Carla Subirana: "Al cine, muchas veces, le falta pausa"
La directora estrena "Sica", un trabajo en el que, desde la ficción y con hechuras de lo documental, cuenta la historia de duelo y naufragio en las costas gallegas
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La filmografía de Carla Subirana (Barcelona, 1972) es una de esas, brillantes, de las que el público no ha podido disfrutar más por simple imposición industrial. La directora, responsable anteriormente de "Nadar" (2008) o "Volar" (2012), se aleja ahora de la no ficción que había marcado su carrera para estrenar "Sica", un relato vibrante e íntimo, maximalista en su expresión de la naturaleza, minimalista en su construcción de las relaciones humanas, con el que pasó por el último Festival de Málaga. Fue allí donde atendió a LA RAZÓN, confesando antes leer todas las reacciones que había ido generando su filme desde su paso por la Berlinale, y donde desgranó una película que, aún desde las hechuras estéticas de lo documental, se rodea de un aura mística para contar la historia de un naufragio, un padre, una madre y una hija, en la Costa da Morte gallega.
"Si algo he aprendido como directora en estos años, es que a poco que hayas atinado, la película va a crecer cuando se encuentre con el público, porque te devolverán lecturas que ni te imaginabas", explica la realizadora, antes de asociar su proceso creativo a una cita mítica de Walter Murch: "Él decía que la película solo estaba viva en tu mente, y que lo bonito era ver cómo se iba muriendo. Primero en el papel, en el guion, luego en el rodaje y luego en la proyección, que es su última muerte, pasando a cobrar vida ya en los espectadores", completa poética.
Recorriendo el camino inverso al que nos tiene acostumbrados en su cine, es decir, aplicando a la ficción la forma de lo documental, Subirana cuenta aquí el trauma de la adolescente Sica, cuyo padre acaba de ser dado por muerto tras un naufragio. Ante la pasividad de su madre, la joven vivirá en una especie de revuelta constante, búsqueda enrabietada de respuestas, también sobre los secretos que se llevó el mar junto a los cadáveres: "Siempre he trabajado, incluso como documentalista, con estructuras de ficción. He guionizado, he estado pendiente de mis actores... aquí fue al contrario. Partiendo de lo escrito y lo dialogado, le dimos un sentido más verídico a lo que filmábamos", añade Subirana.
Y sigue, sobre el gran triunfo estético de "Sica", una fotografía a cargo de Mauro Herce ("Matadero", "Samsara") que se percibe como textura infinita, respiro gráfico, material y orgánico del filme: "En el proceso de trabajo documental, conocí a un caza-tormentas. Era un meteorólogo de Vigo que me inspiro para escribir a Suso. Me parecía interesante, porque es un personaje que no podría existir ahora mismo por la tecnología. Es un chaval que ha aprendido observando, y eso conecta con algo muy primario, con estar atentos a la naturaleza. Cuando escribí a aquel personaje, sabía que tenía que huir de la temporalidad, escapar del presente. Y el cine, en 16mm, me daba esa textura y ese grano, para ayudar a la fábula, al relato", completa onírica.
Sobre esa capacidad para ser orgánica, sobre entender la película como un ente vivo, Subirana explica su intencionalidad: "Como cineasta, me muevo siempre en procesos lentos. Llegué a Galicia en 2016, y volví a lo largo de tres veranos, para conocer, para entender, para escuchar el ritmo del habla y ese rugir del mar de la Costa da Morte. Ese trabajo más lento, que yo siempre reivindicaré en el cine, exige reflexión, duda y pensamiento. Es algo que no se lleva ya casi en el cine, donde muchas veces falta pausa y me parece importantísimo", explica didáctica Subirana, consciente de las capas de su filme, desde el "coming-of-age" hasta lo etnológico.
De vuelta en lo terrenal, en lo material, la directora explica el proceso de selección de su Sica, aquí Thais García: "Vimos a más de 500 chicos y chicas de la Costa da Morte. Teníamos claro, desde el principio, que teníamos que ser fieles a nivel lingüístico y también físico, porque ese océano modela a sus gentes. Era una decisión muy importante. (...) Thais llegó a la película como un gato, como una presencia que teníamos que tener en la película. Era como si lo hubiera escrito para ella sin conocerla", confiesa la directora, antes de introducirse en lo femenino, en el desenlace mismo del filme: "Vengo de una familia de mujeres y tengo una hija de 17 años. Con una adolescente, a una madre le pasan cosas. Esa relación madre-hija tiene una particularidad que se repite, es como una cosa de roles. Una madre cuidadora, a veces demasiado presente o posesiva, muy protectora... Y es algo que he acabado haciendo yo misma", se despide Subirana.