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Baño en el Río de la Plata

Veranos de la Villa. Diego El Cigala. Circo Price. Madrid. 3-VII-2013
larazon

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«La canción de las simples cosas» y «Naranjo en flor» como primeros dos temas es toda una declaración de intenciones. Aunque no fue hasta «Los mareados» que se le calentó la voz a Diego El Cigala, que, una vez más, llena la sala que le pongan en Madrid. «Es un placer ver a tanta afición con tanto arte», nos recibió el cantaor. Inauguró los Veranos de la Villa, esa cita municipal que trata de paliar el desierto cultural que serían las borchonosas noches estivales de la corte, con la presentación en vivo de su nuevo álbum, «Romance de la luna tucumana» (donde destaca un «Siempre París» que brilló especialmente anoche). Sumados a los temas rescatados de anteriores trabajos, conformaron un repertorio mayoritariamente argentino, aunque, como todo lo que acaricia su voz, acabó por tener un regusto jondo. Sin duda, al artista le ha marcado lo que ocurrió tras actuar por primera vez en el Luna Park de Buenos Aires: «Entró un señor mientras presentábamos "Lágrimas negras"junto a Chucho Valdés y me regaló toda la antología de los 101 tangos de Goyeneche y Gardel. Flipé, me cautivó desde el primer momento. Me siento muy orgulloso de poder coger estos tangos, el poder respetarlos y poder darles ese punto cigalero», según cuenta él mismo. Ese matiz siempre suele ser un poco más ligero que las profundas versiones rioplatenses («Garganta con arena» y «Tomo y obligo» son un buen ejemplo), aunque su voz ronca ha entusiasmado al mismísimo Gran Rex de la calle Corrientes. Gracias a aquel encuentro afortunado con el desaparecido Bebo parece que el cantaor se siente ya más a gusto en un club de jazz que en un tablao. Un ambiente que logró anoche al encontrarse bien arropado por una banda ecléctica que fue interrumpida en varias ocasiones con aplausos. «Niebla del riachuelo», como todos aquellos temas del álbum con el gigantesco piano cubano («Inolvidable», «Corazón loco"»), fueron los más celebrados, al igual que, probablemente, le ocurra en lo que le queda de carrera. También fueron recibidos con entusiasmo hitos de la canción suramericana como «Alfonsina y el mar», una zamba compuesta por los argentinos Ariel Ramírez y Félix Luna que hizo universal Mercedes Sosa.
«Lágrimas negras», el tema que dio nombre a su álbum más internacional hasta la fecha, puso a palmear a la audiencia cuando el protagonista, que tenía el taburete a la altura que se comenta el partido en los bares y que no perdió la sonrisa durante la velada, había ido a por su tercer combinado en vaso de tubo (como la tradición manda), y es que si de algo no se le puede acusar al Cigala es de tacaño, porque estiró la actuación lo que sus fans le pidieron. Así llegó la «Bien pagá», para ponerle un poco de sabor nacional a la despedida, que las gradas del Price corearon. Nos dejó con ganas de un poco de flamenco, pero, a cambio, remató con una versión de «Dos gardenias» que crecieron con algo más parecido a una descarga cubana que a un fin de fiesta por bulerías.