Contracultura
La batalla multicultural de las piscinas públicas
El miedo a ser acusado de racista impide encontrar un modelo funcional de convivencia para las distintas culturas en Europa
Hace cuatro o cinco días, corre por las redes sociales un titular descolocante: «Suiza prohíbe a los franceses la entrada a las piscinas municipales». En realidad, la cosa no es tan grave, ya que el conflicto se reduce a la pequeña ciudad fronteriza de Porrentruy. Además la limitación no se aplica a todos los franceses, sino a los «no residentes, no trabajadores y no alojados en hoteles reconocidos». Todos estos circunloquios se hacen para no reconocer de manera directa que se busca prohibir la entrada a los inmigrantes africanos. Según cuentan las crónicas, hace tiempo se volvió incontrolable la acumulación de insultos, robos, enfrentamientos verbales y pequeños actos de vandalismo, casi todos dirigidos contra mujeres occidentales.
El conflicto viene de hace un par de años, cuando las autoridades de Berlín decidieron imponer la identificación de los usuarios de piscinas públicas para hacer más sencilla la detención de quienes cometieran un delito. «No podemos hacer nada: ven una chica en topless y es el caos», explicaba un socorrista a la prensa española. Uno de los problemas reside en que los encargados de denunciar estos incidentes son los propios socorristas, que en varias ocasiones fueron víctimas de represalias por parte de los acusados. La tensa situación provocó una oleada de bajas por enfermedad o depresión entre los trabajadores, que en realidad eran intentos de autoprotegerse. En aquel tenso verano de 2023, la prensa progresista evitó hablar de nacionalidades, mientras que la extrema derecha de Alternativa por Alemania bromeaba con que las piscinas tenían ya más controles que las fronteras de la Unión Europea. Ahora este partido, el único que habla sin eufemismos de este tipo de conflictos, lidera los sondeos electorales del país, a pesar de tener a todo el poder mediático en contra. La polémica de este verano en Alemania ha sido una campaña delirante por su corrección política. Los carteles muestran personajes blancos molestando a niños negros en las instalaciones de una piscina, mientras la tortuga Tiki (mascota de la iniciativa) advierte de que tienen derecho a defender su cuerpo.
Agresores extranjeros
Según datos del propio Ministerio del Interior alemán, el 64% de los agresores sexuales en piscinas en 2024 fueron extranjeros, pero en las campañas públicas los acusados siempre son caucásicos para «no estigmatizar» a las minorías. En la región alemana de Hesse, solamente en 2024, se registraron 74 agresiones sexuales en piscinas públicas, con un 60 por ciento de los sospechosos identificados como extranjeros, según medios locales. A nivel federal, en 2023, el 47,5 por ciento de los sospechosos en violaciones en grupo eran extranjeros, y los solicitantes de asilo –pese a representar solo el 2 por ciento de la población– concentraban hasta el 12% de las denuncias por agresión sexual.
El pasado mes de abril se prohibió la entrada en Inglaterra de Renaud Camus, el filósofo francés que acuño el término «gran reemplazo» para designar el proceso por el que poblaciones con un gran arraigo en Europa se convertirán en minorías o desaparecerán por el empuje demográfico de los inmigrantes del llamado sur global. El periódico «The Daily Telegraph» inicio una campaña de denuncia que rechazaba esta cancelación, señalando que muchos británicos apoyaban las tesis de Camus (¿habría que expulsarles también del país? ¿prohibirles hablar en público?). La cabecera también recordaba que el gobierno había permitido la entrada al clérigo zimbabuense Ismail Menk, quien ha descrito a los homosexuales como «peores que animales».
Menas y vandalismo
En España nunca ha sido sencillo hablar sobre este tipo de conflictos. Bien lo sabe Álvaro, un niño de doce años que fue entrevistado por TeleAragón en 2012 mientras se bañaba en la piscina de Fuentecerrada (Teruel). La reportera le preguntó por lo que más disfrutaba y su cándida respuesta fue «la tranquilidad, la tranquilidad es lo que más se busca...Llegas a otras piscinas de Teruel y hay un montón de panchitos y cubanos y todo eso». Hoy se pueden encontrar en Youtube vídeos del programa de «La vida moderna» (Cadena Ser) donde Quequé, David Broncano e Ignatius Farray comentan la noticia riéndose del menor. La adolescencia del chaval se convirtió en un infierno de peleas, amenazas de muerte y desagradables llamadas de desconocidos a las tres de la mañana, además de 17 juicios por racismo y xenofobia de los que siempre salió absuelto, según ha explicado estos días en el canal del youtuber Tiparraco. Álvaro llegó a volver a casa «con el pecho hundido y un ojo morado» y desarrolló miedo a salir a la calle.
En nuestros medios de comunicación todavía se considera racista publicar cifras de criminalidad relacionadas con el aumento de la migración masiva, como si fuese imposible que ambos factores estuviesen conectados (temiendo quizá encontrar el vínculo que los une). Tampoco se debate si puede suponer un problema que el municipio de Salt (Gerona), de unos cuarenta mil habitantes, se haya convertido hace poco en el primer pueblo de Cataluña donde hay más mezquitas que iglesias. Justo antes de enviar estas líneas al periódico, se hacen públicos los incidentes en la piscina de Hortaleza en Madrid, donde unos menores no acompañados (menas) se dedican al vandalismo y el consumo de drogas en las instalaciones. Los responsables de la piscina atribuyen las tensiones a la alta afluencia de público, y algún vigilante señala que se cuelan más españoles que extranjeros, pero en la última redada policial detuvieron a diez menas fugados del centro municipal.
Si alguien profetizó la llegada de estos conflictos sociales fue Slavoj Zizek, el polémico filósofo marxista esloveno conocido por no temer mojarse en casi cualquier polémica de actualidad. En su corto y afilado panfleto «En defensa de la intolerancia» (2008) lo explicaba con la retórica académica habitual: «Constituye un error, tanto teórico como político, condenar este anhelo de comunidad verdadera tildándolo de ‘‘protofascista’’, acusándolo de aspirar a ser una ‘‘fantasía totalitaria’’, es decir, identificando las raíces del fascismo con esas aspiraciones (error en el que suele incurrir la crítica liberal-individualista del fascismo). Ese anhelo debe entenderse desde su naturaleza no-ideológica y utópica». Traducido: si alguien quiere calma y cierto sentimiento de comunidad en su entorno no significa que se rinda a pulsiones racistas, sino que añora unos vínculos más fuertes de los que ofrece la actual sociedad de consumo y su fallido paradigma multicultural.