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Fundación ARCO

ARCO, capital Perú

El país invitado de la Feria se instala en Madrid con tres generaciones de potentes artistas que merece la pena conocer y que representan una oportunidad para las galerías españolas

Herbet Rodríguez es uno de los 24 artistas seleccionados para participar en la Feria. En la imagen, su cuadro «Perú, ¿qué te provoca a ti, baby?» (1988)
Herbet Rodríguez es uno de los 24 artistas seleccionados para participar en la Feria. En la imagen, su cuadro «Perú, ¿qué te provoca a ti, baby?» (1988)larazon

El país invitado de la Feria se instala en Madrid con tres generaciones de potentes artistas que merece la pena conocer y que representan una oportunidad para las galerías españolas.

El concepto de «país invitado» que ARCO ha interiorizado como parte esencial de su genética tiene sus diferentes grados de intensidad y compromiso: unas veces, no deja de ser una categoría que se gestiona con cierta abulia y aire protocolario; y, otras, una convicción firme que se expresa con entusiasmo y enorme despliegue de medios. La elección de Perú para la 38º edición de la feria madrileña, que empieza mañana, entra de lleno en esta segunda modalidad. A las siete galerías presentes –con los 24 artistas seleccionados para ellas por Sharon Lerner–, y el pabellón oficial comisariado por Jorge Villacorta, se suma un nutrido programa de exposiciones y eventos paralelos que implican a los principales instituciones artísticas estatales, autonómicas y municipales y privadas de la ciudad. Durante estos días, Madrid será la capital artística de Perú, una oportunidad sin precedentes para conocer, desde todos sus prismas y generaciones, la realidad del arte peruano contemporáneo.

Tras varias décadas de convulsión –una dictadura militar, a la que siguió el conflicto armado entre Sendero Luminoso y el Estado–, Perú ha consolidado su perfil de «economía emergente» que, a los efectos de un mercado artístico como el español, resulta interesante por dos factores: en primer lugar, existe una cuestión principalmente artística, y que se refiere a la vigorosa incorporación del arte peruano a los circuitos internacionales. Tras un periodo de relativa invisibilidad, la realidad artística de Perú vuelve a estar en la agenda mundial debido a la puesta en marcha del MAC-Lima (Museo de Arte Contemporáneo de Lima), la creación de una colección de arte contemporáneo para el Museo de Arte de Lima –una de las instituciones museísticas más emblemáticas del país– y la relevancia adquirida por ferias de reciente creación como PARC Lima y Lima Art. En segundo lugar, Perú, en tanto que economía emergente y con una renta media-alta, aparece como un territorio de oportunidades dentro de las estrategias de internacionalización de las galerías españolas. Después de años de prospección de mercados como el mexicano, el brasileño o el chileno, Perú y Colombia surgen como naturales ámbitos de expansión del siempre precario tejido artístico-económico español. La presencia de una nutrida representación de agentes culturales peruanos durante esta edición de ARCO supondrá, con toda seguridad, una oportunidad pintiparada para urdir relaciones bilaterales.

Local y universal

Sin duda alguna, la pieza central del puzle que conforma la propuesta peruana para ARCO 2019 es la selección de artistas realizada por Sharon Lerner, curadora de arte contemporáneo del MAC-Lima. Tres generaciones de artistas coinciden en un diseño curatorial que barre el devenir del arte peruano desde los años sesenta hasta el presente. Desde los desarrollos conceptuales de la veterana artista multimedia Teresa Burga (1935), pasando por la brillantez de una generación intermedia representada por nombres como Herbert Rodríguez, Carlos Runcie Tanaka o el gran Fernando Bryce, hasta llegar a figuras destacadas de la más reciente hornada –Sandra Gamarra, Elena Damiani, Ximena Garrido-Lecca o Rita Ponce de León–, la selección de autores ofrece una aproximación bastante atinada a la complejidad de referencias que se entrecruzan en el arte peruano de los últimos 50 años.

Si hubiera que extraer de este conjunto de artistas los denominadores comunes que los convierten en paradigmas de lo que es el arte peruano contemporáneo, tres serían fundamentalmente los rasgos a destacar: 1) el deseo de proyección universal desde la profundización en lo local; 2) una obsesión por las cuestiones identitarias, propia de los países definidos por un contexto poscolonial; y 3) la realidad del autoexilio o, en el caso de la última generación, de la obligación de residir fuera del propio país para garantizarse un acceso más expedito a los principales circuitos internacionales.

