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Muere Andreu Alfaro, escultor de la geometría

Falleció en Valencia, a los 83 años, dejando una obra de inspiración constructivista pero marcada por la pasión
larazon

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Llevaba años apartado de todo, recluido en un silencio forzoso. Estaba en ese extraño vacío en el que acaban viviendo los que sufren alzhéimer. Ese lugar innombrable. Lo padecía desde hacía años y su obra había empezado también a diluirse en la memoria del arte español, donde ocupó un espacio propio, con un lenguaje reconocible y autónomo. Su obra, que vive en los años setenta la eclosión del populismo desarrollista, empieza a verse en las ciudades, renovando lo que ahora se denomina el mobiliario urbano. Pero antes de este momento, hay un largo recorrido y la maduración sosegada a la que obliga el trabajo escultórico, a diferencia de la pintura.
Nacido en Valencia en 1929, Andreu Alfaro murió en la misma ciudad en la que desarrolló toda su carrera y producción, una elección que le apartó del ruido y sus ecos. Se trata de una fidelidad muy propia de los que tienen una visión universal del arte, sin poco colorante autóctono, aunque con el oficio del artesano. Su capilla ardiente se instalará el domingo en su taller de Rocafort, municipio a las afueras de Valencia.
Su padre era carnicero y seguidor de Blasco Ibáñez –además de republicano, el escritor que más vendía en aquellos años– y su formación fue autodidacta. Un momento clave en su trayectoria es su encuentro con el grupo Parpalló en 1959, lo que supuso su aprendizaje dentro del arte geométrico. Alfaro reconoce muchas influencias: desde el constructivismo ruso a la Bauhaus, de la que afirmó sentirse un hijo directo. Pero su admiración no era menor por Goethe, autor que conocía muy bien y al que dedicó un conjunto de piezas que se mostraron por primera vez en la Fundación Mapfre en 1989. Goethe es para Alfaro la pasión por la vida, la dignidad humana, el largo camino de la cultura por la historia. Pero además es como el motor que le incita al trabajo, y es que cualquier experiencia en la vida sirve para convertirla en escultura. Su primera pieza sobre el gran poeta alemán es de 1981 y está instalada en la estación del Norte de Valencia, pero no es propiamente Goethe sino Charlotte von Stein, que fue el amor platónico del gran poeta alemán.

Fuera de juego

Su primea exposición es de 1957 y fue de dibujos, una actividad que mantuvo durante toda su vida. Después de todo, él entendió el dibujo como una forma de escultura. De hecho, algunas de sus piezas son como trazos en el aire. Pero hasta que llegaran sus construcciones seriadas y de acero basadas en formulaciones matemáticas tuvo que pasar más tiempo. Los primeros trabajos escultóricos, muy básicos y algo ascéticos, están realizados con alambre y hojalata.
Hay un Alfaro público, de piezas instaladas en las calles, en Nueva York, Madrid, Barcelona, Colonia, Fráncfort..., y un Alfaro más contenido y de proporciones espaciales más íntimas. Y también un Alfaro en cuyo racionalismo se esconden efectos ópticos y la búsqueda del vacío muy en la línea de su admirado Oteiza, otra de sus gandes influencias.
Fue un impulsor del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), del que hizo su logotipo y que le dedicó en 2007 una gran retrospectiva. Siempre tuvo sus reservas con la política cultural, aunque fue un hombre político o cívicamente compromentido. Él, sin embargo, siempre tuvo la sensación de estar fuera de juego.

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