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La izquierda “woke” quiere cambiar la historia con memoria selectiva

La izquierda revolucionaria y justiciera, busca ocultar su activismo en un relato histórico falso que santifica a los represaliados y borra episodios violentos y sanguinarios del pasado
ED. DESTINO

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Hay una cosa llamada “memorialismo”. Según la RAE cuando se aplica el sufijo “-ismo” nos referimos a una doctrina, movimiento o cualidad con cierto aroma “científico”. De esta manera, el memorialismo sería el movimiento para conservar la memoria. Ahora bien, memoria y verdad en Historia no van de la mano por varias circunstancias. La primera es que el cerebro juega con los recuerdos según la circunstancia actual, no la pasada. La segunda, y más grave, es que esos “memorialistas” son izquierdistas que chapotean en el odio y quieren tres cosas: un relato político, el apartamiento del otro, y una subvención. En suma, el memorialismo es un activismo izquierdista más, no una fuente de conocimiento científico.
Los memorialistas son la vanguardia de la izquierda woke. Son los que quieren derribar estatuas que les parecen políticamente incorrectas o que no son progresistas, aunque no sean franquistas. Por ejemplo, el ayuntamiento de Jérez, del PSOE, se negó a la exigencia de los memorialistas de tirar la estatua del dictador Primo de Rivera. La justificación técnica fue que la obra es de 1929, y se sale del marco temporal de la ley de memoria democrática.
¿Qué dijeron los memorialistas de aquello? Pues que era una excusa “leguleya” que solo servía para “homenajear al fascismo”. Es curioso, pero el gran apoyo del dictador Primo de Rivera fueron el PSOE y la UGT, que participaron en la Organización Corporativa y callaron ante el asesinato de anarcosindicalistas porque les beneficiaba. Para esto no hay memorialismo, para recordar la colaboración de los socialistas con la dictadura asesina no hay ni una mísera línea, una placa o una banderita.
Además, los activistas del memorialismo son esos que en psicología se llaman monomaniacos, que según la RAE, es un “delirio parcial sobre una sola idea o un solo orden de ideas”. Es decir; que toda su vida está canalizada a ese fin. No hay nada más. Es el criterio que marca su día a día, pensamientos, deseos y acciones, amistades y enemistades. Normalmente, el memorialista no sabe nada más, y cuenta una historia de España distorsionada, falsa o maniquea.
Voy a poner un ejemplo. El memorialismo dice que en Alemania, Francia e Italia hay una “historiografía oficial antifascista” que ha convertido a la “Resistencia comunista” en los creadores de la democracia tras 1945. Esto es un tópico falso, una de esas cosas nacidas de la propaganda sin raíz en la realidad. En España, sigue la trola, continuó el “fascismo” gracias a EEUU y al Vaticano, que pactaron con Franco en los años 50. No solo el dictador ya no era fascista en esa época, sino que EEUU ya había pactado con el resto de Europa eso llamado “Plan Marshall”. Sobre la potencia nuclear que representaba la Santa Sede, que era la gran amenaza de la URSS, no tengo palabras.
Pretenden que su historieta sea la memoria oficial del Estado, como si estuviéramos en Corea del Norte o en la China de Xi Jiping. En el mundo libre no hay una historia oficial que excluye al resto, sino que es legítimo y legal defender opiniones contrarias. Esto el memorialismo lo lleva muy mal y llama “fascista” a todo aquel que no se calla o que no opina lo mismo.
Luego está la santificación de los represaliados, a los que presentan como bondadosas y honradas personas que defendieron la democracia, y que nunca tocaron un pelo a nadie. No está de más recordar el episodio contado por Andrés Trapiello en su último libro, titulado “Madrid 1945: La noche de los Cuatro Caminos”. Un comando de maquis asaltó un cuartel de la Falange, y mató a dos personas. Bien, pues los asesinos comunistas son considerados héroes por la libertad y la democracia.
A ver. A los memorialistas les importa un higo los derechos humanos. Aplauden las dictaduras comunistas y bolivarianas, y blanquean a ETA y el terrorismo de izquierdas. No solo son contradictorios en cuanto al derecho a la vida, sino también al respecto del resto de derechos. Quieren ilegalizar fundaciones, asociaciones y partidos, acabar con instituciones como la monarquía, y niegan la legitimidad de la libertad de expresión política e histórica, el libre mercado y el derecho de propiedad.
Su idea de República no es una forma de Estado democrática, sino una revolución socialista descarada y justiciera. No son demócratas, sino totalitarios que creen llegado su momento. Es una pena, pero esta ley de memoria democrática da el sello de legitimidad y verosimilitud científica a todos estos grupúsculos que no sirven para asentar la armonía, sino levantar odios.