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Beethoven, por un puñado de pelos

larazon

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Lo habrán escuchado muchas veces. Hay más talento en el cabello de un genio que en la selección de fútbol completa de (elegir país). Sotheby’s va a subastar un puñado de cabellos de Ludwig Van Beethoven comenzando por unos 15.000 dólares, y, si fuera solo mitomanía, esta historia merece todo nuestro repelús, pero les prometo que no estamos ante el mismo caso de «subastan las bragas usadas de Madonna». Esta es una historia un poquito diferente. El mechón del que vamos a hablar se cortó de la apolínea cabeza del genio en su lecho de su muerte en 1827. Como era costumbre en la época, un joven y gran admirador acudió a rendirle sus respetos al maestro y, cuando éste ya no podía protestar, obtuvo un rizo del compositor. Su nombre era Ferdinand Hiller y los cabellos permanecieron un siglo con su familia, como un tesoro patrimonial. Ni Beethoven ni Hiller podían imaginarse los horrores que viviría su país un siglo después, así que no es de extrañar que el pelo de esta historia vuelva a aparecer en Dinamarca (Gilleleje), en posesión de un doctor, Kay Fremming, que trata de esconder judíos fugitivos bajo la ocupación nazi de su país. Tampoco es de extrañar que la hija del doctor emigrara a Estados Unidos y que, no siendo ella una fanática de las sinfonías y ni siquiera de «Para Elisa», subastase por primera vez la pieza en 1994. En esta loca historia, que ha sido contada en el libro «El cabello de Beethoven», de Russell Martin, (Ediciones B), y además en un documental, el mechón lo adquieren dos individuos que se hacen llamar Ira Brillant y Che Guevara (obviamente sin relación con el revolucionario). Ambas personas, que sí resultan ser devotos de Beethoven, y además son médicos, deciden tomar algún cabello para someterlo a análisis científico y determinar las causas de la muerte del compositor. A raíz de ello, se descubre que el plomo (que puede proceder de las copas o del vino, según los científicos del Pfeiffer Research Center de Illinois) estaba presente en su organismo y pudo ser la causa de su sordera y hasta de su peculiar psique. Así que, como les habíamos prometido, las andanzas de toda la selección de fútbol de (elegir país) no podrán nunca igualar en interés las vicisitudes de un solo cabello de
Beethoven.