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¿Qué une a Chapman, Hinckley y Bardo?

La pregunta nos traslada inmediatamente a sus pasados criminales; sin embargo, la respuesta no es tan evidente; hay que cambiar de registro y mirar hacia la literatura...
EfeAP
La Razón
  • César Alcalá

    César Alcalá

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¿Qué tienen en común Mark David Chapman, John Hinckley Jr. y Robert John Bardo? Esta pregunta me la hizo Alicia, una buena amiga. No tenía ni idea, pero me hizo pensar. A Chapman lo recordaba perfectamente. Con una cierta edad, ¿quién no tiene grabado en la memoria el atentado a John Lennon? La fotografía, la última, en la cual aparecen los dos se convirtió en un icono aquel lejano 8 de diciembre de 1980. Cerca del edificio Dakota de Nueva York, Chapman disparó cinco veces sobre Lennon. Después de arrestarlo la Policía se declaró culpable. Lo sentenciaron a cadena perpetua. Con 67 años, cumple condena en el Centro Correccional de Attica.
De John Hinckley Jr. no tenía una imagen tan nítida, pero sí de cuando los guardaespaldas del presidente Ronald Reagan lo rodearon e introdujeron en un coche negro. Y es que Hinckley intentó asesinar a Reagan el 30 de marzo de 1981 en Washington. El presidente quedó muy gravemente herido, estando a punto de morir. Hinckley declaró que su único propósito era impresionar a Jodie Foster. Lo declararon no culpable por motivos psicológicos. Con 67 años, está desde 2016 en libertad por no ser una amenaza para los otros. De Robert John Bardo no conocía casi nada. Pude saber que el 18 de julio de 1989 asesinó a la actriz y modelo de 21 años Rebecca Schaeffer. Bardo, un fan obsesivo, la estuvo acechando durante tres años, lo que instigó a la creación de una serie de leyes antiacoso en California. Lo condenaron a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional el 20 de diciembre de 1991. La está cumpliendo, con 52 años, en Avenal State Prision en California.
Esta podía ser la característica común de todos ellos. Habían asesinado o intentado asesinar a una persona. La pregunta estaba contestada. Pero no. Alicia me hizo ver otro detalle aún más curioso. Todos ellos tomaron como referencia la novela «El guardián entre el centeno», de J. D. Salinger, y, en concreto, a Holden Caulfield, su protagonista. El libro, publicado en 1951 y, según Salinger, es semiautobiográfico. La historia cuenta la vida, durante dos días, de un joven que está entre la adolescencia y la madurez. El protagonista desarrolla una visión idealizada de la infancia. Se puede decir que el personaje principal, Caulfield, está marcado por una situación que le extraña, pero que es normal en el resto de la humanidad. Holden tiene poco apego hacia los demás, no está dispuesto a seguir las normas sociales, es un fracasado empedernido y con muy poco aprecio por el mundo.
Holden está a punto de perder la inocencia, si es que uno la pierde cuando pasa de adolescente a adulto. Él quiere ser el salvador de los niños antes de que caigan en el precipicio. Dicho de otra manera, salvarlos de ser adulto. Preservar la inocencia de la infancia ante un mundo que le es ajeno. Podemos decir que Holden, a sus 16 años, mira el mundo de manera crítica y negativa. Se considera envuelto de una hipocresía que no le gusta y le irrita. Está al borde del colapso emocional.
Una obsesión enfermiza
El día del asesinato de Lennon, después de desayunar, Chapman fue a una librería y compró un ejemplar de este libro. En él escribió: «Esta es mi declaración. Holden Caulfield». Cuando lo detuvieron declaró: «Estoy seguro de que la mayor parte de mí es Holden Caulfield. La pequeña parte debe ser el diablo». En cuanto a Hinckley, después del intento de asesinato, la Policía encontró en la habitación de su hotel la novela de Salinger. Durante el interrogatorio no paró de hablar del libro. Y, por su parte, Bardo declaró que estaba furioso con Schaeffer porque había perdido su inocencia, como Holden. Tanto Hinckley como Bardo admiraban a Chapman por lo que había hecho.
La realidad de la historia es que Chapman, Hinckley y Bardo desarrollaron una ofuscación enfermiza con Holden Caulfield. ¿Por qué Holden obsesionó a estos asesinos? Quizá los tres se dieron cuenta de que nunca podrían hacer lo que querían. Que ya eran adultos. Que estaban regulados por un mundo que despreciaban. Que habían perdido la inocencia. Y ese pensamiento se convirtió en locura. Si ellos no podían ser Holden, nadie lo sería. Aquella realidad los llevó a cometer esos actos sin remordimiento, porque Holden había sido su ejemplo. Y esta locura, querida Alicia, ha marcado la historia reciente, cubriendo de sangre a Lennon, Reagan y Schaeffer y quién sabe si a JFK, pues el libro también lo tenía Oswald.