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arte
Los fantasmas de Goya poseen al pintor Sigmar Polke
El Museo del Prado inaugura «Afinidades desveladas», donde explora la influencia del pintor español en este artista contemporáneo

A veces, lo nuevo tiene raíces en lo viejo y lo original, más que una invención, es una relectura o reinterpretación de lo antiguo. Cuando el artista Sigmar Polke entró por primera vez en el Museo del Prado comprendió enseguida que necesitaba quedarse en Madrid más allá de los límites temporales marcados por un fin de semana o un viaje rápido. Al final decidió quedarse seis semanas. Entendió que la asimilación de esos maestros que reunía la colección de la pinacoteca requería un detenimiento y una reflexión que excedía los límites de lo turístico o lo pasajero. Ana, su hija, recuerda que todos los días regresaba a las salas para estudiar a los maestros que pendían de las paredes. Sobre todo a Velázquez y a Goya. El director del Museo del Prado ha explicado alguna vez que cuando el mundo atraviesa periodos de bonanza, el pintor más solicitado es Velázquez; pero que, cuando se afrontan épocas oscuras o de acentuado declive, el más demandado es Goya. Según él, desde 2008, atravesamos en un momento típicamente goyesco. Y este testigo es el que recoge Ana Polke cuando revela uno de los vínculos que existen entre ambos creadores: «Uno de los aspectos que lo une a Goya es que este reflejó la caída de un mundo y el nacimiento de otro nuevo. Esta impresión es la misma en Polke. Existe cierta afinidad en este sentido entre los dos».
Tiempo y vejez
Sigmar Polke quedó prendado enseguida por el artista aragonés y, sobre todo, por «Las viejas o el tiempo», un lienzo/metáfora sobre el transcurso del tiempo y la asunción de la ancianidad de una honda dureza. Una impresión que Goya acentuaba con una de sus habituales ironías al incluir en un libro una pregunta de su puño y letra: «¿Qué tal?» (esta característica de incluir una frase también tendrá su eco en Polke). Una pregunta retórica cuando se dirige a dos mujeres que se asoman al balcón de su decrepitud. Este óleo, proveniente del Palais des Beaux-Arts, sirve como eje de la primera retrospectiva que se dedica a este creador en nuestro país. Un artista, de una fuerte originalidad, que partió de una reinterpretación de Goya para emprender una exploración del arte a través de la pintura, una disciplina artística que defendió a lo largo de toda su trayectoria. Uno de los puntos que le sirvieron como acicate fue el descubrimiento de una radiografía de este óleo que revelaba que, debajo de esa pintura, Goya había pintado una obra de muy distintas características. Si el que vemos es vertical y de un claro pesimismo, el que yace por debajo es religioso y horizontal. Casi todo lo contrario. Un punto de partida que Polke no ha desaprovechado.
Pero su obra no asoma solo el interés por aventurarse en las interioridades metapictóricas, también queda claro el influjo que Goya ejerce en otros aspectos intelectuales. La mirada goyesca sobre la realidad, nuestras tradiciones, todos sus fantasmas y todas sus fantasmagorías, como el declive de la razón por culpa de la razón, o incluso, la brutalidad de la guerra, que es asumido por Polke con claridad y tal como revela «Ha llegado el día de la guerra», una obra de 1988. La comisaria de la muestra, Gloria Moure, que ha titulado a la muestra «Afinidades desveladas» y que es la persona de quien partió la iniciativa para abordar este proyecto, ha escogido una multitud de piezas de Polke que dan cuenta del amplio repertorio de recursos y de técnicas que ha empleado para recapacitar sobre el grabado, la pintura, pero también sobre los temas. Con esta muestra se vuelve a retomar la idea de que el Museo del Prado esté vinculado con el arte contemporáneo, algo que ya empezó con alguna exposición de Picasso y, sobre todo, la de Fernando Zobel. «Cada dos años, no estaría mal recuperar esta clase de propuestas», ha comentado Miguel Falomir.
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