Arte
Caravaggio: Aventuras y desventuras de un lienzo legendario y capital
Fabiola y Laura, como si de un cuento se tratase, cuentan el ir y venir de esta importante pieza
Marcantonio Doria, un hombre rico genovés, le pidió a Caravaggio, que estaba en Nápoles (era ya al final de su vida), que pintase el cuadro. Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo entre Génova y Nápoles había un gran tráfico comercial, la travesía para llegar de un lugar a otro duraba seis días. Los genoveses gozaban de un nivel económico altísimo, tanto que también daban préstamos (lo hicieron inclusive a la Corona española).
Caravaggio aceptó y se puso a trabajar en ella. Ya finalizada, deseaba enviarle la pintura a su cliente a Génova lo antes posible y para acelerar el proceso la puso a secar al sol y el resultado fue que consiguió acelerar el tiempo de secado, pero los materiales se reblandecieron. Dos semanas después, el cuadro viajó, pero no se sabe en qué condiciones llegó a su propietario. En 1831, dos siglos después, Doria, antes de morir hizo un fideicomiso y estableció que una serie de piezas de arte no se podían vender, en este grupo de obras estaba el cuadro pintado por Caravaggio y remarcó: «Este cuadro siempre deberá de permanecer en casa de un hombre Doria, pero en 1832 el último familiar de la casa Doria fue una mujer.
Sabedora de los deseos del ya difunto, escribió a sus primos Doria D’Angri que pertenecían a un feudo para comunicarles que ella no podía mantener estas piezas del fideicomiso porque por ser mujer no podía quedarse con ellas y les ofreció si les parecía bien que mandara restaurar el cuadro pintado por Caravaggio. Obviamente uno de sus primos le respondió feliz y aceptó. Una vez restaurado, la mujer envió las piezas a Nápoles, entre ellas «El martirio de Santa Úrsula». Más adelante le preguntó si le había gustado el resultado de la restauración, pero el primo le sacó los colores al confesarle que no estaba nada contento con el cuadro ante la sorpresa de la señora.
La historia tiene su aquel porque la restauración que se había ejecutado correctamente había sido dañada. ¿Dañada? «Sí, porque el papel con el que la habían embalado se había quedado pegado al barniz ya que era muy espeso y dejó parte de la pintura manchada. Al final resultó un desastre», relatan. Lo mejor de todo, cuentan Fabiola y Laura, es que este cuadro, a pesar de haber tenido una vida muy movida, tiene la suerte de estar muy documentado.
Los retoques
Las dos restauradoras se instalaron en Nápoles y trabajaron prácticamente sin descansar para llegar a tiempo y dejar el cuadro como era en su origen, como ellas querían para la muestra en Roma «Caravaggio 2025». «Fuimos levantando capas y capas de barniz con muchísimo cuidado, con ayuda de hojas y hojas con disolventes muy ligeros para quitar lo que tenía encima. Es siempre una intriga y da miedo cuando se realiza esto porque no se sabe cuántas capas han metido los anteriores restauradores. Nosotras decidimos levantar todas las capas que habían dejado en las anteriores actuaciones».
¿Cuánto han cambiado las técnicas de restauración?
La restauración ha evolucionado ligeramente desde el punto de vista de los materiales y los métodos operativos, permitiendo un enfoque diferente, con intervenciones más específicas y graduales, también gracias al hecho de que los análisis científicos han alcanzado nuevos objetivos. Sin embargo, nuestra propuesta de intervención debía tener necesariamente en cuenta las opciones metodológicas y estéticas tomadas en ese momento.
Comentan que los materiales que se usan o usaban siempre son los mismos, aunque tengan técnicas diferente y sobre la información de la pieza añaden: «Nos hemos documentado mucho sobre esta pieza de Caravaggio con informes técnicos, pero realmente son nuestros ojos los que nos ofrecen el análisis.
Les preguntamos cuál fue su primera experiencia como restauradoras, la que más huella les ha dejado. Comenta una de ellas que cuando terminó sus estudios y fue a Piamonte, a un pequeño pueblo perdido, vio unos frescos del siglo XII en una cabaña aislada, lejos de cualquier sitio: «Si no hubiéramos llegado allí en ese momento, se hubieran caído las pinturas, hubieran desaparecido. Mientras las íbamos recuperando, iba con otra compañera, sentía que estaba salvando una vida, me sentía como un médico cirujano operando». Confiesan que para llegar a ser las elegidas para restaurar una pieza tan valiosa detrás hay una gran formación académica y mucha experiencia: «Hemos trabajado en piezas del 600, pinturas hechas sobre tela y también lo hemos hecho con frescos, posiblemente los trabajos más importantes de restauración en los últimos años han sido las obras de Guido Reni en el Palazzo Palaviccini Rospigliosi, aquí en Roma, con ‘‘Il tema dell’Aurora’’ y en el 2015 ‘‘La fortuna’’ de Guido Reni. Hemos tabajado también en muchas piezas de pintores boloñeses (los pintores boloñeses del siglo XVII o XVII son conocidos por su contribución fundamental a la historia de la pintura europea, con nombres como Guido Reni, Guercino y la escuela Carracci dando forma al panorama artístico de la época).