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La estupidez de explicar un Chema Madoz

El fotógrafo inaugura hoy en la Galería Elvira González los trabajos que le han ocupado desde 2021, una mezcla de objetos clásicos y nuevos que miran al feminismo, al cambio climático y más allá
Primera sala de la Galería Elvira González, donde el retrato de Picasso reinterpretado (en el centro) por Chema Madoz recibe al visitante
Primera sala de la Galería Elvira González, donde el retrato de Picasso reinterpretado (en el centro) por Chema Madoz recibe al visitanteCortesia de Elvira GonzalezGaleríaElviraGonzalez

Madrid Creada:

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Un Madoz es un Madoz. Lo ves y sabes delante de qué estás. Da igual que sea una ventana, unas gotas, un abrigo, algo que ni siquiera puedas identificar..., esos blancos, negros y grises son Chema Madoz. Lo ha vuelto a hacer. Si uno entra despistado en el número 1 de la calle de los Hermanos Álvarez Quintero, en la Galería Elvira González, no tardará en orientarse aunque se haya saltado el cartelón de la exposición. Un cuchillo con un «¡bang!» es suficiente para saber lo que se tiene delante. Luego, todo lo demás.
El fotógrafo vuelve dos años después a las paredes de la galerista con el objetivo de «que la imagen siga manteniendo un cierto misterio, un cierto interés, que no sea algo que se acogote», apunta Madoz. Y precisamente es él el que se acogota cuando tiene que explicar una imagen. Se corta. Se hace pequeño dentro de su chaleco negro. «Es estúpido destripar una imagen», continúa algo incómodo. Porque el artista no necesita palabras para hablar, solo un concepto, un símbolo, un retrato... la imaginación.
Habla Madoz frente a lo que parece ser un jarrón con cuernos de carnero/cabra, pero eso es lo que el ojo inexperto, vago o perezoso ve de un simple vistazo. Detrás hay mucho más. Incluso una figura pedida por encargo, «pero hay veces que merece la pena incorporarlos al trabajo», sonríe. En este caso, la petición fue la de un retrato de Picasso «a través de objetos» y el resultado es el que se expone ahora: ese «jarrón» que encontró la solución, dice, en elementos característicos del genio, como la cerámica. «La tenía por todas partes». También esos cuernos son marca de la casa y trasladan a la revista «Minotauro» en la que colaboró el pintor; o a la cabeza de una cabra a punto de topar, de embestir: «Porque Picasso era capaz de dinamitar todos los clichés», puntualiza Madoz de una imagen «clara, limpia».
Es solo la primera gran pieza de una muestra que recorremos de la mano de un autor parco en palabras para no «destripar» nada, «que lo haga el visitante». Chema Madoz inaugura hoy su trabajo más reciente, compuesto de algunos de los proyectos en los que ha estado ocupado desde 2021 y en los que vuelve a apelar a la imaginación del espectador. Él, por su parte, continúa sin trabajar desde un concepto, tema o serie, simplemente, asegura, se deja llevar «por el día a día. A veces por el azar, pero de eso hay poco, solo cuando te asalta».
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El artista pasa de puntillas por el hoy, no así sus obras, que no se despegan de la actualidad. Lo vemos en un marco que presenta un mapamundi con una inscripción, «Carte du Fond des Océans», y abajo, en el centro, un desagüe. Una mujer se acerca, lo mira y se ríe. Le gusta el compromiso de Madoz con el cambio climático o con la salud de nuestros mares o vaya usted a saber qué pensó. El fotógrafo lo obvia, no da explicaciones.
Sí se detiene un par de obras más allá, en un tacón que se mete en una pipa. Lo primero que viene a la cabeza es Magritte y no lo esconde: «Es su elemento icónico y no puede faltar como referencia. Lo que llegó a hacer con una pipa lo agotó todo». Pero el madrileño todavía le da una vuelta más al concepto y lo adapta a nuestros tiempos, a una era mucho más concienciada con el feminismo: el zapato de tacón, símbolo indiscutible de la feminidad, llegando hasta el tuétano de una pipa, como símbolo en extinción del hombre más añejo («señoro», que dirían otros, otras, otres). Madoz ve la apuesta de Magritte y la sube un peldaño más.
Enfrente aparece otro cuadro que tiene mucho que decir: unos escalones con un par de libros en cada uno que, a la vez que representan la educación o el saber, ayudan a hacer ese ascenso hacia alguna parte algo más liviano.
Tres salas y más de treinta fotografías en las que Madoz explora nuevos objetos sin renunciar a clásicos suyos como los relacionados con la música, las velas o los cuchillos. «Trabajando con los objetos conocí el vértigo de no vislumbrar el fin. A estas alturas todavía sigo descubriendo cosas nuevas en ellos, no tengo la sensación de que se trate de algo que tengo controlado», defiende el fotógrafo de una exposición que lleva su nombre.
  • Dónde: Galería Elvira González (c/ Hermanos Álvarez Quintero, 1), Madrid. Cuándo: desde hoy. Cuánto: entrada libre.