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“Mali Twist”: la revolución será bailada

Robert Guédiguian estrena su última denuncia del colonialismo en forma de película ligera sobre la escena del twist en el Bamako a punto de romperse al socialismo
LR
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Extrarradio de Bamako. Década de los sesenta. Con los ecos de la ocupación francesa resonando por todas las esquinas y recovecos polvorientos del país, la juventud se busca a sí misma. De manera metafórica, identitaria, pero también física, por momentos hasta sexual, tras años de represión. Ese es el contexto al que Robert Guédiguian (Marsella, 1953), una de las voces más privilegiadas y contestarias del cine galo, se lleva «Mali Twist», que llega a España tras su aplaudido paso por la Seminci de Valladolid. Precisamente en la ciudad de Delibes el director atendió a LA RAZÓN, concienciado como siempre pero reflexivo en profundidad, como añadiéndole una capa más a la del director iracundo que firmó «La villa» o «Marius y Jeanette»: «No sorprendo a nadie si digo que las revoluciones son necesarias. Siempre hay razones para hacer una revolución, y nunca ha habido una revolución que no sirviera para nada. Son momentos de ruptura de la historia. Si no hubiera revoluciones todo se bloquearía, nada avanzaría. Se hacen necesarias para resolver problemas enquistados. Si acaso, faltan revueltas en el mundo», subraya meridiano el realizador que, claro está, utiliza la propia revolución del twist como excusa para revisar la historia de Mali, la de Francia y también la de la represión de la cultura.
Vehemente, Guédiguian se sirve de la iconografía propia de la época en Bamako –coches de carrocería infinita, trajes de tiro corto y patrones sesenteros– para contarnos la rotura de las cadenas coloniales a través del baile, pero también las propias de una sociedad machista más allá de la ocupación: «El capitalismo necesitaba algo para renovarse, porque si reproduce los errores del pasado acaba explotando», opina el director sobre el surgimiento de escenas como la del twist. Así, entre traiciones, adhesiones y un clima, en suma, extremadamente violento, «Mali Twist» busca la esperanza textual en el amor entre dos jóvenes: él, hijo de la pequeña burguesía que se entrega a la revolución; ella, pueblerina casada a la fuerza.
«En la película hablo de las relaciones de clase, de dominación. Por ejemplo, entre los grandes comerciantes de Bamako y los campesinos. O, en los pueblos, ese vínculo entre nobles y esclavos. Dichas relaciones de castas, de clases, toman una forma particular en África pero no son distintas a las habituales», completa Guédiguian sobre su regreso al continente africano con un filme entregado a la deconstrucción colonial: «No soy un especialista en África, por eso me he rodeado de gente que conoce las circunstancias de la zona. Mi intención es denunciar esas situaciones universales de desigualdad. Ya lo hice en Armenia, en Beirut, en el Líbano… y mañana igual lo hago en Colombia. Me parece fundamental hablar de esa lucha de clases, porque es universal», añade encendido.
Pese a lo titánico del metraje –Guédiguian se entrega a la causa en más de dos horas de película–, «Mali Twist» es la película de un director maduro que sabe exactamente dónde quiere poner la cámara y durante cuánto tiempo, dándole valor a la danza de los que sobran y, al final, coreografiando la desidia juvenil que acompaña a todos los procesos históricos similares del siglo XX: «Hay una cosa que me gusta mucho y es la relación entre la construcción del socialismo, algo muy serio, y esa fiesta, el baile, el pasarlo bien. Eso es realmente el “twist socialista” del que hablan mis personajes. Quería hacer una película bonita basada en la música y el baile, pero con un contenido político explícito».

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