cultura
El Thyssen traslada la novela de Marcel Proust a las paredes del museo
'En busca del tiempo perdido' se convierte en la novela que vertebra un recorrido caleidoscópico por todas las influencias artísticas del autor francés
Un jovencísimo Marcel Proust (1871-1922) es quien recibe al visitante en la nueva exposición del Museo Thyssen-Bornemisza. Ahí está un muchacho con apenas 15 añitos. Es el mismo adolescente que recorría los pasillos y las salas del Louvre para llenarse el alma.
De aquellos paseos vino todo, surgió “El Monstruo”, como lo denomina Fernando Checa, comisario invitado e ideólogo de este recorrido en el que se muestra un caleidoscopio del autor: sus palabras saltan de las páginas de los libros a las paredes de un museo que con 'Proust y las artes' (del 4 de marzo al 8 de junio) pretende mostrar la importancia y significación de pintura, escultura, arquitectura, música, teatro, diseño... en la literatura del novelista.
'En busca del tiempo perdido' ('À la recherche du temps perdu', 1913-1927) se convierte en el eje que vertebra una exposición que visita los paisajes parisinos del finales del siglo XIX; principalmente, la alta burguesía y la aristocracia en la que se desenvuelven los personajes de Charles Swann y la duquesa de Guermantes. Y como no, importante en esta propuesta del Thyssen es la figura de Elstir, la creación literaria de Proust para reflejar al pintor por excelencia (una mezcla de Whistler, Moreau, su amigo Heller y, como no, Monet).
Para el autor, el artista actuaba de igual manera que los oculistas: “Nos somete con su pintura o prosa a un tratamiento que no siempre es agradable (...) El mundo ha sido creado tantas veces como ha surgido un artista original (...) Solo a través del arte podemos salir de nosotros mismos”. Gracias a este, el espectador/lector sale de “un solo mundo, el nuestro, y lo vemos multiplicarse”.
Así, como un ser divino, enviando su “rayo especial”, Proust insinuó haber impuesto una nueva mirada. Transformó la mirada de los lectores que le siguieron con “fidelidad y pasión”, puntualiza Guillermo Solana. Asegura el director artístico del Thyssen que el recorrido comisariado por Checa y Dolores Delgado “despliega de manera compleja” todo ese mundo del escritor; y avisa: “Hay que tener la paciencia de seguir muchas referencias cruzadas porque no es solo la mirada de Proust, sino que hay muchas otras". “Con como las muñecas rusas”, explica Solana.
Uno de los ejemplos aparece nada más entrar en este universo, en concreto, en la edición de 'Los placeres y los días' (1896), donde los textos del escritor se mezclan con las ilustraciones florales de Madeleine Lemaire. Se trata de la primera obra publicada de Proust en colaboración con el músico Reynaldo Hahn, que compuso breves canciones en torno a cuadros de Cuyp, Van Dyck, Potter y Watteau.
En esa misma primera sala, James Stuart, el duque de Richmond, está visto desde los ojos de Van Dyck, quien a su vez está dentro del Louvre y también de un libro que lo evoca; pero igualmente sucede con 'Diana y sus ninfas', de Vermeer, un cuadro que tiene una relación directa con el citado Swann; o con la Venecia pintada por Turner, que remite a Ruskin y que se engloba dentro del propio Proust.
Aseguran los comisarios que el orden cronológico era imposible dentro de un recorrido que va saltando por diferentes temas proustianos y entre los que se encuentra uno de los óleos del Thyssen sobre los que ha habido más controversia en los últimos años, 'Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto lluvia' (1897).
Checa afirma que si tuviera que reducir la autor a un solo artista ese sería Monet. “Por eso aparece en diferentes momentos de la exposición”, añade. Pero también advierte el comisario que la obsesión era la de mostrar “exactamente los mismos cuadros que menciona Proust en su novela y otros escritos”.
En total, más de 130 piezas (principalmente cuadros, pero también esculturas, trajes, libros, grabados...) que dan comienzo con ese adolescente enamorado del Louvre y su pasión por determinados artistas y que continúa por París y su entorno. Luego, por las partes de Swann y Guermantes. La moda, las fiestas, los amores, el sexo, los engaños, los celos, la política y la guerra (el caso Dreyfus y la Gran Guerra), así como las discusiones sobre pintura, música y literatura aparecen entre las preocupaciones de la “clase ociosa”.
Venecia, las catedrales góticas que visitaba guiado por los escritos de Ruskin y los del historiador francés Émile Mâle, la modernidad (los Manet, Monet, Degas, Renoir, Moreau o Vuillard), Elstir y Balbec y un apéndice en el que sobresale Rembrandt junto al propio Proust en su lecho de muerte. “Es un final un poco trágico”, sostiene Checa, “pero así es la novela”.
- Dónde: Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. Cuándo: del 4 de marzo al 8 de junio. Cuánto: 14 euros (Entrada general).