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Irene Montero frivoliza con la obesidad y la gordofobia: hablan los expertos

La mofa y la polémica vuelven a eclipsar una campaña del Ministerio de Igualdad, llena de irregularidades y con una dimensión superficial
fotoLa Razón

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No hay campaña del Ministerio de Igualdad sin polémica o mofa. O ambas. Y es que cuando no es una ocurrencia es otra: puntos morados para acabar con el acoso, costosos estudios de género encargados a empresas de automoción, reuniones con influencers pero no con expertos… La sensación de adanismo, improvisación y amateurismo que desprende el Ministerio de Irene Montero desde sus comienzos, desde aquellos videos de cumpleaños prepandémicos, en lugar de desaparecer ha ido en aumento y la última campaña no podía ser menos: bajo el lema «El verano también es nuestro», una imagen de varias mujeres en la playa pretende sensibilizar contra los estereotipos estéticos y defender la diversidad de los cuerpos. La campaña, encargada a Arte Mapache, ha costado 4.995 euros y el contrato no aparece en el Portal de Contratación. Las irregularidades se agolpan: no se pagó por la licencia de uso de la tipografía, las imágenes pertenecen a modelos curvy a las que no se ha solicitado permiso ni se ha comunicado su uso e, incluso, una de ellas tenía una prótesis que ha sido sustituída por una pierna sana, eso sí, se le ha puesto vello en la axila. Curioso que eso ocurra en una campaña que pretende transmitir que todos los cuerpos son válidos. Las befas en redes no se han hecho esperar.
Desde los profesionales que destacan la ínfima calidad del producto y la diletancia del autor, a los usuarios que dan gracias a la ministra por haber conseguido que, por fin, todos podamos ir a la playa (no solo las top models). Pero, más allá de todo, no habría que perder de vista que la campaña se enmarca en una actual corriente de reivindicaciones furibundas que, partiendo de causas justas, consiguen desvirtuarlas convirtiéndolas en bandera identitaria superficial, obviando y ocultando la dimensión real del problema y prescindiendo de la opinión profesional y de la ciencia. Así, movimientos como el Body Positive o la Revolución Gorda, se enfocan en la identidad física y en un concepto huero de la felicidad en lugar de concentrar sus esfuerzos allá donde, en verdad, sería necesario: la salud, la autonomía personal y una vida plena. «Estos movimientos», explica Raquel González Martínez, psicóloga sanitaria especialista en trastornos de la conducta alimentaria, «podrían ser algo interesante si evolucionaran a una defensa realista de la aceptación de uno mismo y también de sus límites, poniendo en el centro la salud y no la identidad física. Sus objetivos deberían basarse en nuestra realidad corporal, tanto por genética como por edad y circunstancias vitales, que lleven a una vida sana, pero nunca a contribuir por otros medios a un concepto de felicidad superficial basada en la continua necesidad de sentir éxito a toda costa. Un movimiento adecuado sería aquel que promoviera el pensamiento crítico y ayudara a descubrir los valores humanos, que son los clásicos y los tradicionales».
La Doctora Ana Beltrán Pérez, especialista en nutrición y medicina estética, es rotunda a este respecto: «Mi opinión personal sobre estos movimientos es que son negativos, negativos en mayúsculas. Es difícil, desde el punto de vista profesional, que un paciente con problemas serios de peso, por exceso o por defecto, pueda salir adelante contactando únicamente con grupos de iguales sin un especialista que les dirija personalmente y asesore. Esto, muchas veces, lo que hace es retroalimentar y potenciar conductas alimentarias peores. Hay que acudir al profesional sanitario adecuado (médico, psicólogo, nutricionista, terapeuta) con experiencia en estas patologías».
Sobre esta campaña en concreto y el tratamiento que da al problema, Raquel González comenta que «es muy superficial, el problema es mucho más profundo. Si pretendemos igualdad, deberíamos hacer campañas donde se pusiera de manifiesto los valores del ser humano, no basarlas de forma simple y hueca en reforzar las fortalezas y suavizar las debilidades de las personas, sin ir a las causas reales del problema». Y apunta: «El número de adolescentes con problemas de conducta alimenticia que vienen a mi consulta sigue incrementándose cada año y hay estudios que revelan que la Covid los ha agravado. Hay factores genéticos, pero también es muy importante la influencia del entorno social. Se le da una importancia excesiva al culto al cuerpo y las personas dedican mucho tiempo y dinero en saber sobre nutrición para alcanzar sus objetivos, pero lo aprenden de forma desvirtuada. Sobre todo, aquellas personas vulnerables. Lo alarmante es que, siendo el sobrepeso un factor de riesgo grave para nuestra salud, sea eso precisamente que ignoramos. Lo que parece preocupar a la sociedad con campañas como estas es que tu cuerpo no sea motivo de rechazo, lo cual es un sinsentido. La solución no está en ampliar como válidas otras identidades de cuerpo, eso no lo arregla. Al contrario, lo complica y lo perpetua».

De culpa a depresión

Romina Olivari, licenciada en nutrición, incide en el peligro que suponen este tipo de campañas «y publicidades extremistas» en especial para «la población receptiva más vulnerable, como son los niños y los adolescentes, ávidos de pertenecer y sentirse aceptados por el mundo que les rodean. Pueden fomentar que se alcance un peso no deseado al entrar en colisión con otros tipos de campaña que promueven estilos de vida saludables y hábitos sanos de alimentación. Estas propuestas superficiales se pueden volver peligrosas para nuestro cuerpo, pero también psicológicamente. Está comprobado que la condición de sobrepeso extremo u obesidad trae aparejadas a corto y largo plazo problemas de salud como hipertensión, grasa intravisceral ligada a síndrome metabólico, enfermedades coronarias… Y a nivel psicológico un impacto de culpa, angustia, apatía y hasta depresión y aislamiento social».
«Aparte de los evidentes efectos psicológicos», tercia la Doctora Beltrán Pérez, «en los pacientes con obesidad se da también un grado de lipoinflamación. Esto lo que significa es que la lipocito, además de crecer en número y tamaño, crece en su propia inflamación. Esto provoca que aunque el paciente adelgace, esa lipoinflamacion quede residual y produzca estados de inflamaciones crónicas y predisposiciones a enfermedades: diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, problemas oncológicos… La obesidad por si misma no es un defecto físico, no es una patología estética. Además, por su gran carga genética, aunque el paciente obeso llegue a perder peso y a ser un paciente normopeso, siempre va a ser un paciente obeso, lo que significa que va a tener que cuidarse para conseguir unos hábitos de vida saludables sostenidos en el tiempo mucho más que un paciente que genéticamente no tenga esa tendencia». Insiste la Doctora en que «hacer campañas en las que se señale el aspecto físico, ya sea por defecto o por exceso, no deja de darle una importancia que no debería tener. Sería importante un enfoque mucho más científico, promoviendo más unos hábitos de vida saludables. No debería asociarse a una cualidad física sino hacia la salud: eso es lo más importante».