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La desagradable táctica usada por las mujeres en la Edad Media para fingir su virginidad

La estrategia era utilizada, en gran medida, para sacar beneficio económico en una sociedad que vinculaba la sexualidad femenina con su honra y honor
La Razón
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En “La Celestina” de Fernando de Rojas se cuenta la historia de la más famosa alcahueta, maestra de enlaces y creadora de “facer virgos”. A este último, se refiere a que la anciana meretriz, protagonista del libro que lleva su nombre, fue capaz de rehacer y vender como virgen hasta en tres ocasiones a una sirvienta suya, para satisfacer los deseos y caprichos de un embajador francés.
Más allá de los mitos que la rodean, como el caso de que debe de haber sangrado durante el desfloramiento y la supuesta pérdida de la virginidad de una mujer, lo cierto es que, en base a esas clases de síntesis, se utilizaban ciertas estrategias para “reconstruir” a la mujer. Una actividad que no dejaba de tener su mérito y su rendimiento económico en una sociedad antigua en la que el valor, la honra y el honor de una mujer estaba estrechamente relacionado con su virginidad.
Muchos consideran la obra un ejemplo “sui géneris” de comedia humanística, y además, un libro didáctico más que una simple novela. Los catedráticos Enrique Montero Cartelle y María Cruz Herrero Ingelmo, en su artículo “La `renovación de novias` en La Celestina y otros autores” (2012), explican que no se conoce exactamente y con detalle cómo se realizaban esos métodos. Eso sí, todo era propio de curanderos y de comadronas, y no de médicos, los cuales no querían saber nada. En la antigüedad y en el medievo, los sanitarios conocían bien el himen o virgo, pero muchos lo rechazaban.
Algunos de los procedimientos guardaban relación con la intervención con agujas e hilos de seda encerados. Al mismo tiempo, y para evitar la hemorragia, se usaban plantas medicinales como la cebolla albarrana o el cepacaballo. También había quien se introducía sanguijuelas o vejigas de animal en la vagina.
Respecto a esto último, el método se trataba de introducir la sanguijuela en la vulva, se dejaba que esta se deslizara hasta el interior para hacer su mordedura. Así, se formaba una costra que, unida a unas buenas dotes interpretativas por parte de la mujer, harían el resto para que la treta funcionara.
La investigadora Kathleen Coyne Kelly, en su ensayo erforming Virginity and Testing Chastity in the Middle Ages (2000), del que habla sobre la sexualidad, expone además que, quienes no quisieran recurrir a este desagradable método, también se encuentran algunos remedios caseros que lo sustituían, como es el caso de la utilización de azúcar, clara de huevo o la piña.
A veces, las prostitutas se lo practicaban a ellas mismas, conscientes de la cotización de las vírgenes en el mercado. Así, se veía reflejado no en varios libros más allá del éxito castellano, como es en Muliebrium Liber, de Ludovico Bonacioli, un autor que representa la anatomía genital femenina con relación a la virginidad y comenta los mecanismos para estrechar la vagina que algunas mujeres utilizan con intención de pasar por vírgenes.

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