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POESÍA Y TOROS
Cien poemas para entender los toros
Andrés Amorós publica una antología lírica sobre la tauromaquia que supera la colección de poemas

Andrés Amorós (Valencia, 1941) habita en Sevilla estos días para escribir sobre toros. No es ninguna novedad, lo lleva haciendo media vida, mientras atiende a la prensa porque acaba de publicar una selección poética con la editorial El Paseíllo. “Las cien mejores poesías taurinas”, un título que recuerda la clásica selección básica para lectores poco familiarizados con los versos y con las corridas. Sólo es la primera impresión, porque el tomo de casi 400 páginas sirve tanto para los veteranos aficionados como para los viejos lectores, porque el autor se ha preocupado de encontrar un mecanismo inteligente que juega a la vez con la didáctica de este tipo de antologías y con la profundidad de un catedrático de literatura.

Quizás en esta doble intención resida el engranaje de Amorós como intelectual desde hace más de medio siglo. Empeñado en mil batallas culturales, pero siempre defendiendo que no existe ni la alta, ni la popular, sino que todo es cuestión de criterio y jerarquía. Por eso, el subtítulo explica mejor esta intención: “De Gonzalo de Berceo a Joaquín Sabina", que suena a repaso mental de un temario básico de literatura castellana. Seguro que el compositor de “Calle Melancolía” se sentirá orgulloso de compartir portada con el autor de “Milagros de Nuestra Señora”.
En la nómina, que arranca en la Edad Media, se encuentran nombres tan variados del “canon” español como Calderón de la Barca, Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Antonio Machado o el Duque de Rivas, junto a otros perfiles menos habituales: Lord Byron, Rainer María Rilke o Sor Juana Inés de la cruz aportan una mirada externa a la fiesta y ciertamente novedosa. A la vez, también aparecen voces más contemporáneas como Juan Luis Panero, Felipe Benítez Reyes, Jacobo Cortines, el propio Sabina, o el ya ubicuo Andrés Calamaro. También existe espacio para Rafael de León, que por derecho propio, es uno de los principales poetas del siglo XX español.

“El género más adecuado para reflejar el mundo de los toros sin duda es la poesía, porque en el teatro es difícil que aparezca el toro. En la novela, corres el riesgo de que caigan en el sentimentalismo folletinesco. En cambio, se trata de un espectáculo tan variado, tan rico, tan deslumbrante, que cada poeta lo enfoca desde su manera y cada uno es distinto”, explica Amorós. Algunos autores se fijan en la explosión de sentidos que provoca una corrida, mientras que otros se centran en la belleza del animal en el campo. Por ejemplo, para Federico García Lorca supone el símbolo de la tragedia, mientras que para Miguel Hernández se trata de la vida. “Hay tantas formas y tantos matices. Cuando he podido he llevado a los toros a mucha gente del mundo del teatro, del cine o de la literatura, pero que no sabían nada de lo que es una corrida. Se acercaban con una mentalidad y una sensibilidad estética que les permitía acabar fascinados. No digo que entendieran lo que sucedía en el ruedo, pero cada uno veía un aspecto muy extraordinario”.
Sobre la edición y la selección de los textos, en la introducción Amorós describe las dos principales novedades. Por un lado, “la limitación a un número redondo, cien poemas, de acuerdo con una tradición popular”, un freno que ha obligado al autor a una selección complicada, ya que podrían haberse publicado casi trescientos poemas. Por otro lado, cada pieza viene precedida de un pequeño comentario tanto literario como taurino, lo que aporta una visión redonda de la obra seleccionada. La inclusión o no en la selección viene precedida exclusivamente de la calidad, por eso, en general, cada autor cuenta con un ejemplo a excepción de los gigantes de la literatura española como Quevedo, Góngora o Lorca, acompañados de un pequeño puñado más, que disfrutan de más piezas publicadas en la edición. “Cuando pensé en la reunión de las poesías fue muy complicado, me ha llevado mucho tiempo. Antes había muy buenas antologías, por ejemplo la de Espasa- Calpe, pero no servían para un lector normal al que hay que explicar quién es cada poeta y qué relación tiene con el mundo de los toros”.

Durante su trayectoria profesional, Amorós confiesa que la poesía es el género que menos espacio le ocupa, sin embargo últimamente se centra en acercarla al público general. “La gente dice que lee mucho ahora, pero lo hacen con un influencer que es una birria y que no vale absolutamente nada”, crítica entre risas recordando que su criterio y gustos permanecen prácticamente intactos a lo largo de los años. “Los literarios han cambiado muy poco, pero los taurinos tampoco, porque he tenido la suerte de que mi abuelo era veterinario y mi padre notario, aunque era un loco de los toros. Entonces, a mí me enseñó desde el comienzo, haciéndome amigo de Marcial Lalanda, Domingo Ortega o Luis Miguel Dominguín”.
Sobre el futuro de las corridas, confiesa que no tiene ni idea, pero lo que sí se atreve a adelantar es que dependerá de si la gente va a los toros o no, pero entiende que el verdadero riesgo nace de una realidad más sutil. “Sucede como en el flamenco, con la banalización y trivialización, que se convierta en una cosa hecha para turistas. Necesita un público educado como todas las cosas importantes de esta vida. A los toros hay que venir a callarse y aprender”.
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