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Virginia Woolf: «¿Por qué estaba deprimida?»

Tres Hermanas culmina la publicación por primera vez en español de la totalidad de los diarios de la autora de “Al faro”

Woolf está considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional
Woolf está considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacionalMan RayLA RAZON

Durante cinco años, la editorial Tres Hermanas ha acometido la titánica labor de editar en nuestro país y de manera completa la totalidad de los diarios de Virginia Woolf, bajo el cuidado y traducción de Olivia de Miguel. Estos días llega a las librerías la última entrega de esta serie, el quinto volumen en el que se recogen los textos que escribió la autora de «Al faro» y «Orlando» entre 1936 y 1941. Es la culminación de una impresionante labor editorial que nos permite tener al completo y en español todos los cuadernos de Woolf.

Lo que tiene el lector es la recta final de la vida de Virginia Woolf marcada por diferentes acontecimientos históricos, como son el estallido de la guerra en España y la invasión nazi en Europa, pero, sobre todo, con unos problemas mentales que iban poco a poco minando la salud de la escritora y que acabarían trágicamente desembocando en su suicidio en las aguas del Támesis.

Hagamos memoria. Todo empezó en 1915 cuando Woolf emprende la labor de empezar a redactar unos diarios en los que pretende recoger hechos e impresiones, pero sin verter sus sentimientos. Los textos permanecieron inéditos hasta la muerte de Virginia. En 1953, su viudo Leonard Woolf publicó una selección de pasajes, aunque omitiendo las críticas que su esposa hacía a sus contemporáneos.

Ahora podemos seguir los pasos de una Virginia Woolf desmitificada, desprovista de muchas de las lecturas equivocadas o excesivas que se han hecho en torno a su figura y su obra. Tal y como expone Olivia de Miguel en el prólogo, las páginas de los diarios «desmontan la idea de una intelectual aristocrática, distante, conocedora de un único escenario, frágil e inestable emocionalmente». esto contrasta con una Woolf fuerte, con mucho que hacer tanto desde un punto de vista físico como intelectual.

Como ella misma indica en la entrada del diario del 1 de noviembre de 1939, esos cuadernos con una «página de libertad». Sabe que se enfrenta a un género en el que hay, como dice nuestra protagonista, concentración, lucidez, y lógica, como es el caso de André Gide. «Sin embargo, las ideas se disparan constantemente en mi cabeza, únicamente que como mi cabeza siempre está preparando algo –terminaré esta semana–, esas ideas escapan inadvertidas», subraya.

Gracias al diario podemos saber las impresiones de Virginia Woolf sobre el drama que perseguía a Europa por culpa de Hitler. El 1 de septiembre de 1939, anotaba sus pensamientos tras saber que las tropas alemanas habían invadido Polonia. «Esta mañana tenemos la guerra encima. Hitler ha tomado Dánzig; ha atacado o está atacando Polonia. Nuestro Parlamento se reúne esta tarde a las 6. Todo esto después de un día en Londres, con dudas & esperanzas sumergidas. Anoche escuchamos la lectura de las condiciones impuestas a Polonia. Teníamos cierta esperanza, pero ahora, a la una, entraré para escuchar, supongo, la declaración de guerra».

Pero a Woolf la perseguían en estos años los trastornos mentales. La depresión la persigue, aunque ella no encuentra una respuesta. Eso es lo que parece al leer la entrada del diario del 7 de febrero de 1941 tras asistir con Leonard a un pase de «El gran dictador» de Chaplin. «¿Por qué estaba deprimida? No lo recuerdo». Igualmente llamativo es lo que recoge el 8 de marzo de 1941 cuando reconoce que «observo la llegada de la vejez. Observo la codicia. Observo mi propio desaliento, que de esta forma se convierte en algo útil. O eso espero. Insisto en sacar el máximo partido de esta época». Veinte días después se suicidó.

El sobrino muerto en la guerra de España

La autora de «Las olas» había visitado España y conocía el país antes del estallido de la Guerra Civil. En sus diarios no faltan las referencias a un conflicto bélico que se llevó la vida de su sobrino Julian Bell. El 3 de febrero de 1938 lo recuerda, tras leer un artículo dedicado a él de Charles Mauron, con su «total falta de inhibición; una franqueza que consiguió gracias a nuestros titubeos y, sin embargo, cuando se abrió al mundo, debió tomar sus propias decisiones. Lo tuvieron que matar en España».