Anna Barrachina: el arte es primero una actitud
Inaugura una muestra en Avilés marcada por el optimismo y una invitación a entrar en su universo propio
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Antes de saber nada de cómo se pinta un cuadro, Anna Barrachina aprendió la actitud. «Mi abuelo, Ramón Barrachina era pintor. Y de él aprendí sobre todo a encontrar una burbuja. Él tenía su cuarto para pintar, donde se encerraba, encendía la radio y desaparecía durante horas. Yo entraba de pequeña y le veía pintando, feliz en su mundo. Y eso me impactó muchísimo, verle en ese momento creativo tan personal», explica la artista que, unos cuantos años después de aquella visión, inaugura una exposición propia en la Factoría Cultural de Avilés, enmarcada en la Noche Negra de la localidad asturiana.
Y es que la artista, hija del jinete Álvaro Muñoz Escassi, nació y se crió en el norte de Alemania, en una pequeña localidad rural donde era fácil dedicarse a su primera pasión, la hípica. Barrachina se educó en contacto con la naturaleza hasta que, a los 20 años, llegó a España a estudiar. «Entonces desarrollé mi carrera profesional. Estudié marketing, me dediqué a la moda y a la investigación. Pero, en el fondo, siempre me consideré una artista», explica a este periódico.
«Siempre he pintado, aunque no de forma profesional, pero siempre lo consideraba como mi trabajo principal, lo que me definía, aunque mi fuente de ingresos no lo era en absoluto. Cada día, mi curiosidad me llevaba a experimentar, buscar, formarme a mi manera. Y cuando llegó la pandemia, que tanto dolor causó, a mí me abrió la puerta de tener tiempo para explorar y para colgar en redes mis obras. Para mi sorpresa, la gente quería comprarlas», cuenta la artista. Así fue como entró en contacto con la galería We Madrid, que expone su obra. El arte se ha convertido en su ocupación principal, por fin –«no puedo estar más feliz, a veces tengo que pellizcarme», dice– y ya ha presentado hasta tres exposiciones en Valencia y Madrid.
La pintura es para Barrachina una forma de terapia: «Entro en mi estudio en un estado de caos. Estoy desequilibrada, ansiosa, alterada... y entonces pongo música y voy entrando en equilibrio. Salgo muy en paz, tranquila. Como si estuviese soñando. A veces me meto en mis hilos de pensamiento y me dan las tres de la mañana», cuenta Barrachina, fiel a la costumbre de su abuelo. «Su estilo era clásico, pero creo que tenemos la misma actitud». En su obra, aparece el humor en los títulos de las piezas y el color, hay una suerte de celebración inherente. «Es verdad. Siempre dije que quiero transmitir alegría, que lleven esas sensaciones al espacio en un hogar. Porque mis piezas las hago pensando en el lugar de alguien». Barrachina se ha abierto hueco en un mundo muy competitivo: «No sé si tengo talento o no, si soy mejor que alguien. Pero le pongo ganas y pasión, alma y corazón, en todo lo que hago. Soy muy meticulosa y lo dejo todo en cualquier cosa que hago. También pienso que uno es artista si quiere serlo, si trabaja en ello. Otra cosa es que le guste a la gente». ¿Qué cree que le diría su abuelo? «Creo que estaría orgulloso».