Man Ray, o cómo escandalizar con lo absurdo
Situada su obra entre el dadaísmo y el surrealismo, destacan sus fotografías realizadas sin cámara y “El violín de Ingres” como su imagen más conocida
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Cuestionar el arte a través de sí mismo no es tarea fácil. Es una labor que necesita imaginación, atrevimiento, que debe ser rompedora y que de alguna manera sus autores se separen conceptualmente de los que dicen ser sus iguales. Este tipo de rebelación creativa es lo que algunos llamaron dadaísmo, y lo que Theo van Doesburg definió bajo el lema “Estoy contra todo y contra todos”. De este movimiento surgió el surrealismo, que ya no cuestionaba, sino que optaba por lo irracional como medio de cambio, y entre ambos moldes se encuadró la obra de uno de los artistas visuales principales de esta época: Emmanuel Radnitzky, más conocido como Man Ray (1890-1976).
Este autor está ahora -y de nuevo- de actualidad debido a una de sus más icónicas obras: “El violín de Ingres” está a punto de convertirse en la fotografía más cara de la historia. En mayo sale a subasta de la mano de Christie’s, y el precio que estiman es de entre 5 y 7 millones de dólares, un valor jamás visto en el terreno fotográfico. Y es que esta imagen, como gran parte de la obra de Ray y donde retrató a su amante Kiki de Montparnasse, ha figurado en el imaginario popular desde años, lo que demuestra el alto grado de influencia de su obra en nuestra vida a nivel estilístico y cotidiano.
Hablábamos de dadaísmo y surrealismo, pero lo cierto es que, si bien Ray bailaba entre ambas corrientes, nunca se asentó de manera definitiva en ninguna. Siempre buscó el escándalo en lo absurdo, así como dotó de carácter y psicología cada parte del cuerpo, cada objeto y expresión. “Despreocupado pero no indiferente”, reza su epitafio en el Cementerio de Montparnasse, pues su obra inspiraba desorden pero a su vez estaba configurada al detalle.
Destaca de su trayectoria profesional la creación de los rayogramas: creaciones fotográficas sin cámara, obtenidas mediante la colocación de objetos por encima de una superficie fotosensible, como una película o un papel fotográfico, y la exposición posterior a la luz directa. No obstante, más tarde sería quizá más valorado por las fotografías que hacía con cámara para documentar sus obras. Su innovación le permitió codearse con las altas esferas de su época, y su fama se disparó cuando comenzó a realizar retratos de personajes relevantes -como Joan Miró, Buñuel o Picasso-, así como cuando comenzó a trabajar con las mujeres y sus desnudos.
Decía que pintaba aquello que no podía fotografiar, así como fotografiaba aquello que no podía pintar, y por ello no solo su obra queda en imágenes, sino que también trabajó con el collage y con otros materiales que nada transmitirían sin manipulación. “La búsqueda de la libertad y el placer, eso ocupa todo mi arte”, decía Ray. Así, más allá de “Las lágrimas” o “El violín de Ingres”, destacan su famosa plancha con púas, así como “Negra y blanca” u “Objeto para ser destruido”, que se expone en el Museo Reina Sofía de Madrid.