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Cien años sin/con Pertegaz

Fue heredero de Balenciaga y un trabajador incansable y hormiguita con el dinero
larazon

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Fue heredero de Balenciaga y un trabajador incansable y hormiguita con el dinero.
Un día como hoy se cumplen cien años de Pertegaz en la moda, pues aunque no vino al mundo con una aguja bajo el brazo, la cogió con una edad a la que los otros niños aún están en el colegio, pero claro, aquellos eran otros tiempos. Antes de la Guerra Civil española era cierto ese cruel dicho popular que sostiene que «si a los treinta años no eres rico, arre borrico», es decir, a ganarte el pan con el sudor de tu frente. Manolito Pertegaz era un niño cuando ya estaba trabajando como un burro para sacar a su familia adelante.
Habían nacido en un pueblo de Teruel donde lo único bonito que había eran los nombres y las puestas de sol y tuvo que subirse al carromato que lo llevó a una Barcelona muy diferente a la de nuestros días. Era un trabajador incansable y una hormiguita con el dinero, así que trabajó y ahorró toda su vida, prácticamente hasta que la dama de negro lo cogió probando a una de sus fieles clientas, entre las que estaba lo mejor de esa rica y educada burguesía catalana que hoy se ha echado al monte. Entonces no le interesaba otra ideología nacionalista que ganar dinero. Como sabiamente rescató del olvido José Luis de Vilallonga, todas las señoras estupendas de Barcelona, y no pocas de Madrid, cayeron en sus manos en cuanto desapareció Balenciaga, Carmen Polo de Franco a la cabeza.
Como esto fue a finales de los sesenta, tanto él como Elio Berhanyer tuvieron casi veinte años para vestirlas, hasta que la crisis del petróleo, más la muerte de Franco, hizo impensable seguir pensando en alta costura española. Había llegado el tiempo del Prêt-à-porter. Se frotaban las manos Galerías Preciados y el Corte Inglés. Pertegaz, que había tenido casi mil trabajadoras en sus salones de Madrid y Barcelona, se quedó casi sin nada. Él, que había sido mimado en medio mundo, se quedó hasta sin perfume. La prestigiosa señora de Samaranch siguió creyendo que en España no había más elegancia que él, así que pequeño pero con un genio de león, siguió siendo feliz vistiendo mujeres elegantes como quien fuese el mejor psiquiatra de Barcelona. No solo las vestía a todas, las tenía desnudas como un confesor y luego las mandaba a casa diciéndoles hasta como tenían que andar, como princesas medievales, como clones de Audrey Hepburn. Vistió, como saben, a Doña Letizia el día más importante de su vida, y no dejó herederos porque los nuevos pertegaces solo quieren salir en la televisión.

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