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Álvaro Pombo: «Leemos por encima a las personas»

Álvaro Pombo
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Los secretos que oculta la vida salen a la luz con la muerte. El fallecimiento de Augusto deja a su viuda, Johanna Sansíleri, ante un futuro incierto y un pasado movedizo. Su marido ha mantenido durante años una doble vida. Los sábados y domingos los pasaba con ella, y, entre semana, vivía con otra mujer en la ciudad donde trabajaba. Una revelación que le obligará a repensar la memoria común y a abordar una renovación interior. Un Álvaro Pombo jovial, lúcido en las referencias y siempre inesperado en las respuestas, presentó ayer «La transformación de Johanna Sansíleri (Destino). Una novela que profundiza en cuestiones anteriores, como la espiritualidad, a través de la historia de una infidelidad.

-¿O sería un engaño la palabra adecuada?

-Es un engaño, pero Sansíleri desatiende los aspectos triviales, sociales, de los cuernos, para centrarse en lo que pasó entre ellos, en aquello que le distanció de su pareja mientras estaban juntos. Convierte esa doble vida en una ocasión de renovación espiritual de la protagonista. El problema es que tenemos que perdonar y a la vez redimir nuestro pasado. El pasado no pasa, tenemos que rehacerlo, como hacemos con nuestro futuro. El pasado no está hecho. La protagonista tiene que reinterpretarlo y comprender su significado.

-¿Se puede, como su protagonista, Augusto, amar a dos mujeres al mismo tiempo?

-Más que de amor, aquí lo que se cuenta es una doble vida. Augusto puso a su pareja en un altar. A las parejas jamás hay que colocarlas en un altar. Yo estoy interesado en la transformación de los individuos. Uno de los problemas que existen es que nadie conoce a nadie por desconfianza. ¿Quién de nosotros no debe reconocer a sí mismo que ha sido receloso y, a veces, desconoce a la persona con la que vive?

-En este libro defiende la espiritualidad.

-Me he dado cuenta de que he reiniciado una temática, una problemática que ya estaba en libros anteriores. Puede que mis trabajos animen a cierta purifiación interior, a una liberación del consumo y la admiración del consumo en el que hemos caído. Todos somos pobres ahora. Por eso es un buen momento para reflexionar y darnos cuenta de lo tontos que hemos sido venerando el bienestar, los viajes a Cancún y el consumo. Propongo una ideal de vida ascético, aunque es difícil.

-Defiende un camino personal.

-La fenomenología de la oración no puede ser un ritual de repeticiones. Creo que existe una oposición, lo institucional y lo íntimo existen; entre la experiencia religiosa íntima, individual y lo establecido en una guía.

-¿En nuestros días existe cierta frivolización de los valores y los sentimientos?

-Convivimos con una sociedad desolada y aislada. Hay cierta desolación emotiva en este momento. La juventud me parece ahora que está triste. Estos espectáculos de las macrofiestas es triste porque no son lugares en los se que sea posible trabar ninguna relación. Me dirás: «Es que no bailas»; pues me contoneo bastante bien... (risas). Me parece que vivimos resbalando por superficies. Somos patinadores. Se vive en la bagatela. Nos han animado a leer en superficie, a expresar los sentimientos con emoticones. Ya nadie le dice sentimientos a otro. Internet está superficializándonos y, al mismo tiempo, no podemos vivir sin la red.

-Y todo va muy rápido, además.

-Las relaciones humanas necesitan tiempo para desarrollarse. Estamos impidiendo la cristalización de los corazones porque vivimos a mil por hora. Se nos exijen actitudes y se suprime la filosofía en aras de que los niños estén preparados tecnológicamente, aunque luego tampoco encuentran trabajo con esos aprendizajes. Internet tampoco favorece la lectura reposada de los libros. Leemos por encima los libros, como también leemos por encima a las personas. Con el arrinconamiento de la filosofía se ha suprimido un saber frontal y tranquilo de cómo estar en el mundo y resplandecer con la inteligencia. La gente quiere ahora que se sepan muchas cosas y que se tenga una gran formación ténica. Es un error.

-¿Cómo ve la literatura en este ámbito?

-George Steiner explicaba que había crecido en la nación más culta de Europa. En esa sociedad de los años 30 se escribía mucho y se creaba la mejor música. Tenían unos grandes avances tecnológicos. Fue la misma sociedad de Auschwitz. Steiner se pregunta para qué sirve la cultura, las bellas letras. Hay personajes que son grandísimos escritores y a la vez individuos detestables. Celine era monstruoso y un gran novelista. Es discutible que la literatura ayude a cambiar para bien. La literatura es más que un entretenimiento y menos que un libro de ayuda, que generalmente te dice qué tienes que hacer punto por punto. El papel del escritor y la escritura es iluminar el mundo. Un juego que te ayuda a separarte del magma en el que estamos todos metidos.

-¿Cómo ve a España de ética, esa palabra que usted ha mencionado?

-Mi novela narra el viaje de una experiencia estética a una ética. El valor se supone en el soldado de la mili y la ética se supone también en todos nosotros. La ética ahora mismo está por los suelos en España. Es grave que existan tantos ejemplos de personas que cometen ligerezas y, además, con el dinero público. Otra cosa es el comportamiento individual. Ahora, yo pienso, que hay muchos héroes individuales que obran rectamente.

-Es un momento muy duro.

-Lo que nos está pasando parece que nunca ha pasado antes. Pero no es cierto. En 1939, todos los jóvenes fueron transformados por la guerra del 39, por esa sociedad militarizada, unilateral, que era la Alemania y la Rusia de esa época. ¿Ha imaginado lo que debió ser para los ingleses quedarse sin nada tras la Segunda Guerra Mundial? No somos la única sociedad confusa y confundida de la historia. Con la mecanización del campo en EE UU en los años 20, se echó a los granjeros del campo. Tenemos que considerar esas personas, aunque es cierto que no estamos en un tiempo fácil.