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Las últimas caladas de Humphrey Bogart

La estrella de Hollywood e icono de “Casablanca” falleció un día como hoy de 1957, tras varios meses luchando contra un cáncer de esófago
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Icono noir hollywoodiense de presencia seductora, elegancia perpetua y carisma rebelde, Humphrey Bogart es para la historia del cine un indiscutible icono. Considerado por el American Film Institute como la primera estrella masculina con más repercusión del primer siglo del cine estadounidense, el neoyorquino se convirtió en legendario gracias a sus papeles en “Casablanca” (1942), “El halcón maltés” (1941), “Sabrina” (1954) o “La reina de África” (1951). Protagonista de la Época de Oro de Hollywood, Bogart es aún hoy recordado por su cicatriz en el labio superior, su cigarrillo eterno en la mano y su perfección a la hora de dar vida a gángsteres y detectives. Un personaje que Bogart hizo suyo y que le haría rápidamente reconocible en la pantalla: un tipo duro, extravagante, pero que sin embargo escondía un gran corazón. Hoy se cumplen 65 años desde que Bogart dio sus últimas caladas, desde que falleció el actor, y sus meses anteriores se basaron en las despedidas, el cuidado de sus cercanos y el insoportable estruendo de los rumores sensacionalistas en torno a su salud.
Dicen quienes tuvieron la oportunidad de frecuentar sus ambientes que la personalidad del actor era la de un hombre antipático, bebedor, que fumaba sin parar, como la mayoría de sus personajes. Y este último vicio fue el que le pasó factura. A finales de 1955, Bogart comenzó a notar los primeros síntomas de su enfermedad, pues notaba dificultades a la hora de tragar, así como no paraba de toser. Su carácter excéntrico le llevaba a no querer ir al médico, hasta que su amiga y también actriz Greer Garson le convenció para hacerlo. Acudió a un especialista y el diagnóstico no tuvo lugar a dudas: Bogart sufría de un cáncer de esófago, y debía someterse de manera urgente a una intervención.
No obstante, ya era tarde, pues el tumor no era ni pequeño ni fácil de extirpar, pues cuando finalmente operaron al intérprete vieron que se había extendido por diversas partes del cuerpo. Por ello, la operación duró 9 horas, en las que le extirparon el esófago, le desplazaron el estómago y le quitaron una costilla. Pero el tratamiento no quedó ahí, sino que a lo largo de 1956 Bogart se sometió a varias sesiones de quimioterapia y perdió unos 12 kilos.
Un sufrimiento y desgaste que, sin embargo, no le sirvieron para que se cuidara, sino que, de nuevo, Bogart hizo alarde de su carácter egoísta. No dejó de beber ni de fumar, aunque sí limitara un poco este consumo. Cambió los cigarrillos sin filtro por los que sí lo tenían, y sus martinis diarios fueron intocables. Una forma de sobrellevar, quizá, la gran cantidad de rumores que la prensa sensacionalista difundía, como el de que estaba en un hospital en coma.

Hospitales, whisky y ajedrez

El intérprete se vio obligado a esclarecer la situación a través de un comunicado: “He leído que me han extirpado los dos pulmones, que mi corazón se ha parado y que lo han sustituido por una vieja bomba de gasolinera, que he pedido plaza en todos los cementerios imaginables desde aquí al río Mississippi, incluidos varios en los que estoy seguro que solo admiten perros. Todo ello disgusta mucho a mis amigos, por no hablar de las compañías de seguros. Tuve un pequeño tumor maligno en el esófago. La operación fue un éxito, aunque durante algún tiempo no se supo si el que iba a sobrevivir era yo o el tumor”, escribió Bogart.
La reproducción de la enfermedad llevó a que Bogart viviera su último año entre hospitalizaciones, aunque los últimos meses de vida los pasó en su casa. Numerosos amigos iban a verle y apoyarle, así como a desplazarle en una silla de ruedas en la que se quedó postrado en sus últimos momentos al no poder moverse. Lo más llamativo es que Bogart, aún en dicho estado de salud, no dejaba aparte el whisky ni sus icónicas partidas de ajedrez.
Katharine Hepburn y Spencer Tracy fueron sus últimos amigos en verle con vida. Bogart entró en coma el 12 de enero de 1957 y falleció un día como hoy a las dos y media de la madrugada, con 57 años. Si bien sus deseos eran los de que le incineraran y esparcieran sus cenizas por el Pacífico, en aquella época era ilegal. A su funeral acudieron cientos de personas, casi todo Hollywood y, tal y como le pidió Bogart, su amigo John Huston pronunció unas palabras en recuerdo: “Humphrey amaba la vida. Vida quiere decir su familia, sus amigos, su trabajo, su barco. No se imaginaba prescindiendo de ninguna de esas cosas de manera que hasta el último momento siguió planeando lo que haría si se pusiera bien”.