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60 años de «Con faldas y a lo loco», la biblia de la comedia alocada

El escritor y periodista Jaime V. Echagüe, que hoy acudirá a la Feria del Libro de Madrid, disecciona en un libro los secretos y anécdotas de la película de Billy Wilder

Fotograma de «Con faldas y a lo loco
Fotograma de «Con faldas y a lo locolarazon

El escritor y periodista Jaime V. Echagüe, que hoy acudirá a la Feria del Libro de Madrid, disecciona en un libro los secretos y anécdotas de la película de Billy Wilder

Marilyn Monroe logró lo imposible en aquel filme de Billy Wilder: que el andén de una estación ferroviaria tuviera la sensualidad de la más indiscreta lencería. Su paseíllo con zapatos de aguja y el vestido ceñido que lucía la actriz en aquel apeadero forma parte de la historia del cine y, probablemente, del erotismo. «Un clásico es algo que pervive en el tiempo y permanece actual. Esta película sigue estando vigente porque habla de temas importantes para nosotros hoy en día, como es la identidad sexual, el amor intergeneracional, el trasvestismo y la impotencia». Todo conocimiento está asentado en una mitomanía, que no es más que la vocación desmedida por un conocimiento, no importa cuál sea. El periodista y escritor Jaime Vicente Echagüe, que esta tarde firma en la caseta 285 de la Feria del Libro de Madrid, es de esas personas que acude al cine con la vocación infantil de encontrar siempre un deslumbramiento nuevo, una sorpresa que haga de una cita rutinaria un acto extraordinario. Uno de esos espectadores que no desfallece ante un título malo y siempre se exprime la sesera para extraer algo bueno y no sea todo desechable. Su acercamiento al séptimo arte comienza comprando una entrada en taquilla y prosigue en la escritura, que es donde afloran sus conocimientos. Ahora ha publicado el libro del 60 aniversario de «Con faldas y a lo loco», coescrito junto a otros autores, una obra donde se desentrañan los secretos de una de las cintas más célebres de todos los tiempos. «Es la biblia de la comedia alocada. Al verla parece inofensiva, pero después te das cuenta de todo el talento que hay detrás de ella. Ahí coincidieron Billy Wilder y su gran colaborador I. A. L. Diamond, después un Jack Lemmon en estado de gracia, un Tony Curtis de gran talento y una Marilyn Monroe que brilla especialmente a pesar de los tormentos por los que estaba pasando en ese momento. Al examinarla, todo funciona en ella como un mecanismo de relojería. Nada en ella esta entregado al azar».

Jaime Echagüe da cuenta de las anécdotas que jalona el rodaje, desde el cartel que el director y su guionista preferido tenían colgado del despacho -que rezaba: «Cómo lo haría Lubitsch», y que leían cada vez que no sabían resolver la situación de una escena- hasta la frase final de la película. «La pronuncia Joe E. Brown, un actor ya amortizado en comedias de temática deportiva. Él da la perfecta réplica a Lemmon. A pesar de que hoy todos lo vemos como un ejemplo de un final perfecto, la realidad es que ni a Wilder ni a Diamond les convencía. De hecho, estuvieron dando vueltas a cómo acabar el filme. Optaron por esa frase: “Nadie es perfecto”. Era una expresión hecha mucho antes de que ellos la cogieran, pero desde entonces la asociamos a la película. Ellos consideraban que no era la mejor, pero, yo, con el permiso de estos dos maestros, disiento de ellos: nadie espera que en ese momento, Joe E. Brown pueda decir eso».

Jaime Echagüe, uno de esos cinéfilos que se pasan las madrugadas repasando cintas y visionando viejas películas del Hollywood dorado, habla de Marilyn Monroe, de cómo lo pasó en el rodaje. Y el gesto se le tuerce en un visaje melancólico, como si la intérprete fuera una amiga lejana de la que tiene que dar una noticia triste. «Hay que tener en cuenta que ella fallecería unos pocos años más tarde. El matrimonio con Arthur Miller no había sido como esperaba y había sufrido un aborto que la había desestabilizado. Eso fue un golpe muy duro para una mujer de su sensibilidad. Conocemos algunas anécdotas, corroboradas por Wilder y Lemmon, como que llegaba a repetir sesenta veces una escena porque estaba afectada en su estado anímico. En cambio, Tony Curtis culpaba al método del Actors Studio, que consistía en indagar sobre la verdad de uno mismo para abordar un papel. Curtis consideraba que eso era demasiado duro para una mujer tan quebradiza. Lo cierto es que ella, a lo largo de su vida, no tuvo grandes momentos de estabilidad...».

«Con faldas y a lo loco» no es una comedia ligera, algo inofensivo. Cuando se estrenó fue un taquillazo, a pesar de la oposición de organizaciones como la Legión Nacional de la Decencia, que la consideraban reprochable, y el Comité Episcopal de Cinematografía, Radio y Televisión, que, acogiéndose al código Hays, consideraba que la película rebajaba el nivel de moral del espectador. Pero el trabajo de Wilder también era una burla de algo muy serio: la mafia. «De hecho, se contó con un gánster de verdad: George Raft, que hacía de Botines Colombo y que fue amigo de Bugsy Siegel, el fundador de Las Vegas. Hay que recordar que la película está ambientada en la matanza de San Valentín y que toda la cinta es una parodia del cine de este género. La primera parodia que se hace sobre estos personajes. Era muy difícil entonces tomar a broma a los que se consideraban unos asesinos».

Jaime Echagüe, una de esas personas que se divierta compartiendo conocimientos, comenta un último chascarrillo, como él lo llama: lo mal que lo pasó Tony Curtis haciendo de mujer. «Eso de disfrazarse de chica no le hacía gracia. Jack Lemmon, al contrario que él, estaba encantado y se lo pasó estupendamente. Pero él... hay que tener en cuenta que entonces, debido a las revistas y otros tabloides, se tildaba a muchos actores de homosexuales. A Lemmon le daba igual y se encontraba como pez en el agua. Al salir del camerino, estaba muy ufano y de buen humor. Estaba dispuesto a pasárselo bien. En cambio, Wilder tenía que ir al de Curtis para sacarlo de allí a rastras porque estaba avergonzado. Todo se solucionó cuando decidieron ir a una cantina donde comían otras mujeres del estudio. Se sentaron con ellas y ninguna los reconoció. En ese momento se acabaron sus miedos».