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Polémica

La Pasionaria, un derroche de memorias

El ministerio de Igualdad gasta 14.000 euros concedidos a dedo en editar unas memorias políticas que ya existen de acceso libre

Imagen de La Pasionaria y Fidel Castro
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Me he bajado las memorias esta mañana de la red. Sí, gratis. No ha sido difícil. Ahí estaban las «Memorias de Pasionaria, 1939-1977», con el prólogo hagiográfico de Vázquez Montalbán. Luego descargué «El único camino», otra de sus autobiografías. Esto sí es democratizar la cultura. Es una labor que hacen desde hace tiempo los organismos públicos. La Biblioteca Nacional ha digitalizado muchísimos libros para ponerlos a disposición del público, al igual que las Universidades. El coste es irrisorio y la comodidad infinita. Ya. ¿Pero qué se puede esperar de un ministerio que vive del dispendio para hacer ideología y beneficiar a las amistades de la chupidanda? Eso es precisamente lo que ha hecho el departamento de Irene Montero, y a su estilo. Ha decidido pagar 14.876 euros para reeditar las memorias de Dolores Ibárruri, «Pasionaria». Esa es la cantidad justa de un contrato menor, de esos que no salen a concurso y se pueden dar a dedo. Veremos a qué apéndice de la chupipanda le ha tocado el chollo. En definitiva, que algún editor comunista hace un buen negocio capitalista.

Irene Montero no solo busca beneficiar a un miembro de la chupipanda, sino hacerse la foto en la presentación del libro y apropiarse de la comunista. No creo que a Carmen Calvo, cuya sororidad con Irene está crionizada, le guste que la recién llegada le quite la retórica de la conquista histórica. Otra guerra más entre izquierdistas librada con nuestro dinero. Ahora bien, ¿era Pasionaria una feminista que hoy se pueda reivindicar? ¿Era una humanista, como matizaba Campoamor? Va a ser que no. Estamos hablando de una genocida que defendió el aplastamiento nazi de Polonia en 1939, así como las checas de Madrid y de toda España en la Guerra Civil, la liquidación social en los países de la órbita soviética durante la Guerra Fría, y aplaudió la existencia del los gulag de la URSS.

Es cierto que Pasionaria hizo algunos discursos para enardecer a las mujeres madrileñas en 1937, pero solo a las «no fascistas» para luego abandonarlas en cuanto hubo peligro. Eso no lo cuenta en sus memorias. Tampoco cuenta su poca sororidad con Margarita Nelken, otra comunista sangrienta. En cuanto esta intentó arrebatarle el liderazgo, la Pasionaria consiguió su expulsión en 1942. No fue una visionaria. El comunismo que defendió fue el gran fracaso histórico de la izquierda que más daño ha hecho a la Humanidad. En marzo de 1986 encabezó un manifiesto de la Asamblea de Mujeres para la salida de España de la OTAN. Firmaban Manuela Carmena, la cantante y actriz Ana Belén, la escritora Rosa Montero y otras personalidades. El argumento era que el atlantismo significaba para las mujeres un «freno» para su «liberación», y las relegaba al «papel de amas de casa». Esto lo contaron Pasionaria y otros comunistas nada menos que en el XXVII Congreso del PCUS en Moscú y Leningrado. Porque los comunistas eran unos feministas de libro.

Feminismo y comunismo

La Pasionaria entendía la liberación de las mujeres como una organización utilitaria al servicio del comunismo internacional. Este fue el sentido de su Asociación de Mujeres Antifascistas, creada en los años 30, y de esa Asamblea de Mujeres. Usaba a la gente como carne de cañón, ya fuera en la política o en la guerra, para la dominación comunista. Todo era mentira. Ni era demócrata ni le interesaba la paz ni los derechos humanos. Fue el producto de la propaganda estalinista. Durante la Guerra Civil fue usada por el aparato comunista de Moscú para transmitir unas imágenes del hombre viril y de la mujer abnegada que fueran útiles para el conflicto. Adoptó el papel de madre sacrificada de retaguardia para que las españolas, como dijo muchas veces, no impidieran que sus hijos marcharan al frente. Al tiempo, remarcó la «virilidad» de los hombres que derramaban su sangre por el antifascismo. Construyó estereotipos de género por su utilidad para Moscú, no para la liberación de la mujer. Cuando ella se definía como una «madre camarada» era propaganda, tanto como su encarnación de la virtud. No solo soñó con liquidar sin freno para instaurar el paraíso comunismo, sino que en su vida privada hizo lo mismo, como le ocurrió a su amante cuando la despechó. No saquemos analogías actuales.