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Miquel Barceló no da puntada sin hilo

larazon

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El pintor y su madre presentan en el Jardín Botánico “Vivarium”
Tiene Francisca Artigues una paciencia asombrosa a sus 92 años. Y buena vista, tanto como para dedicar entre 8 y 10 horas al día a bordar. Ella, que es una mujer menuda y de apariencia frágil, un punto transparente y que conserva su belleza intacta, es la madre que trajo al mundo a Miquel Barceló, un artista de aspecto más rudo al que da el brazo con una ternura que solo una madre puede destilar. Hasta el Jardín Botánico de Madrid ha traído sus mantelerías, las colchas que ha dibujado con hilos y un tapiz que es una obra de arte, “Vivarium”, de donde toma el nombre la muestra y por el que nadan peces abisales, pulpos, se contonean las estrellas de mar y los calamares suelen su tinta negra con tanta gracia y maestría que parece imposible que pudiera bordarse, pero ella lo consigue, aunque, como dice con exquisita elegancia, a velocidad de “caracol paralítico”. Con este trabajo estuvo tres años. No paraban de añadir imágenes, como si el mar fuera infinito. Y pararon por puro agotamiento, porque ya no había más plantas ni peces a los que dar forma con hilos. Ya será menos. Barceló con sus pinceles y sus colores y ella con la aguja y el hilo forman un tándem peculiar capaz de crear mundo fantásticos. El vienes dio la última puntada a una de las obras que se puede ver en Madrid. Los dos se entienden, pero confiesa que cuando hay intercambio de pareceres, la madre del artista es la que gana. “Mi madre siempre ha hecho piezas con un objetivo finalista, es decir, un mantel para la mesa o una colcha para la cama, cosas que se usas, y ese tapiz, que han tardado dos años en hacer, es el único que se sale de esa norma”, explicaba Barceló a Efe.
Hay tanta vida dentro de esas telas... Por ejemplo, las anguilas azules (si es que lo son, a mí me lo parecen) están literalmente vivas, con su gradación de tonos, las aletas tan pequeñas, las branquias señaladas, el ojo abierto. Una belleza. Con motivo de la exposición La Fábrica ha editado un bellísimo libro en el que se pueden casi tocar las labores de Francisca. Incluso en una de las imágenes se puede ver un alto en una de las comidas familiares en la que hijos, y amigos degustan una paella con el mantel de Francesca presidiendo la mesa, firmada, como las demás por Jean Marie del Moral.La primera tela a la que se acercó fue también en azules, “con pececitos mediterráneos”, dice. ¿Y cómo ha sido ese trabajo a cuatro manos? Barceló pintaba y su madre daba vida con aguja e hilo: “Él me traía los papeles con dibujos y yo los calcaba con papel transparente. Para mí era como pintar bordando y me realizaba también”, explica sin levantar mucho la voz.
Una parte de su intimidad está ahora en el Jardín Botánico hasta el 6 de enero. Y a ella, hasta jovencita nacida en 1926 se la nota feliz. No importa nada más.

“Vivarium”

Real Jardín Botánico. Madrid.
Hasta el 6 de enero
Entrada gratuita