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La cultura del Prado contra la barbarie

Está muy bien que los “señores de la guerra” se dieran un baño de arte, música y gastronomía en la pinacoteca madrileña
David JarLa Razon
La Razón

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He de reconocer que cuando me dijeron que el Museo del Prado se iba a cerrar dos días para atender a los líderes de la Alianza Atlántica, me pareció un disparate. ¡A santo de qué venía que se privara a los visitantes y turistas de esta oportunidad! Pero me equivoqué. Repasando los vídeos e imágenes de la visita, he comprendido que está muy bien que los «señores de la guerra», como alguien les ha llamado, se dieran un baño de cultura –arte, música y gastronomía– en uno de los espacios más visitados del mundo. Las anécdotas son infinitas, pero van a permitir que al menos descubra algunas.
Para empezar, el anfitrión de la reunión/cena/concierto/encuentro fue Javier Solana, hoy presidente del Real Patronato del Prado, pero hace unos años secretario general de la Alianza Atlántica. Los abrazos se prodigaron desde la bajada de los coches oficiales hasta la puerta de Velázquez: esa que tan pocas veces se abre. El presidente Biden fue uno de los más afectuosos: ambos son ya viejos roqueros y volvían a encontrarse después de unos cuantos años. Y lo mismo ocurrió con otros invitados. La visita empezaba bien.
Otros, los más jóvenes en el cargo –Boris Johnson, entre ellos– subieron con prisa las escaleras hasta la planta principal con idea de aprovechar el tiempo entre los cuadros. Pero justo enfrente se encontró el primer ministro inglés con el retrato de Carlos V a caballo en Mülberg, de Tiziano, y tardó un rato en moverse. Miraba a derecha e izquierda, pero volvía al Carlos V, a pesar de que las Tres gracias, de Rubens, le sirvieron para hacer algún comentario bastante agudo. Disfrutó como pocos. A su lado, Mario Draghi se puso a hablar por el móvil, cosa que el primer ministro holandés, Mark Rutte, evitó a toda costa y se ocultó en las salas de El Greco para evitar una foto que le hiciera pasar a la posteridad. Los cuadros del cretense le compensaron. Macron cogió de la mano a su esposa y optaron por la Familia de Carlos IV, de Goya. Alguien afiló el oído, pero estaban demasiado juntos para que trascendieran sus palabras. Sí se escucharon los comentarios del primer ministro irlandés, Micheál Martin, que se fue directo a dos lienzos de Veronés Jesús entre los doctores y Venus y Adonis– y quiso que los responsables del Prado le contaran su historia.
Ucrania estuvo muy presente en la velada. La Orquesta Sinfónica de Kiev ofreció un pequeño, pero emotivo, concierto; y José Andrés, nuestro cocinero más internacional, presentaba a todos al enorme alcalde Kiev, con el que sigue colaborando, y adelantaba el menú de la cena que, en realidad, preparó Paco Roncero: gazpacho con marisco, cordero y helado con frambuesas. Un éxito. Las primeras damas se llevan seguro unos kilos de más. Y sus maridos ni te cuento. Y hablando de primeras damas, Jill Biden no fue al Prado y la sustituyeron sus dos nietas. Mientras tenía lugar la cena de los acompañantes en la sala de las musas, Alejandro Vergara –conservador de pintura flamenca del Prado– les acompañó a una visita por las salas de El Bosco y El Greco. Las dos están en la universidad, pero una de ellas estudia, además, Historia del Arte.
Otro de los éxitos de la noche fue la foto de familia. Parecía buen lugar la sala de Velázquez para inmortalizar al grupo. La novedad es que no posaron delante de «Las meninas», sino a los lados. Creo que Carlos Chaguaceda, director de Comunicación del museo, acertó desplazando a sus señorías a los lados: nunca es bueno ocultar a la familia del rey. Por cierto, que el único momento de desconcierto en la sala del maestro sevillano se produjo cuando el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, dio la espalda a la obra maestra de Velázquez para enseñar a la primera ministra neozelandesa, Jacinta Ardern, y a su marido una foto de sus nietos en el móvil. María Bárbola estuvo a punto de azuzar al mastín velazqueño, pero se contuvo en aras de la paz y la concordia. Y es que hay veces que la cultura sirve y ayuda a la paz. Y esta fue una de ellas.