Si se unen, en efecto, los dos primeros aspectos señalados –la búsqueda de una identidad que hunda sus raíces en las problemáticas locales y se proyecte como modelo universal–, obtendremos la clave que define a la práctica totalidad de los artistas peruanos presentes en ARCO. El gran reto que se plantean es cómo interpretar la historia para que la hegemonía de los relatos estereotipados, simplificadores, deje paso a una visión más compleja y plural. Algunos de estos artistas optan por la apropiación y la copia: Fernando Bryce a través de la reproducción a mano de imágenes de Prensa y de documentos de propaganda política; Sandra Gamarra copia otras piezas artísticas y mecanismos de exhibición de los museos; Herbert Rodríguez se vale del repertorio estético del arte indígena; Miguel Aguirre recrea los códigos de la pintura de historia y del género de paisaje; Elena Damiani extrae imágenes de libros científicos para elaborar un fascinante archivo arqueológico; Ximena Garrido-Lecca devuelve el mineral transformado por la industria a su estado natural; Juan Enrique Bedoya «roba» imágenes de decenas de museos de todo el mundo para construir el suyo personal; y Carlos Runcie Tanaka vuelve una y otra vez al Perú prehispánico a través de una técnica tan connotada como la cerámica. Interpretar, para estos artistas, es copiar, apropiarse, llevar al extremo los procesos de traducción, parodiar... En suma, convertir a la historia en una sustancia maleable con la que poder definir una identidad común y amplia en la que convivir.

Sucede, además, que, sobre todo entre los artistas más jóvenes, está persecución de una «identidad de urgencia» se realiza desde la distancia, desde una dispersión que les ha llevado a muchos de ellos a residir en distintas ciudades europeas. El actual y globalizado mundo del arte acepta a todas las nacionalidades pero, como siempre ha pasado, las obliga a trabajar desde los mismos centros de emisión de siempre. ¿Globalización o simple internacionalismo? Esa es la eterna pregunta.

Más allá de la Feria

Pero, como ya se ha avisado, la presencia de Perú en Madrid no acaba en los pabellones de Ifema. El Reina Sofía, por ejemplo, ha inaugurado la ambiciosa muestra «Redes de vanguardia: Amauta y America Latina 1926-1930», consagrada al análisis de la influencia ejercida por la mítica revista «Amauta», fundada y dirigida por José Carlos Mariátegui, con una tirada que llegó a alcanzar los 4.000 ejemplares, y entre cuyos colaboradores internacionales se encontraron escritores e intelectuales de relevancia internacional como Marinetti, Borges, Breton o Unamuno.

Interesante, igualmente, es la exposición «Autoeclipse» que el Centro de Arte Dos de Mayo dedica a Armando Tudela Andrade, uno de los nombres esenciales del nuevo arte peruano. A partir de una multiplicidad de medios que incluyen la fotografía, el vídeo, la escultura y la instalación, Tudela Andrade explora esos espacios cotidianos en los que la cultura popular y la política convergen. Imprescindible, en este recorrido por el «Madrid peruano», resulta la visita a La Casa Encendida, en donde se exhibe «Liminal», el nuevo proyecto audiovisual de Maya Watanabe, ganador del premio Han Nefkens Foundation-ARCOMADRID 2018. En esta obra de videoarte, centrada en una investigación sobre las 6.000 fosas comunes no exhumadas y las más de 16.000 personas todavía desaparecidas que ha dejado el conflicto armado peruano, Watanabe vuelve a demostrar por qué el suyo es uno de los lenguajes audiovisuales más fascinantes y desasosegantes del panorama actual, capaz de elevar la resistencia del espectador hasta límites que rompen su mirada. Un buen final para esta incursión en la diversidad artística peruana es la visita a la exposición «Estratos de un paisaje», una selección de fotografías de la colección Jan Malder que acoge Casa América y que reúne 108 instantáneas de 35 artistas centradas en el paisaje urbano, natural y humano. La envergadura y representatividad de esta muestra aportará un colofón a la altura del apabullante desembarco realizado por Perú durante esta edición de ARCO.