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Atentado

Rushdie, un nuevo capítulo en la historia del fanatismo islámico

Retrato del ayatolá Ruholá Jomeiní en el santuario Saleh
Retrato del ayatolá Ruholá Jomeiní en el santuario SalehJaime LeónAgencia EFE

El fanatismo en nombre del islam más intolerante ha tratado de cobrarse una víctima más, en esta ocasión la del escritor británico-indio Salman Rushdie, quien a esta hora se debate entre la vida y la muerte en un hospital de Pensilvania. Aunque el escritor fue apuñalado cuando se disponía a hablar de literatura por el joven estadounidense Hadi Matar, en Nueva York, su condena a muerte se había firmado mucho antes.

Concretamente el 14 de febrero de 1989, cuando el líder supremo iraní, el ayatolá Ruhollah Jomeini, dictó una fatua en la que condenaba a muerte por blasfemo a Salman Rushdie por su novela“Los versos satánicos” (1988). El escritor se vio obligado a ocultar su paradero durante años por temor a perder la vida. Del agresor se sabe que tiene 24 años y raíces libanesas, profesa el islam chiita y siente admiración por los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria iraní.

Aunque no ha habido reacción oficial del régimen de los ayatolás al intento de asesinato del escritor, varios periódicos iraníes han celebrado este sábado el apuñalamiento del autor de «Los versos satánicos». El diario conservador «Kayhan», cercano al propio líder supremo de la revolución, celebraba la noticia. «Mil bravos… al valiente y obediente que atacó al apóstata y malvado Salman Rushdie en Nueva York (…) La mano del hombre que desgarró el cuello al enemigo de Dios debe ser besada».

Por su parte, el sitio web de noticias Asr Iran recordaba, citando al actual líder supremo, Alí Jamenei, que la «flecha» de Jomeini, en alusión a la fatua de 1989, «un día daría en su objetivo». El diario Khorasan ofrecía un titular ayer poco dado a los equívocos: «Satán camino del infierno». Igualmente, la agencia estatal de noticias FARS se refería ayer al escritor como «apóstata» que «insultó al profeta del islam».

Además, en febrero de 2019, transcurridos treinta años de emitirse el dictamen religioso, el perfil de Twitter del actual líder supremo iraní dejaba claro que el pronunciamiento legal contra Rushdie, «basado en versos divinos», era «sólido e irrevocable». La Fundación 15 Khordad, una entidad religiosa iraní semioficial, que desde la publicación del edicto contra Rushdie ofreció una retribución por su cabeza, elevó en 2012 el premio hasta 3,3 millones de dólares. La obsesión del régimen iraní por el autor británico de 74 años se ha mantenido intacta con el paso de los años.

Hitos infames

Aunque la noticia ha recibido una amplia cobertura y generado un generalizado rechazo en el conjunto de Oriente Medio y el norte de África, ha habido excepciones, como en el Líbano, donde los medios cercanos a Hizbulá, la milicia chiita apoyada por Teherán, han mantenido un sonoro silencio en las últimas horas ante el crimen sufrido por el escritor británico. La obsesión del fanatismo en nombre del islam por la libertad de pensamiento y creación está jalonada de hitos infames en los últimos años. Cada vez más replegado en sí mismo y aislado, el propio régimen iraní intentó secuestrar recientemente en Estados Unidos a la periodista Masih Alinejad, infatigable activista anti régimen y anti velo exiliada en Nueva York, un macabro plan descubierto por el FBI hace solo unos meses. Como amenazada también por defender la libertad de no portar el hiyab está en su país la farmacéutica y escritora egipcia Dena Anwer.

En Arabia Saudí, némesis iraní, y Estado defensor y patrocinador de un islam tan rigorista como el de la Revolución de 1979, aunque este caso sunita, pasó diez años de su vida –entre 2012 y 2022- en la cárcel el bloguero Raif Badawi por haberse atrevido a denunciar el integrismo religioso y defender un país más laico. En noviembre de 2015, doce personas fueron asesinadas a manos de dos yihadistas pertenecientes al grupo terrorista Al Qaeda, fundada por Osama Bin Laden, en la sede del semanario humorístico «Charlie Hebdo» en París, que había cometido la osadía de publicar una serie de caricaturas del profeta. Los terroristas no se lo perdonaron. Como tampoco otros grupos yihadistas perdonarán nunca a Ayaan Hirsi Ali, una escritora neerlandesa de origen somalí –que huyó de su país natal en 1992–, por su incasable y valiente combate que mantiene por la reforma del islam.

No han sido pocos los que anticiparon lo que ha ocurrido este viernes en la sede de la apacible Chautauqua Institution del estado de Nueva York: el novelista Salman Rushdie apuñalado por un joven estadounidense que todavía no había nacido cuando el ayatolá Jomeini dictó su «fatua» contra su libro «Los versos satánicos». El escritor portugués y Premio Nobel de Literatura José Saramago, martillo de fanáticos, lo vislumbró en un ya lejano septiembre de 1993: «Soy menos optimista que él en cuanto a las probabilidades de un desenlace feliz de esta absurda historia. Aunque el Gobierno y las autoridades religiosas de Irán anuncien la cancelación de la “fatua”, Salman Rushdie quedará siempre a merced de un fanático deseoso de entrar en el cielo por la puerta principal».