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Festival de San Sebastián

Así es "O Corno", el naturalista canto a la sororidad ganador de la Concha de Oro

El largometraje con el que la directora Jaione Camborda se ha alzado con el máximo galardón del Festival de San Sebastián recorre las entrañas femeninas de la Galicia rural de los setenta

La primera proyección de "O Corno" en el marco del Festival de San Sebastián provocó el desmayo de una mujer que se encontraba entre el público y la indisposición de algunos de los asistentes presentes. La escena, que no es otra cosa que un alumbramiento rodado sin explicitud en términos genitales pero con el suficiente naturalismo como para que notemos las contracciones de la embaraza, lejos de constituir en sí misma un ejemplo extraordinario de excepcionalidad visual y ni tan siquiera narrativa, la hemos visto demasiadas veces en cine, nos la han contado en demasiadas ocasiones a través del relato oral de las mujeres que nos precedieron, hemos aprendido a imaginarla, a intuirla y a temerla, pero pocas veces la habíamos presenciado cinematográficamente con ese nivel de fisicalidad que consigue Jaione Camborda, su directora.

Comentaba la realizadora gallega hace a penas un par de días cuando desde LA RAZÓN le preguntábamos en relación a esta película enmarcada dentro de los bordes contextuales del drama rural de la Galicia de la década de los setenta, por la continuidad en la elección de voces femeninas para contar historias, heredada de su primer largometraje, "Arima", que también participó en el certamen hace ahora tres años dentro de la sección Made in Spain y reconocía que una de sus intenciones como directora pero sobre todo como mujer que se sitúa detrás de la cámara y tiene que decidir desde qué lugar se sitúa, que el objetivo dentro de su estilo es "eliminar un poco esa otredad entre nosotras". Es decir, "nosotras pudiendo ser las otras, en ese momento empático, en ese aspecto generoso, en ese aspecto de sororidad. En la película mismamente, el personaje de esa niña jovencita podría ser Luisa, podría ser Belén la portuguesa que está en el bar fuera de su tierra, podría esa inmigrante en Portugal que se prostituye para sacar a su hija adelante: todas ellas son un poco espejo las unas de las otras y me interesa un poco esta idea de vernos reflejadas y al mismo tiempo sentirnos una", admitía.

Esa "una" concéntrica capaz de unificar a todas las "otras" presente en la película y protagonista poderosa y sugestiva de una historia que retrata con atino pero también con excesiva sutileza las violencias masculinas soterradas hacia las mujeres, es María. Interpretada por la bailarina Janet Novás, esta partera que también practica abortos clandestinos con la ayuda del cornezuelo de centeno, una sustancia que tradicionalmente utilizaban curanderos y comadronas en la edad media por su efecto abortivo, se ve obligada a abandonar su Illa de Arousa natal hasta cruzar la frontera por una de las peligrosas rutas contrabandistas entre Galicia y Portugal cuando uno de esos abortos sale mal. En ese viaje emprendido con necesidad de reconstrucción, el cambio de nombre que se produce una vez pisado el nuevo hogar advierte de la dilatada reflexión propuesta sobre las identidades de aquellos que se muestran apegados a la tierra.

Camborda explicaba también, al hilo de la génesis de la cinta, la existencia de "una serie de incertidumbres que tenía a nivel personal en un momento de mi vida en el que esa idea de poder concebir, de poder dar vida coge fuerza y me anima a querer explorarlo. Toda película es un viaje también para el propio creador pero no de manera racional, sino posiblemente de una forma más visceral, intuitiva y emocional en la que no he sido de terminar con respuestas pero sí asumirlo como un aprendizaje". Ese poder de concebir, ese poder a la hora de dar vida que mencionaba la cineasta, se presta de manera natural a la formulación de nuevas vías discursivas con respecto a la maternidad, al retrato con lectura actual del exilio obligado de los primeros deseos femeninos y la reivindicación de la sororidad como elemento de protesta. Algo que sin duda, parece haber resultado lo suficientemente atractivo al jurado del festival como para que la Concha de Oro se quede esta vez en casa.