Rey de los Hunos

Atila, un caudillo de poca altura

Frente al retrato fantasioso y la cruda leyenda de su carácter implacable, el Rey de los Hunos no era como se lo han contado: apenas medía un metro de estatura

Eugene Delacroix pintó esta exagerada alegoría de Atila como guerrero de talla grande
Eugene Delacroix pintó esta exagerada alegoría de Atila como guerrero de talla grandeLa RazónLa Razón

La tradición ha hecho que demos por buenas cosas que nunca pasaron o que se han tergiversado a lo largo de los años. Esto, la mayor parte de las veces, no ha sido por mala fe. Simplemente un error ha perdurado a través de los años. Esto ocurre con Atila, el rey de los Hunos. Hollywood nos ha vendido una imagen de Atila como un guerrero musculoso, alto y agradable a los ojos. Los han encarnado actores como Jack Palance, Anthony Quinn, Samuel Ramey o Gerard Butler. El conocido como «azote de dios», ¿era realmente así?

Un fotograma de la película protagonizada por Anthony Quinn, "Atila: hombre o demonio"
Un fotograma de la película protagonizada por Anthony Quinn, "Atila: hombre o demonio"ImdbImdb

Para aquellos que no lo conocen, Atila vivió entre el 395 al 453. Fue el más poderoso cuadillo de los hunos. Estos eran una serie de pueblos nómadas procedentes del área esteparia de Asia Central. Atila fue el dueño y señor de esa parte del mundo antes de la llegada de Gengis Khan. En aquella época aún estaba en boga el Imperio romano. Atila se convirtió en su máximo enemigo. Del 433 al 453 los dominios de Atila se extendía desde la Europa Central hasta el Mar Negro y del Danubio al mar Báltico.

En el 451 invadió el conocido como Imperio romano, avanzó hasta las puertas de Roma. El motivo era socorrer a la hermana del Emperador Valentiniano III, Justa Grata Honoria, con la que deseaba casarse. Sobre el particular escribió el historiador romano Jordanes que «la locura de un solo hombre provocó con su ataque la destrucción de infinitos pueblos, y el capricho de un rey arrogante destruyó en un instante lo que la Naturaleza había tardado tantos siglos en crear». Al final Atila no entró en Roma gracias al papa León I. Este, a orilla del río Mincio, cerca de Mantua, lo disuadió de sus intenciones. A cambio le ofreció un cuantioso botín para regresar a sus tierras. También le dijo que Honoria había muerto y que su hazaña era inútil, pues no conseguiría el amor de la joven. El miedo también ayudó Atila era muy supersticioso y creía que si entraba en Roma encontraría una muerte rápida.

Dos versiones

Sobre su muerte, como ocurre con todos estos personajes, hay dos versiones. Recordemos que no se conserva ningún documento escrito por los hunos. Lo que de ellos sabemos es a través de las crónicas romanas. Pues bien, Gayo Julio Prisco comenta que, después de los festejos de su boca con la goda Ildico, sufrió una hemorragia nasal que la provocó la muerte. El cronista romano Conde Marcelino nos ofrece otra versión. Según este, su mujer lo mató, al anochecer, con una daga. El personaje de Atila inspiró al rey mítico Etzel del Cantar de los Nibelungos, a Atli en la saga de los Volsungos, y también aparee en la colección de poemas Edda poética, en Atlakviða (el canto de Atli). Los tres escritos en el siglo XIII y que forman parte de la mitología germana, islandesa y nórdica, respectivamente.

El poeta y obispo Sidonio Apolinar escribió sobre los hunos que «De estatura media cuando van a pie, son altos si se les ve a caballo; por eso parecen con frecuencia altos cuando están sentados. Apenas se tiene en pie el niño, separado de su madre, cuando ya un caballo le ofrece su grupa: se podría pensar que los miembros de éste se adaptan a los del hombre, tan unidos se mantienen cabalgadura y jinete. Otros pueblos se dejan llevar a lomos de caballo; éste vive en ellos. Llevan en el corazón los arcos curvos y los dardos; su mano es temible y certera; creen firmemente que sus proyectiles llevan la muerte y su furia está habituada a hacer el mal por medio de un golpe infalible».

Esta era la definición típica de un huno. Ahora bien, Atila está incluido dentro de estos cánones. La realidad es un poco diferente a la descrita por Apolinar. La única descripción que tenemos de Atila es la que dejó escrita Prisco. En ella nos dice que era «corto de estatura, de ancho pecho y cabeza grande; sus ojos eran pequeños, su barba fina y salpicada de canas; y tenía la nariz chata y la tez morena, mostrando la evidencia de su origen». Y aquí es donde respondemos a la pregunta formulada antes. En realidad sí era corta de estatura, medía 1,05 metros. Se sabe que lo tenían que subir al caballo y que construyeron una escalera para su comodidad en el momento de montarlo y no necesitara que lo alzaran.