerlo con el lenguaje poético, el único que puede albergar lo irracional. La escritora, de esta manera, busca caminos hasta llegar a grandes hallazgos expresivos: «tu voz como de gruta, desflecada, / sonaba / a tiro furtivo. / A jabalí en plena noche»; y lo hace arriesgándose con el empleo de términos raros –«gomorresina», «caducifolios», «abetales»– que dan buena cuenta de lo que ha de hacer un verdadero poeta frente a su desafiante obra.
Lo mejor
La imaginación metafórica de la autora y su experimentalismo para liberar el lenguaje
Lo peor
El tercer poema, que juega con el verbo hacer, puede resultar meramente retórico

“Correspondencia”: Zweig y Strauss, una amistad bajo la batuta de Hitler

★★★★
Toni Montesinos
Nada hay más íntimo que la correspondencia sincera, privada, que se dirige a otro interlocutor en el que se deposita la confianza y se comparte el malestar, el miedo, la problemática emocional y material. Stefan Zweig fue el receptor de muchas misivas de incontables personalidades de la cultura que, juntas, nos retratan toda una época y, en su caso, el desmoronamiento de Europa. La editorial Acantilado nos proporciona la manera de adentrarnos en la privacidad del autor austriaco mediante la correspondencia que mantuvo con su mujer Friderike y los escritores Hermann Hesse y Joseph Roth, que siempre vieron a Zweig como un hombre generoso y solidario, preocupado y leal.
También al autor de «El mundo de ayer» le interesó la música clásica y escribió libretos para este ámbito, además de ser coleccionista de partituras y cartas de músicos. Y ese es el primer asunto de «Correspondencia (1931-1935)» entre él y Richard Strauss (traducción de Carlos Fortea): concretamente, el hecho de que Zweig le envía a su admirado músico una epístola de Mozart que ha editado de forma reciente para darla a conocer. Asimismo, surge el Strauss en la recta final de su carrera como compositor operístico, muy marcado por la de-saparición del que había sido su principal libretista, Hugo von Hofmannsthal.
Conciertos en la guerra
En varios momentos Strauss se muestra alicaído, destinado a un retiro que no desea, si Zweig no acaba colaborando con él en el proyecto de su ópera «La mujer silenciosa», de gran calidad pero que se ha representado muy poco en las últimas décadas. Y es que Zweig estaba en el punto de mira del III Reich, que querían impedir al judío trabajar con el músico, que acabaría permaneciendo en la Alemania nazi y dirigiendo óperas y conciertos durante la Segunda Guerra Mundial. Con todo, su última misiva a Zweig, en diciembre de 1935, fue interceptada por la Gestapo y el propio gobernador de Sajonia, Martin Mutschmann, se la envió a Hitler jactándose de que en la segunda representación de la obra apenas hubo público y que la tercera función fue cancelada. Unas palabras que hacían bueno un comentario de Zweig a Strauss: «Es una pena que yo mismo no pueda trabajar libre y abiertamente para usted. Pero las medidas oficiales, lejos de relajarse, se han vuelto más severas».
▲ Lo mejor
El proceso de ver cómo ambos artistas van hablando de un proyecto musical común
▼ Lo peor
Hubiera estado bien un prólogo contando cómo fue la relación profesional entre los dos

“Mentideros de la memoria”: del locuaz Juan Rulfo a un García Márquez entre boleros

★★★★☆
Jesús Ferrer
Gonzalo Celorio es un escritor de variados registros narrativos. En «Amor propio» desarrollaba una trama de festiva utopía, «El metal y la escoria» nos adentraba en las peripecias de una saga familiar, y «Los apóstatas» reflejó las luces y sombras de las creencias religiosas. Alejándose de la ficción publica ahora «Mentideros de la memoria», donde relata personales experiencias con destacados autores de la literatura hispanoamericana contemporánea. Combinando ensayo, memorialismo, crítica literaria y vivencias viajeras presenta un interesante conjunto de perfiles repleto de jugosas anécdotas y certeras apreciaciones.
Es destacable la veneración por Julio Cortázar, a quien no conoció, pero del que dice que «escribe para cada uno de nosotros en particular», así como el cordial encuentro con Rulfo, simpático y locuaz, desdiciendo su conocido laconismo; sus entrevistas con García Márquez en un bullicioso bar de boleros; la genialidad en la conversación de Bryce Echenique, con su ingenioso humor; el entrañable recuerdo de una inteligente Dulce María Loynaz; la negativa imagen de Octavio Paz; una amable sobremesa de amena charla con Augusto Monterroso poco antes de su muerte; o una memorable cena con Carlos Fuentes y Juan Goytisolo; e impagable es también el encuentro entre Borges y Juan José Arreola, dos titanes de la ironía y el punzante donaire. Sin pretender rigurosas semblanzas, basándose en una anecdótica vivida y con insuperable amenidad, Celorio ofrece la cotidiana cara humana de estos grandes escritores.
▲ Lo mejor
La impresión de emotiva cercanía que transmiten todos los autores abordados
▼ Lo peor
Nada destacable; al contrario, provoca que el lector desee conocer de cerca a otros escritores