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Análisis de "Dragon's Dogma 2": la libertad era esto

La nueva obra maestra de Hideaki Itsuno, "Dragon's Dogma 2", se postula al GOTY con una historia llana, pero llena de sorpresas

Análisis de "Dragon's Dogma 2": la libertad era esto
Análisis de "Dragon's Dogma 2": la libertad era estoCAPCOM

Desde hace dos décadas, la industria del videojuego vive casi obsesionada con el concepto del mundo abierto. Esto es, transmitir la libertad de un plano virtual a las manos del jugador en el mundo real, con enfoques más fantásticos o más realistas, pero siempre permitiéndonos soñar con las posibilidades. No se trata de vivir una vida paralela, sino de explorar lo que los sajones llaman «sandbox» en referencia a las cajas de arena típicas de los parques infantiles: perderse y «perder» el tiempo también es parte de la experiencia videolúdica. Juegos como «The Elder Scrolls V: Skyrim» (2011) o «Zelda: Breath of the Wild» (2017) alcanzaron la excelencia en esta materia, a costa de apostar por enfoques gráficos más humildes, por punteros que fueran en su tiempo. Por eso, enfrentarse a la libertad sobrevenida y realista del nuevo «Dragon’s Dogma 2», en el que empezamos siendo un esclavo para intentar convertirnos en el gobernante supremo de todo un reino, no solo es un paso adelante en la exploración del mundo abierto, sino que además marca todo un hito en la jugabilidad: la libertad era esto.

Secuela directa, también «remake» encubierto, de un clásico de culto publicado en 2012 por Capcom, el nuevo portento de Hideaki Itsuno (histórico desarrollador tras sagas como «Street Fighter» o «Devil May Cry») nos arma de un escudo, una espada y una misión: derrotar al dragón que nos ha robado el corazón -literalmente- para probar nuestra valía como Arisen, palabra con la que se designa a los elegidos según la profecía. Y así, la épica medieval nos sirve para movernos con la más absurda libertad por un mundo vastísimo, dividido en humanos y férides (felinos antropomorfos), que por momentos se vuelve más inhóspito y arisco que la ciudad con los alquileres más caros que puedan imaginar.

Solo una absurda polémica por los micropagos ha deslucido el estreno de "Dragon's Dogma 2"
Solo una absurda polémica por los micropagos ha deslucido el estreno de "Dragon's Dogma 2"CAPCOM

Un impuesto para tontos

«Dragon’s Dogma 2» ha sido capaz de congregar hasta 220.000 jugadores concurrentes a la vez solo en plataformas como Steam (que miden su desempeño en ordenadores obviando su éxito en consolas), ha debutado con un 87 sobre 100 en los agregadores de críticas y se ha convertido en un auténtico fenómeno viral en TikTok o X, dado que su propio mecanismo de mundo abierto permite que una épica pelea con trasgos se vea interrumpida por un grifo gigante que nos quiere merendar, convirtiendo la fantasía más tolkiana en comedia instantánea y preparada para la cultura propia de Internet.

Pero, ¿por qué si hemos escrito hasta la saciedad la palabra «libertad», la crítica especializada se ha rendido a los pies de Itsuno y el juego está funcionando hasta con los «streamers», «Dragon’s Dogma 2» está también siendo objeto de un debate vehemente en redes sociales y en las páginas que permiten comentarios de usuarios? La respuesta hay que buscarla en el cáncer de los videojuegos modernos: las microtransacciones. Infames por su uso torticero en juegos deportivos como la extinta saga FIFA (ahora EA FC) y muy extendidos en el Japón más ludópata del que es la matriz Capcom, se trata de pequeños pagos (de entre 1 a 10 euros) más allá del precio completo del juego (que ahora ronda los 70 u 80 euros) que prometen «mejoras» sutiles de la experiencia. Desde jugar con un futbolista clásico -y quizá hasta fallecido- hasta, como es el caso que nos ocupa, conseguir mejoras de nuestro personaje que nos hacen «perder» menos el tiempo. Para entendernos: «Dragon’s Dogma 2» permite, por 99 céntimos, comprar un objeto para viajar rápido de un lugar a otro de su mapa, tirando por la borda todo su planteamiento de libertad y encuentros fortuitos, traicionando su propia filosofía.

Esta tasa de prisas, un poco también impuesto al tonto dado que el objeto que se pone a la venta se puede obtener en el juego con mínimo esfuerzo, vuelve a remover la psique misma de la industria y sus jugadores contemporáneos: no es ya que no podamos tener nada bonito, es que como ya ocurrió con el cine en los noventa y con la música tras la llegada de Internet y la piratería, las juntas de accionistas han empezado a tomar todas las decisiones respecto a la creación cultural, relegando a los artistas a un segundo plano y directamente obviando a sus comunidades de consumidores. El despertar económico de la industria, que mueve ya más de 50.000 millones de euros al año (más que ninguna otra en el entretenimiento), es también el de una nueva vicisitud: no se puede separar a los creadores de las empresas que publican sus juegos. La libertad era esto, y es complicado saber hasta qué punto nos conviene que lo sea por lo que puede significar en un futuro que se advierte sin exclusividades ni marcas a las que agarrarse.

Título: “Dragon's Dogma 2”

Estudio: Capcom

Plataforma: PC / PlayStation 5 / XBOX Series X/S

Precio: desde 64,99€

Valoración: 100/100